Primer ¿adiós? a Felipe
PAN: adjuntocracia
Santo Oficio Ético
Sandoval, contra copetes
Evaluación a maestros
Corrupción, sangre y desempleo
Tarjetas de crédito
Casas de empeño
Calderón, desbocado
IFE: repetir el 2006
¿Logros humanistas?
De nueve sílabas
n un ritual ajeno a la formalidad republicana establecida en las leyes, el aún titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, formuló ayer en el Auditorio Nacional una larga exaltación propia y un desmedido autoelogio, a fin de rendir cuentas
ante una decena de miles de funcionarios y de burócratas acarreados.
Invita al gabinete de AMLO a destapar propuestas
hora que empezarán formalmente las campañas electorales para la Presidencia de México, si todos y cada uno de los personajes que el candidato de las izquierdas ha invitado a formar parte de su gabinete en caso de ganar dieran la cara y anunciaran los capítulos respectivos de su propaganda política, es muy probable que cambiaran sensiblemente las tendencias electorales hasta ahora reportadas por diversas encuestas de opinión.
ojos de Dios todos somos iguales, pero no lo somos a ojos del papa Benedicto XVI, quien nos trató diferente. Cuando visitó Alemania, Australia y Estados Unidos se entrevistó con víctimas del abuso sexual por parte de sacerdotes a quienes se había confiado a niños para su educación y cuidado. En cambio aquí, ni las vio ni las oyó. No sabemos si fue decisión del Vaticano, aunque uno hubiera esperado lo contrario en vista de que el cardenal Ratzinger fue un severo crítico de Marcial Maciel, el patético protagonista de los episodios más vergonzosos de la historia reciente de la Iglesia católica mexicana. Bernardo Barranco, en estas páginas, atribuye la responsabilidad de esta imperdonable omisión a los obispos mexicanos, que no han querido dar la cara a las víctimas, ni asumir la parte de culpa que les toca en tanto que miembros de la corporación que es la Iglesia. Según Barranco, el Papa no quiso balconear
a los obispos locales que rehúyen cobardemente ese tema y que no se atreven a tratarlo en público, asumiendo que lo hacen en privado, aunque no sea más que para hablar mal del arrogante Maciel.
l amor es un sentimiento, una emoción, una pasión y hasta una virtud de un tercer nivel (aun neurológico). El simple placer o el dolor son sensaciones o emociones de primer grado. Me duele una muela; me causa placer el azúcar. La alegría o la tristeza son de segundo grado. Puedo tener alegría deseando un placer futuro, o tristeza recordando un dolor pasado. Las emociones de segundo grado atraviesan ya el neocortex y tienen un componente cognitivo, memorativo y evaluativo. El amor o el odio son de un tercer nivel: ya que es un afecto que puede renunciar a la alegría o el goce, o enfrentar la tristeza o la insatisfacción en vista de una simpatía con el otro, que le lleva aun a poder afrontar la propia negación al intentar la afirmación del otro: como la madre que arriesga su vida por tener un hijo que la pone en peligro; el padre que se lanza al río para salvar a su hijo; o el héroe que se entrega por la patria. El amor afronta el dolor y la tristeza porque por simpatía tiene hasta conmiseración por el otro. El amor del que hablamos no goza ni desea objetos, cosas, sino personas.
uizá no fue del todo inesperado que a mediados de febrero Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, anunciase que no aspiraría a ser designado para continuar al frente del organismo, que dirige desde 2007. Tras las traumáticas circunstancias que marcaron los relevos de su predecesor en el Banco, ese año, y de su par en el FMI, el pasado, este nuevo episodio careció de dramatismo y no produjo titulares de escándalo. Casi pasó inadvertido más allá de los círculos de la alta burocracia financiera internacional. Se hizo notar, es cierto, que no era alta la probabilidad de que un remanente de los años de Bush obtuviese el apoyo del gobierno de Obama, sin el cual no podría seguir en el cargo, y que ello podría haberlo orillado a anunciar su salida para el 30 de junio. No tardó en advertirse, sin embargo, que el relevo de Zoellick abría la oportunidad de poner a prueba las intenciones del puñado de países que detenta el control del banco respecto del alcance de la reforma de la institución. En otras palabras, brindaba la ocasión de sepultar la tradición feudal que ha regido las designaciones de los ejecutivos del fondo y el banco desde la fundación de ambas instituciones hace más de seis decenios. Como se sabe, esta peculiar forma de feudalismo fuera de época consiste en que Estados Unidos se ha reservado el privilegio de elegir al presidente del banco, mientras que a los países europeos ha cabido el de nominar al director-gerente del fondo. Se sabe también que, tras el relevo en el FMI el año último, todavía ajustado a esa práctica tan arbitraria como obsoleta, la siguiente oportunidad debería ser diferente. Esta siguiente oportunidad, que no debe dejarse pasar, es ahora.
