Opinión
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Adiós, Joaquín
E

n el año de 1995, unas semanas después de la trágica muerte de Eduardo Mata (1942-1995), la Orquesta Filarmónica de la UNAM interpretó el Postludio para cuerdas de Joaquín Gutiérrez Heras (1927-2012) como homenaje al gran director de orquesta mexicano, con quien el compositor mantuvo una larga y entrañable relación profesional y personal.

Fue durante esta interpretación del Postludio que la obra retomó el carácter que originalmente le había sido asignado por el compositor, una partitura In memoriam, de un importante músico mexicano a otro.

Esa noche, visiblemente conmovido, Joaquín Gutiérrez Heras comentó: Y yo que creí que algún día Eduardo iba a dirigir esta pieza en memoria mía. No pudo ser. Imagino que en las semanas y meses subsecuentes, varias de nuestras orquestas interpretarán el Postludio en memoria de su creador, fallecido hace unos días a los 84 años de edad.

El ritual es muy conocido, y el ciclo se repite una vez más: la muerte de un compositor importante desata una serie de homenajes y conmemoraciones que incluyen, sí, ejecuciones de sus obras. Ocurre, sin embargo, que muchas veces esas interpretaciones suenan huecas, no por falta de calidad en la música, sino por falta evidente de convicción de los organizadores, promotores e intérpretes de tales homenajes. Y ocurre, también, que por lo general esos homenajes no son suficientes para ocultar el hecho vergonzoso de que en vida los compositores no fueron tratados con el respeto que su música y su persona merecían.

El caso de Gutiérrez Heras es particularmente significativo, porque si bien no sería exacto decir que su música fue olvidada del todo, lo cierto es que sólo un puñado de sus notables composiciones aparecía repetitivamente en las programaciones de conciertos; entre ellas, en primer lugar, el mencionado Postludio. El hecho de que una parte sustancial de su producción, tanto de cámara como sinfónica, fuera soslayada de manera general, puede tener relación con el hecho de que Gutiérrez Heras nunca se alineó con ninguna vanguardia, ni se plegó a ningún ismo del momento. Su música fue, desde sus primeras hasta sus últimas obras, una música diáfana, transparente y de un atractivo directo y sin complicaciones inútiles.

Marcada con frecuencia por una clara tendencia a la armonía modal (producto de su conocimiento profundo de la música medieval y renacentista), la obra de Gutiérrez Heras habitaba en ocasiones mundos sonoros y expresivos que, sin dejar de ser evidentemente modernos, ofrecían al oyente atento algunos sutiles ecos de lo arcaico.

Tan injustificada como la infrecuente aparición de su música de concierto en nuestras programaciones orquestales y de cámara (y quizá más grave) es la total ausencia y olvido de su numerosa e importante música cinematográfica. Este hecho, más que una afrenta personal en contra de Quinos (como lo conocíamos sus amigos) es un reflejo de la inexistencia de una cultura de la música cinematográfica en nuestro país. El propio Joaquín se sentía particularmente orgulloso de la partitura que compuso para el filme documental que registró las incidencias de los Juegos Olímpicos realizados en la ciudad de México en 1968.

El compositor solía narrar que durante la época de exhibición de la película, numerosos espectadores se acercaron, entusiastas, a las tiendas de discos a solicitar la grabación del soundtrack correspondiente… que nunca existió. No me cabe duda que el rescate y divulgación de la música cinematográfica de Joaquín Gutiérrez Heras (cinéfilo de largo y profundo alcance) es una tarea pendiente cuya realización nos enriquecería notablemente. ¿Será posible, ahora que Quinos ya se murió?

En lo personal, recordaré que con Gutiérrez Heras tomé (en el CCC) la única clase formal de música que realmente me emocionó y me enriqueció. Y recordaré las instructivas y extensas conversaciones sobre música y cine que sostuve con él a lo largo de los años. No olvidaré, tampoco, una de sus cualidades sobresalientes: un envidiable sentido del humor, a veces áspero y corrosivo, pero siempre informado y con un sentido crítico certero y puntual.