Lo distintivo de 2011 (rock anglo I )
os mil once: año de transición estilística, en que el sonido ambiental, paisajista, acústico y multi-instrumental se siguió imponiendo. Año en el que varios veteranos siguieron asomando casta, y en el que cada vez más mujeres marcaron la pauta. Aquí, la primera parte de los álbumes que, más que ser los mejores
, distinguieron a 2011, sobresalieron, indicaron caminos, en cuanto a rock anglosajón, según este apartado.
Tom Waits. Bad as me. Generar un estilo único es gran cosa, y más si aun así se oye fresco. Montado en los viejos blues, rockabilly, rhythm & blues, jazz, country y cabaret, este viejo lobo da vida a sus visiones rasposas, que van del humor al amor y la locura, con invitados de lujo: Keith Richards, Marc Ribot, David Hidalgo y Flea. Muy pocos de su generación tienen tal energía, actualidad y creatividad.
Paul Simon. So Beautiful or so What. Otro clásico: apegado a su estilo de polirritmias tribales, cuerdas, guitarras acústicas amables e insistentes, sin tufo nostálgico, con una producción contemporánea sin miedo al efecto y la producción digital, gran gusto por la textura sónica, y la asertividad de Graceland (1986), Simon ofrenda un disco de lúcidas y alegres tonadas, lleno de vida, sensibilidad y elegancia.
PJ Harvey. Let England Shake. Esta fabulosa cantautora inglesa, en equipo con John Parish y Mick Harvey, y la producción de Flood, se reinventa y entrega un fastuoso y crítico disco-concepto en torno a la historia bélica de su país, a punto de percusiones rústicas, xilófonos, metales y mucho autoharp (instrumento folk tipo salterio). Chulada que le mereció el Premio Mercury 2011.
The Beach Boys. The Smile Sessions. Más allá de la versión que Brian Wilson, genio detrás de los Beach Boys, emitió en 2004 del mítico Smile (grabado en 1966), a modo de añeja deuda, esta caja con cinco discos es un océano de tomas originales, que retratan la obsesión y perfeccionismo de un amo de la armonía pop, rechazada en su momento por los demás integrantes. Valioso documento, rico en deliciosas pruebas y errores
.
Oren Ambarchi/ Jim O’Rourke/ Keiji Haino. In a Flash Everything Comes Together as One There Is No Need for a Subject. En este álbum, grabado en vivo en Tokio, con batería, bajo, guitarras, gemidos y efectos electrónicos, este trío de prestigiados músicos experimentales (Australia, Estados Unidos, Japón) ofrece un retruécano de sonidos trastornados, que van de la improvisación libre al hard rock, el metal, el ruidismo y la dimensión desconocida. Desquiciante.
The Black Keys. El Camino. Los texanos Dan Auerbach (guitarra) y Patrick Carney (batería) toman el caminito dejado por los White Stripes y agarran carretera a bordo de este bólido de rocanrol claro, directo y sin frenos, con su claridosa combinación de hard rock, soul y boogie, y producción del gran Danger Mouse, en séptimo disco. Pasión por el blues, la distorsión 60-70’s y el canto confidente, puestos al día.
St Vincent. Strange Mercy. Annie Clark, texana virtuosa de la guitarra eléctrica, ejecuta un distintivo tercer álbum, más personal y menos académico, entre escenarios que contrastan fragilidad emocional, épicas cuerdas y su omnipresente fuzz tronador. Voz vaporosa, tensión, ansiedad, beats electro-acústicos, paisajes coral-orquestales, dan tono a un pop contemporáneo de gran clase.
Kate Bush. 50 Words for Snow. Como parte de su segunda racha reciente, esta jefa inglesa de los años 80, mamá estilística de Tori Amos, Fiona Apple, Bat for Lashes, Joanna Newsom…, deja caer siete delicados, a veces disonantes, copos de nieve vocales, con gargantas invitadas (Elton John en una pieza), un piano, cuerdas, y el eco cristalino de la sutileza y la quietud taciturna.
Fleet Foxes. Helplessness Blues. Romanticismo bucólico el de este conjunto de Seattle encabezado por Robin Pecknold, que con producción de Phil Ek vuelve en segundo plato: un viaje pastoral que remite a Crosby Stills Nash & Young y al folk sicodélico inglés de los años 60, con magníficos arreglos corales de ascendencia barroca y hasta celta: cítaras, flautas, violines, alusiones bíblicas, citas a Y.B. Yeats… Una gema.
The Horrors. Skying. Lejos ya del garage-psychobilly, el combo inglés encabezado por Faris Badwan evoluciona a un pop oscuro más sincero, cercano a My Bloody Valentine, Echo & the Bunnymen y Bauhaus, terrenos donde la melancolía, la intensidad melódica, las atmósferas sombrías y la introspección dan cálidos frutos. Menos esplendente que el Primary Colours (2009), pero más elaborado.
Twitter: patipenaloza