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Reconoce lugar de cautiverio durante la dictadura militar argentina

Portugués torturado en 1976 halla infierno en lujosa galería

Arturo Santana es querellante en la Megacausa de Campo de Mayo

Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 16 de agosto de 2012, p. 24

Buenos Aires, 15 de agosto. Una víctima de la pasada dictadura militar, de ciudadanía portuguesa, reconoció durante la filmación de una lujosa galería de negocios, en pleno centro de esta capital, el centro de torturas donde estuvo secuestrado en 1976.

Arturo Santana, director de fotografía y quien trabaja en televisión y cine, estaba filmando para un álbum musical en 1987, cuando bajando por los sótanos de ese enorme y antiguo edificio reciclado, reconoció por los pisos y otros detalles el lugar donde pasó días de infierno durante la dictadura (1976-1983).

Relató que repentinamente se dio cuenta de que había estado allí, en otro momento y en otras condiciones y comenzó a revivir la historia de su secuestro, cuando los policías lo metieron al lugar con las manos atadas y una capucha en la cabeza. También reconoció la calle, que es la misma sobre la que está ubicada una parte del edificio.

Santana mlitaba entonces en la organización Montoneros y cuando fue a ver a su hija pequeña a un hospital de niños, sin saber que le habían tendido una trampa, un grupo de tareas que lo seguía lo detuvo.

Fue golpeado y luego lo llevaron a un lugar que no conocía. Así pasó cinco días en los subsuelos de lo que hoy es Galería Pacífico y luego fue llevado al cuartel militar de Campo de Mayo, donde permaneció hasta fines de agosto de 1976.

En Campo de Mayo estuvo en un lugar especial con otros extranjeros, entre los que recuerda a un italiano, a un gallego y a un argentino, quien era físico.

Relató también que los sacaban todos los días para torturarlos. En una especie de carpa militar nos torturaban con picanas, me cortaron las venas y después ponían el brazo debajo de una canilla de agua para que la sangre corriera. Te cosían y te volvían a cortar. También había simulacros de fusilamiento colectivos, dijo en su primer testimonio

En una entrevista reciente con Página 12 recordó que al grupo de detenidos-desaparecidos con el que estaba, los alojaban en un galpón para extranjeros, una especie de hangar chiquito que tenían al final de una pista.

Fue liberado por las gestiones de gobiernos europeos y especialmente del cónsul portugués en Buenos Aires, Antonio Pereira Do Santos. Influyó también la preocupación de amigos militares de la llamada Revolución de los Claveles en Portugal y así, junto con otros compañeros de prisión, sus captores los sacaron un día y los abandonaron en una plaza, dándoles plazo de 24 horas para salir del país.

Viajó a Portugal y volvió varias veces hasta 1987, cuando hizo el descubrimiento del lugar en que estuvo secuestrado y pudo comenzar a reconstruir la historia.

Se conoce que en esa misma manzana donde están las Galerías Pacífico operaba desde 1973 la Superintendencia de la Policía Ferroviaria y también Coordinación Federal.

El pasado 23 de abril Arturo Santana se presentó como querellante en la llamada Megacausa de Campo de Mayo y su abogado Pablo Llonto solicitó a la justicia que informe además si en este lugar funcionó un polígono de tiro y/o dependencias de la llamada Policía Ferroviaria o Superintendencia de Seguridad Ferroviaria.

Existe el informe de un fiscal que establece el funcionamiento allí de un centro clandestino entre 1977-1981, que como otros similares estaban bajo la responsabilidad de Guillermo Suárez Mason, quien era jefe del Primer Cuerpo de Ejército. Éste general ya fallecido, responsable de crímenes de lesa humanidad, estuvo ligado a la Operación Cóndor y a los crímenes cometidos en Centroamérica en la guerra sucia de Estados Unidos contra Nicaragua en los años 80.

En tanto, en un dictamen del procurador general de la Nación, Luis González Warcalde, se considera que las vejaciones sufridas por los soldados a manos de sus oficiales –cuando la junta militar de la dictadura tomó las islas Malvinas en 1982 y luego se enfrentó a la flota británica en la llamada guerra del Atlántico sur– son imprescriptibles.