Plantea un análisis multidimensional de la primavera árabe
, en su libro más reciente
En 22 países explota la olla exprés contenida desde 1916 y ahora hay que rehacerla, sostiene
Martes 8 de mayo de 2012, p. 6
Tras el análisis multidimensional
del complejo proceso en curso de las revoluciones árabes, comenzadas apenas el año pasado, el analista de temas internacionales Alfredo Jalife-Rahme confirma su observación de una tendencia poco mencionada pero ya planteada por él desde hace un lustro: el mundo se está desglobalizando
a la vez que se conforman nuevos regionalismos en el planeta.
El nuevo libro del colaborador de La Jornada se titula Las revoluciones árabes en curso: el detonador alimentario global (Grupo Editor Orfila Valentini), una intensa y necesaria puesta en contexto de la llamada primavera árabe
, comenzada de manera impensada en Túnez en 2011 y de inmediato generalizada a ese universo regional de 22 países.
El libro será presentado hoy a las 19 horas en la Librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica (Miguel Ángel de Quevedo 115), con la participación del autor y de Miguel Ángel Orozco Deza, ex embajador de México en Egipto; Gilberto Conde, especialista de El Colegio de México en Medio Oriente; Ileana Rodríguez Santibáñez, investigadora del Tecnológico de Monterrey, campus Xochimilco, y José Alberto Villasana, humanista y especialista en asuntos internacionales.
Compleja reconfiguración
Se trata, dice de entrada Jalife-Rahme en entrevista, de un mundo árabe concebido desde 1916 por Inglaterra y Francia, con fronteras arbitrarias tras el reparto del imperio otomano. Pero ahora ese mundo experimenta una muy compleja reconfiguración que, afirma, llevará muchos años. Está explotando la olla exprés contenida desde 1916, y ahora hay que rehacerla
.
Sin embargo, el también neuroendocrinólogo observa ya muchos nuevos aspectos, características y tendencias: caída de repúblicas autoritarias (Egipto, Libia, Túnez), consolidación y crisis de petromonarquías, eclosión del sectarismo y balcanización (Sudan, Siria, Irak), auge de los Hermanos Musulmanes, acecho de Al-Qaeda.
Todo ello permeado por momentos trágicos, evoluciones e involuciones, una sensación de incertidumbre, un nuevo orden regional pentapolar
(Irán, Turquía, Israel, Egipto y Arabia Saudita) y, a nivel mundial, la mencionada desglobalización
en favor de procesos de consolidación regional, como el de Sudámerica.
El problema al abordar el mundo árabe, que no el Medio Oriente, que también sería extensivo, es el maniqueísmo lineal occidentaloide, con categorías muy pobres para el análisis. Hay que entrar con un prisma de hipercomplejidad, no lineal, si no se pierde uno.
El efecto dominó
de las revoluciones árabes, recuerda, comenzó hace un año en Túnez de manera impensada, con un acto de inmolación de un joven universitario desempleado y cuya inconformidad cautivó
y se generalizó muy rápidamente.
“Túnez era el más apacible de los 22 países del mundo árabe, de los más proeuropeos, con un alto índice educativo y el lugar 17 del mundo. Tiene alrededor de 10 millones de habitantes y el mundo árabe en general, 360.
Los musulmanes, que forman parte de la Conferencia Islámica, incluyen alrededor de 57 países, con mil 600 millones de habitantes. Eso es muy interesante porque tiene la misma configuración religiosa que en el mundo árabe: alrededor de 80 u 85 por ciento son sunitas y 15 por ciento, chiítas. Hay países que son mayoritarios chiítas o sunitas.
Las revoluciones árabes quizá estaban en una sala de espera, porque básicamente los gobiernos que caen son gerontocracias, repúblicas dictatoriales
, aliadas de occidente y que perseguían a los Hermanos Musulmanes: Túnez, Libia, Egipto.
Libia al final se había reconciliado con occidente y ese fue el pecado de Kadafi porque abrió la banca, la privatizó, y ahí lo hicieron pedazos, con el modelo neoliberal, el cual no se ha estudiado a fondo pero es una de las causas porque exacerbó la riqueza y la pobreza. Y hoy Al-Qaeda tiene el poder en Libia, desde Trípoli.
Sí se puede hablar de un efecto dominó, pero hay que hacer el análisis a tres niveles: el local, pues cada país tiene su idiosincrasia; el regional, donde hay correlación de fuerzas, equilibrios, fronteras, como con Turquía e Irán, que no son árabes pero tienen ejércitos poderosos.
Y el nivel mundial, en el que el petróleo, el agua (Libia, por ejemplo) y la ubicación geográfica estratégica atraen los intereses, por un lado, de Estados Unidos y Europa, y por otro, de las llamadas potencias emergentes como China, Rusia, India y Brasil.