omo un homenaje reiterado a Carlos Monsiváis, el Museo del Estanquillo ha organizado varias conferencias en la feria de Minería, donde también lo evocaron El Fisgón y Carlos Bonfil; a mí me tocó hablar de Las alusiones perdidas, libro que contiene el discurso de Monsi cuando recibió el Premio Juan Rulfo, ahora FIL, en 2006. El texto de Jose Emilio Pacheco, quien le dio la bienvenida, antecede al del premiado: “Según ha podido documentarse, Monsiváis presentó un libro en El Colegio de México y otro en el Fondo de Cultura Económica. Simultáneamente participaba en una mesa redonda en Bellas Artes, era entrevistado en vivo por la televisión, contestaba preguntas en un programa radiofónico de teléfono abierto y redactaba con un boligrafo de hotel un artículo para El Universal”.
Además de armar un relato regocijante con sus posibles vidas simultáneas y de reseñar las experiencias que vivieron juntos cuando jóvenes, Pacheco destaca sus cualidades sobresalientes, que también podrían serle a él atribuidas. Las resumo: Monsiváis, practicante del arte de la memoria
; Monsi, capaz de recitar sin ninguna falla versos enteros de San Juan de la Cruz, de Neruda, de Gorostiza, de López Velarde, esa capacidad infinita de recordar que se extiende a todos los campos y a todas las culturas
; Monsi, escritor nacional pero también el más defeño e internacional de todos los escritores mexicanos; Monsiváis y su afición por la crítica literaria en general; Monsi y sus acertadas y numerosas antologías, la primera data de 1965, año en que tambien publica su notable autobiografía precoz; Monsiváis y su preocupación por la literatura y la historia mexicana del siglo XIX; Monsiváis, testigo de la historia contemporánea; Monsi, el melómano; Monsiváis el cinéfilo; Monsi, aficionado a las novelas policiacas y autor de un texto precoz sobre ellas cuando sólo tenía 18 años; Monsi, el gran cronista mexicano, en fin y para resumir, como dijo Octavio Paz, citado por Pacheco: “El caso Monsiváis me apasiona: no es ni novelista ni ensayista sino más bien cronista, pero sus extraodinarios textos en prosa, más que la disolución de esos géneros, son su conjunción. Un nuevo lenguaje aparece en Monsiváis –el lenguaje del muchacho callejero de la ciudad de México (con lo que la Onda se iniciaría con él: digresión)–, un muchacho inteligentísimo que ha leído todos los libros y todos los cómics y ha visto todas las películas. Monsiváis: un nuevo género literario”.
¿Y qué quiso decir Carlos en este discurso, además de hacer su autobibliografía, como declara expresamente? Reitera la importancia de la lectura y la necesidad de organizar un canon, primero, los grandes clásicos, luego, los libros sagrados, especialmente la Biblia, en la versión reformada de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera, cuya sobriedad y claridad del lenguaje tendría eco en su único libro de ficción, Catecismo para indios remisos. Otro elemento esencial: La poesía leída y memorizada en la infancia y en la adolescencia favorece también el sentido del ritmo, ese acervo acústico que si no se cultiva, asegura, se extingue para dar paso a la sordera
, aprendizaje obviamente ligado al arte de la memoria, desaparecido de manera lamentable desde hace muchos años de nuestra educación básica, tan criminalmente descuidada por quienes deberían protegerla (Digresión: acabo de ver en un cine capitalino un corto promocional del SNTE donde se fotografían con delectación y cinismo escuelas primarias en un estado de abandono y deterioro lamentables, diciendo al terminar el corto con abyecto triunfalismo que en escuelas semejantes se han educado algunos de las más destacados hombres y mujeres de México en las más variadas disciplinas...) Y concluye Monsi, lo subrayo: El neoliberalismo es... el encumbramiento de una minoría depredadora, y por ello se privilegia a la educación privada al margen de los niveles de calidad...
Interrumpo aquí este texto, a reserva de continuarlo en breve.
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