París, 18 de agosto. Cuando perdió los brazos y las piernas hace 18 años, el francés Philippe Croizon quiso morir, pero logró sobreponerse y conseguir una marca única: atravesar a nado cuatro estrechos en cinco continentes, entre ellos el de Gibraltar.

La última etapa de su sueño la consiguió al nadar en las heladas aguas del estrecho de Bering la distancia entre la menor isla de Diómedes, en Alaska, y la de Ratmanov, perteneciente a Rusia.

Croizon, de 44 años, y que llevó unas prótesis especiales con aletas y un traje de neopreno, necesitó una hora 20 minutos para atravesar los casi cuatro kilómetros de distancia. Fue la prueba más dura de mi vida, dijo a la emisora France Info.

Así como los estrechos unen continentes, él quería unir a las personas con su acción, declaró. Y consiguió probar que no debe haber diferencias entre quienes tienen discapacidades y los que no. Eso no importa.

Croizan agradeció además al nadador extremo francés Arnaud Chassery (35), quien lo acompañó todo el tiempo en el agua. Sin él no lo habría conseguido.

En 1994, Croizon perdió las extremidades en un accidente: quería cambiar la antena de televisión en el techo de su casa y recibió una descarga eléctrica de un cable de alta tensión.

En 2010 se convirtió en la primera persona sin extremidades que cruzó el Canal de la Mancha. Su más reciente aventura comenzó en mayo, al cruzar en siete horas y media los 20 kilómetros entre Papúa Nueva Guinea e Indonesia. Luego junto con Chassery nadó en el mar Rojo entre Egipto y Marruecos, para cerrar en el estrecho de Bering.