Programas federales como Oportunidades, dirigido a mujeres, y Procampo, cuyos beneficiarios en su mayoría son hombres, reproducen estereotipos de género y acentúan el concepto de que las primeras son reproductoras y los varones son productores.

Esto señala el estudio Género, estereotipos y desigualdades en Yucatán, realizado por el programa Dinámicas Territoriales Rurales de Rimisp, en áreas semirrurales de los municipios Cuzamá, Homún, Acanceh y Huhí (CHAH), en Yucatán, donde constató que los sesgos de género se replican en instancias políticas e institucionales

La investigación, realizada por Leticia Paredes Guerrero, Rafael Vaisman, Jimena Méndez y Susan Paulson, se centró en los Consejos de Desarrollo Rural Sustentable (CDRS) de la zona, donde se planean, coordinan y fomentan las actividades agropecuarias.

En esa zona hay alrededor de 30 mil habitantes, de los cuales los hombres tienen una escolaridad promedio más alta (5.7 años) que la de las mujeres (4.9) y 96 por ciento de los ejidatarios son varones. Además, aunque todos realizan faenas agropecuarias y productivas, los hombres no realizan actividades en el hogar, mientras que 36 por ciento de ellas tienen doble jornada.

En cambio, en la participación política y ciudadana, el mayor porcentaje de puestos en órganos gubernamentales y puestos políticos de elección popular lo acaparan los hombres. Solo aflora la mayoría femenina en el área de la política pública asociada con caridad o servicios, indica el estudio.

Los beneficiarios de programas gubernamentales con énfasis productivo, como Procampo, son en su mayoría varones, mientras los vinculados con salud y educación, como Oportunidades, tienen a mujeres como principales favorecidas. 

Esta realidad, producto de costumbres arraigadas, exilia a las mujeres de ciertos ámbitos de la institucionalidad, generando vicios y malas prácticas políticas como la predeterminación de los consejeros por parte de los presidentes, concluye el estudio.