os encargados de narrar la visita papal a Guanajuato dedicaron buena parte de sus observaciones a comparar el carisma de Juan Pablo II con el talante frío de su sucesor. A ojo de buen cubero, el alemán no tenía manera de salir bien librado. El primero arrebataba a las multitudes, las hacía delirar de emoción con sólo un gesto, una sonrisa o una palabra. El segundo, en cambio, es un teólogo, un pensador religioso, un ser conceptual carente de vivacidad emotiva. Ese era el personaje esperado por los 300 mil católicos invitados con boleto a presenciar los actos rituales.Y, sin embargo, al salir de México, al decir de Valentina Alazraki, Ratzinger parecía otro, casi un desconocido. La nostalgia, el fervor, la experiencia (y los medios) hicieron el milagro de convertir al anciano Ratzinger en un ídolo de masas: hasta un sombrero de charro se caló para fijar la previsible imagen final. Benedicto, hermano, ya eres mexicano
, coreaban los fieles, apremiados por el animador, al despedirlo en la puerta del Colegio Miraflores, en León. Una vez más, la hospitalidad idiosincrática llevada a devorar al huésped reprodujo esa catarsis de autorreconocimiento que no admite otra mirada en el espejo que no sea la propia. La verdad, ¿era necesaria tanta exaltación para hacer visible la catolicidad del pueblo? Pasado el temor a una recepción fría o distante, todo parecía desmesurado, pues la inauguración a distancia de la iluminación de la estatua del Cristo del Cubilete y las reuniones con obispos latinoamericanos no parecían justificar el incómodo desplazamiento del obispo de Roma. Las dudas se disiparon pronto y al final los herederos de la tradición cristera, los mismos que jamás declinaron las banderas de la restauración, obtuvieron una nueva batalla simbólica sobre el viejo laicismo del Estado que hoy se busca precisar en el texto constitucional.
a visita a Cuba del papa Benedicto XVI concluyó con gran éxito para el Vaticano y la Iglesia católica en la isla, así como para el pueblo y el gobierno cubanos. Fracasaron todas las provocaciones de la contrarrevolución, obediente a Estados Unidos, en su intento de enfrentar a la jerarquía eclesiástica nacional o al propio Sumo Pontífice con las autoridades de la isla, otra derrota para los planes subversivos de Washington, cuya política hacia Cuba tiene como objetivo central el derrocamiento del gobierno revolucionario.
imultáneamente han aparecido dos pronunciamientos de grupos de ciudadanos esencialmente diferentes que irrumpen en la contienda político-electoral. Uno de ellos expresamente invita a los candidatos a responder por escrito una serie de preguntas y a presentarlas en un foro público. El otro insiste en la propuesta presentada hace tres años para tomar las medidas necesarias para llevar a México a un nuevo curso para el desarrollo.
pesar del sesgo comercial y al parecer muy acorde con algunos aspectos de Televisa, el drama que escribió Arthur Miller hace más de sesenta años sigue interesando y conmoviendo a los espectadores actuales. La muerte de un viajante no sólo no ha perdido su vigencia sino que ésta probablemente sea mayor en el México contemporáneo que cuando Alfredo Gómez de la Vega la escenificó en 1953, porque ahora el espíritu competitivo y la intención de ser el primero en algo y ganar mucho dinero, así como un sistema que ve a las personas, sobre todo a los viejos, como elementos desechables, está presente entre nosotros desde hace algunas décadas. El dramaturgo estadunidense concibió su obra como una crítica al llamado sueño americano
que todavía pervive en algunas mentes y en el que todos podían ascender socialmente y tener medios suficientes para una vida de bienestar. El fracasado Willy Loman es el ejemplo de este propósito de Miller, quien se queja en sus memorias del tono sentimental y plañidero que tuvo Frederic March en la versión cinematográfica de 1951, porque no es una víctima sino un hombre de múltiples culpas, mentiras y ocultamientos, como fuere insuflar en sus hijos un errado espíritu triunfador. No es, pues, el meollo de la trama que el viajante se suicide para que sus hijos tengan el dinero del seguro, sino un final que se corresponde con otros varios intentos de suicidio y con los delirios que muestran a Willy Loman en la pérdida de sus facultades, además del cansancio que confiesa.