l debate entre la candidata y los candidatos se desarrolló a retazos de temas fundamentales y con ausencia de otros que no fueron incluidos, lo cual me lleva a suponer que la llamada intención de voto no se movió o lo hizo muy poco. En general no se abordaron los cómos
de las propuestas, pese a que algunos de los subtemas se orientaban en ese sentido, así que se constata que en los planteamientos generales hay dos proyectos, el de López Obrador, que plantea un cambio de modelo con mayor énfasis en la rectoría del Estado que en la privatización, sin excluir la participación de capital privado pero no en los sectores estratégicos. En contraste, tanto el PRI como el PAN se afilian a profundizar el neoliberalismo aun cuando cada uno pelea por alcanzar la Presidencia de la República; por ello observamos la obsesión de la candidata Vázquez Mota por señalar a Peña Nieto sus deficiencias en el gobierno del estado de México y corrió con suerte, pues sólo le señalaron a ella su ausentismo en la Cámara de Diputados y no sus errores como secretaria de Estado. Para quienes tenemos definido votar y hacerlo por AMLO y esperaríamos que otras y otros se sumaran en el mismo sentido, el debate permitió que se enfatizara como un proyecto y un candidato, ése si diferente.
No encontraron imputaciones dirigidas a su gestión pública. El subtema denominado Conservación
fue escasamente abordado y es crucial en la definición de un cambio de rumbo. ¿Cuál sería su política en materia de ordenación y conservación del territorio? ¿Su política de subsidios para el campo, con criterios de conservación al medio ambiente? ¿Su política para lograr una explotación ordenada y sustentable de los recursos de los mares mexicanos? ¿Qué medidas tomaría para frenar la deforestación y recuperar los recursos naturales renovables del país? De todos los temas seleccionados para el debate, éste sería el que guarda mayor cercanía con la problemática de los derechos colectivos de los pueblos indígenas, por supuesto con una reformulación de sus conceptos.
Me llamó la atención la centralidad del petróleo y de Pemex y la ausencia del impacto de la minería, porque de pronto pareciera que nuestro país es una isla que se mueve en el fango de la corrupción interna y el factor del capital transnacional se diluye. Con mucho la Semarnat, con sus manifestaciones de impacto ambiental favorables para otorgar concesiones mineras a empresas canadienses, debería someterse a un escrutinio a fondo. De igual forma no aparecen las determinaciones del Banco Mundial o del Banco Interamericano de Desarrollo condicionando préstamos para financiar programas sociales. Todo ello, capital trasnacional e instituciones financieras mundiales deben visibilizarse para abordar la viabilidad del cambio en un plazo tan corto como es un sexenio.
Por otra parte, a propósito de los reconvencidos
, hay que señalar que no es un concepto unilineal, pues los hay con decisión de no votar. Una organización tan emblemática como Tlachinollan de Guerrero ha publicado un artículo fuerte titulado ¿Con qué autoridad moral nos piden el voto?
Y ofrece un recuento de daños muy amplio, sin que aparezca matiz alguno respecto a la y los aspirantes a la Presidencia de la República.
Hay otros sectores de los movimientos sociales en esa posición y otros que siendo críticos, como la Red Nacional Todos los Derechos para Todas y Todos, no llaman a no votar y señalan la ausencia de los derechos humanos y ofrecen una agenda mínima con propuestas de compromisos (que, por cierto, en el caso indígena solicitan la revisión de la reforma constitucional en términos de los hoy incumplidos acuerdos de San Andrés y cancelar los proyectos de desarrollo de gran escala que hayan sido diseñados sin consultar a las y los afectados, y afecten las tierras y los territorios de los pueblos indígenas
; con ambos planteamientos estamos de acuerdo, sólo que entrañan la intervención del Poder Legislativo y aun así el segundo planteamiento requiere de un análisis más complejo; sólo recordemos las limitaciones actuales del derecho a la consulta).
La cuestión es medir si los reconvencidos del abstencionismo impactan en las definiciones del electorado potencial, porque evidentemente no lo hacen respecto al voto duro
de la y los aspirantes. En otras palabras: ¿cuál sería la tipología de los llamados indecisos? ¿Lo son porque están analizando con atención las propuestas, en el mejor de los casos? ¿Lo son porque no quieren arriesgar su voto y pragmáticamente esperan decidir en último momento a favor de quien aparezca con mayor fuerza? Ojalá que así sea y en debates reales, fuera de los organizados por el Instituto Federal Electoral, se avance en la problematización de las propuestas y también que conozcamos qué proponen quienes aspiran a integrar el Poder Legislativo. ¿Quiénes son? Todo se vale en las democracias precarias, hasta la votación y anulación diferenciada.