Gonzalo González Chalillo. 1931-2012
onzalo González –a quien todo mundo identificaba cariñosamente como Chalillo– no sólo era un músico de excelencia, un baterista de pulso sutil y riguroso, era también un ser de luz. Y con esto no pretendemos entrar en los terrenos de la religiosidad o el misticismo, no; su luz era natural, sencilla, casi corpórea, parecía que en cualquier momento ibas a poder tocarla.
Cinco meses después de haber sido internado en el hospital Carlos McGregor, para atenderse de los divertículos que lo aquejaban desde hacía 20 años, el maestro sufrió un choque séptico y perdió la vida. “Se fue tranquilo, en paz –comenta su hijo Mauricio–; no se le vio nunca fastidiado ni molesto; todos los días que estuvo hospitalizado hacía ejercicios de calentamiento, moviendo los dedos y las manos, como siempre lo hacía antes de tocar. Diez o 15 minutos antes de dormirse los estaba haciendo y poco después falleció.
“Él fue padre, esposo, amigo –agrega Mauricio–, pero lo que más fue siempre… fue baterista; siempre estaba moviendo sus dedos, a toda hora, como si estuviera tocando o recordando alguna pieza. Así fue siempre… una persona recta y entregada. Es el legado que nos dejó.”
Gonzalo González Lloval nació el 10 de diciembre de 1931 en la ciudad de Monterrey. En el programa de mano del homenaje que se le rindiera a él y a otros nueve pioneros del jazz en México en el Palacio de Bellas Artes, el 9 de agosto de 2011, se puede leer: “A los cuatro años de edad tocaba ya sus primeras polcas en los tambores de un carrusel que administraba su papá, en su natal Monterrey. Cinco años más tarde, pasa a las carpas y descubre la magia del jazz. En 1951 llega a la ciudad de México y su beat se hace presente en las más importantes orquestas de la época. Hoy, a punto de cumplir 80 años, Chalillo figura como el impecable baterista de Heberto Castillo”.
Ergo, el maestro llevaba 76 años ininterrumpidos en la música profesional.
Independientemente de su larga estadía en el grupo de Heberto Castillo, Chalillo llegaba a presentarse con su cuarteto, complementado por Raymundo Balbuena al piano, César Augusto de Labra en el bajo y Ángel Manjarrez en los saxofones. Además, tocó la batería con infinidad de jazzistas nacionales y extranjeros, entre los que destacan la Orquesta de Chucho Hernández, Mario Patrón, Freddy Manzo, Enrique Nery, Larry Russell, la Jazz Gang y Enrique Orozco. En otros terrenos, fue baterista del grupo de Marco Antonio Muñiz durante varios años.
Enrique Valadez, contrabajista y profesor de jazz en la Escuela Superior de Música, hizo mancuerna con Gonzalo González durante 42 años, tocando en un sinfín de proyectos. Él nos comenta: “Chalillo era un músico muy profesional, muy puntual, siempre muy bien vestido… y era muy estricto en la cuestión de las presentaciones, siempre quería que todo saliera bien”.
A pesar de haber grabado en infinidad de discos durante tantos años, Chalillo sólo tiene un disco compacto como líder de proyecto. Se trata de Gonzalo González Chalillo y sus Amigos Tocando Jazz. Aquí se dieron cita pianistas de la talla de Enrique Nery, Olivia Revueltas, Hilario Sánchez, Heberto Castillo, Luis Zepeda, Carlos Ramos y Paolo de Sanctis; en el bajo y el contrabajo estuvieron Enrique Valadez, Raúl Picasso, Carlos Macías y Miguel Ángel de la Mora; los saxos estuvieron a cargo de Ponchito Martínez, Larry Russell y Roque Guzmán; la percusiones fueron de Gerardo Rascado, y las voces de Micky Chantin y Anne Marie. Un disco de colección.
A propósito de este disco, el baterista comenta lo siguiente en el libro Sub versión de los hechos: “Estas son grabaciones en vivo, en diferentes conciertos, con muchos de mis amigos. Hicimos un festival de jazz en el teatro Ángela Peralta, allá por el Auditorio; luego grabamos también unas cosas en Coyoacán… yo toco la batería desde los cuatro años, o sea que tengo 76 años como músico. Y aprendí así, nomás viendo a los bateristas de Monterrey y de todos los pueblitos que estaban cerca. Soy autodidacta”.
Su última intervención discográfica fue en 2011, en el disco Vivencias de Heberto Castillo. El pianista nos habla también sobre Chalillo: “Fue un excelente músico, amigo y compañero. Con eso creo que lo digo todo… era muy sencillo, no alardeaba de nada, a pesar de tener un enorme conocimiento musical.”
Después de un concierto en el Lunario escribimos: “… era la placentera actitud de Chalillo, quien abordaba su instrumento con una satisfacción y un placer casi inauditos; sus toques eran tan sencillos y precisos como elegantes e intensos, las baquetas y la batería misma eran una mera extensión de la sonrisa con que armaba sus compases. Nos sentimos bien, muy bien, al ver a qué grado puede un músico disfrutar de su propia musicalidad” (La Jornada 20/II/05).
Descanse en paz. Salud.