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Ver día anteriorMiércoles 7 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde Durban, para sobrevivir el siglo XXI
L

as negociaciones sobre cambio climático han llegado a la encrucijada decisiva. Aquí en la ciudad de Durban se juega el destino del régimen regulatorio sobre el calentamiento global y la suerte de la humanidad. Las perspectivas para concluir un buen acuerdo no son buenas.

La concentración de CO2, el principal gas de efecto invernadero, alcanzó las 389 ppm (partes por millón) este año y las emisiones globales crecieron 5.9 por ciento (a pesar del freno en la actividad económica debido a la crisis). Estas noticias no son buenas. Seguimos en una trayectoria de incrementos de temperatura superiores a los dos grados centígrados, con consecuencias extremas en materia de sequías, inundaciones, deshielo de glaciares, aumento en el nivel del mar y, en general, impactos severos sobre agricultura y formas de vida de millones de personas. El momento de actuar pasó hace años, pero aún hoy se podría hacer algo para evitar lo peor. Y sin embargo, en Durban seguimos enredados en el egoísmo y ceguera de los poderosos.

Hay dos grandes temas marcando la Conferencia de las partes COP 17 en Durban. El primero concierne los compromisos sobre reducciones de emisiones de gases invernadero. En este terreno lo importante es el futuro del Protocolo de Kioto (PK) y sus metas obligatorias. El PK expira el año entrante y lo único que se ha propuesto es una serie de promesas y compromisos voluntarios introducidos en Copenhague en 2009 por los países que más han contaminado.

El segundo tema es el del financiamiento para cubrir los costos de adaptación al cambio climático y de reducción de emisiones de GEI. En Cancún se presionó para abandonar las metas obligatorias de Kioto a cambio de la constitución de un Fondo verde para el clima (FVC) con miras a cubrir los costos de adaptación al cambio climático y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

La Unión Europea anunció hace tiempo que extenderá sus obligaciones en el marco del PK. La UE mantiene su compromiso de reducir las emisiones de GEI en un 20 por ciento para 2020 (con respecto a los niveles de 1990). Pero el ofrecimiento no va sin condiciones y hay indicios de que Europa no hará más esfuerzos sin compromisos equivalentes de los otros países con más emisiones (una clara referencia a Estados Unidos y China). De todas formas, intereses poderosos en Europa siguen empujando con todo el desarrollo del mercado mundial de bonos o créditos de carbono. Y eso a pesar del desastroso estado en el que se encuentra dicho mercado en Europa.

Por su parte, Xie Zhenhua, el principal negociador de China, anunció que su país está dispuesto a aceptar metas vinculantes en un tratado si se aceptan sus condiciones: extensión del Protocolo de Kioto para un segundo periodo, cumplimiento de las promesas para cubrir efectivamente los cien mil millones de dólares del FVC y el respeto al principio de la diferente capacidad de los países para reducir emisiones.

China mantiene su compromiso de reducir sus emisiones en 17 por ciento para el próximo quinquenio y, según Zhenhua, el gigante asiático reducirá su intensidad de carbono hasta en 45 por ciento con respecto a los niveles de 2005 para el año 2020. Esas metas difícilmente se van a respetar y están diseñadas a dar una buena impresión aquí en el Centro de conferencias de Durban. La realidad es que China busca colocar a Estados Unidos en una posición incómoda para obtener concesiones en otros terrenos.

La realidad es que nadie aquí piensa que se llegará a un acuerdo con metas y compromisos vinculantes. El tiempo de una extensión de Kioto ya pasó. En ese contexto, lo único que se puede esperar de la COP 17 es un nuevo paquete de promesas sobre financiamiento. Pero si uno analiza las promesas y los desembolsos efectivos, se puede llegar a la conclusión de que hay un abismo que será difícil colmar en los próximos meses. Tomando en cuenta el giro que ha tomado la crisis financiera y económica global, será difícil convertir en realidad las promesas que se han prodigado con gran generosidad desde Cancún.

De todos modos, las sumas de las que se habla para cubrir los costos de adaptación en los países pobres provienen de graves sub-estimaciones. La cifra de cien mil millones de dólares anuales está relacionada con estimaciones sobre costos a partir de una errónea metodología que diseñó el Banco Mundial. El resultado es una brutal subestimación de los costos verdaderos en este terreno. Pero la cifra ha servido para diseñar el absurdo Fondo verde y dar la impresión de que se está avanzando en la lucha contra el impacto del cambio climático.

Aquí en el puerto sudafricano lo que se discute es dinero. Las preocupaciones por la acumulación de gases invernadero han sido reemplazadas por las inquietudes sobre la asignación de dineros prometidos. La consecuencia: se rebasará el umbral de las 450 ppm, con aumentos en la temperatura promedio de hasta 3 y 5 grados C. El cambio climático traerá consecuencias terribles, especialmente para los más pobres y vulnerables del planeta.