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No detienen a Raúl Rocha porque tendrían que apresar a cada funcionario involucrado

Casino Royale: a un año de la matanza, el dueño sigue impune y el dolor ahogado
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Preparativos para homenajear a los fallecidos en el Casino Royale, ayer en la capital neoleonesaFoto Gabriela Pérez Montiel /cuartoscuro.com
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 19 de agosto de 2012, p. 8

Monterrey, NL. Como cada jueves, van llegando al Casino Royale con flores y agua; algunos no traen nada, sólo tienen la mirada suspendida en el tiempo. Todos padecen los estragos del duelo interminable. A un año de la tragedia, el dueño del lugar, Raúl Rocha Cantú, sigue libre. Y continúan esperando justicia y reparación. Cumplen con el ritual de cada semana: limpian los jarrones, acarician las 52 cruces, colocan la ofrenda. Platican, se desahogan.

La habitación de Brad Xavier Muraira, de 18 años, sigue intacta. Su madre, Samara Pérez Muñiz, sobreviviente del atentado, no ha podido cambiarla, sólo sacó su ropa para dársela a su hijo menor. Apenas pudo depositar sus cenizas en el cementerio: No podía, no quería desprenderme de él, pero con la ayuda de Dios y mi terapeuta lo hice.

Edmundo Jiménez Ramírez, en cambio, no ha podido volver a la casa que compartía con su esposa, Rosa María Ramírez: Todavía no me puedo quedar a dormir. Tengo la casa sola, me vine a rentar un departamento. No puedo vivir allí. Me gana el sentimiento y me salgo, ni siquiera puedo estar un rato, me da mucha tristeza.

Abatido, llorando con un sollozo profundo, Alejandro Morales cuenta que durmió anoche en la recámara que compartía con su hijo Rubén Morales Castillo, de 19 años: “Veo su cama vacía y me dice: ‘ya no estoy, papá, pero te quiero’. Diario tengo dinámicas con Rubén. Platico con él, me río, lloro, lo siento. Sé que no está físicamente, pero en espíritu me acompaña. Mire, yo finalmente ya no espero justicia, no espero nada. De hecho, lo que quiero es morirme e irme con mi hijo”.

A un año del atentado, los familiares de las víctimas del casino preparan una campaña denominada Voltear a ver, para involucrar a la ciudadanía en esta causa. También recaban firmas para el proyecto Ni un casino más, que se propone evitar la apertura de estos negocios plagados de irregularidades, cuyos dueños son funcionarios estatales o federales y empresarios.

El 25 de agosto de 2011, Rubén se levantó temprano. Era su primer día de trabajo como mesero del Royale. Cuando ocurrió el atentado, el joven ayudó a decenas de personas a salir del lugar, según los testimonios recabados. En cuclillas, se colocó de banquito para que la gente saliera por la parte trasera, aguantando en su espalda, los tacones de las señoras y el peso, hasta que los gases tóxicos lo mataron: Mi hijo es un héroe anónimo. Era tan jovencito mi niño, que pudo haber escapado, corrido, pudo haber salido indemne de ese atentado. Sin embargo, ofrendó su vida por los demás, dice Alejandro, de 59 años, quien desde entonces ha sufrido dos infartos, perdió los dientes y padece una profunda depresión.

Rubén estudiaba la preparatoria, era su primer día de trabajo y los que sacaron su cuerpo le robaron la cartera e hicieron uso posterior de sus tarjetas. El Casino Royale le iba a pagar mil 50 pesos por quincena, pero no lo quiso reconocer como su trabajador: Nunca quisieron reconocerlo, a pesar de que hay testigos que han declarado. En este hecho, los culpables tienen nombre y apellido y están libres. ¿Dónde está la justicia? ¿O tenemos que esperar a la justicia de Dios?

Sin justicia, ni olvido

Amara Pedroza, economista de 26 años, dejó Playa del Carmen, donde trabajaba, cuando se enteró de la muerte de su madre, Amalia Terrazas, víctima en el Royale. Desde entonces, empezó una nueva vida de lucha para que se haga justicia. Ha emprendido sola los trámites interminables de la burocracia del gobierno de Nuevo León, que sólo le entregó 20 mil pesos para gastos funerarios. Ha seguido de cerca las investigaciones de las autoridades y ha asistido con espanto a la impunidad que cubre a funcionarios del gobierno y a los dueños del centro de apuestas, unidos por un pacto de corrupción para no hacer justicia: Vivimos en un país donde no existen responsables. Los funcionarios y autoridades no son responsables de sus actos, nadie les hace nada. Buscan intereses propios y no la justicia. Ellos son juez y parte. Lo más increíble es que no se detenga a Raúl Rocha Cantú, a quien ni siquiera la PGR ha llamado a declarar.

La Procuraduría General de Justicia de Nuevo León detuvo a 10 perpetradores, pero no a los autores intelectuales del atentado, ni a los responsables de que el club funcionara sin salida de emergencia operativa, ni a los funcionarios que permitieron todas las anomalías de apertura por corrupción, ni a los de Protección Civil que tardaron horas en rescatar a la gente: No sé si puedo hacer el duelo. Entiendo la muerte, entiendo que esto nos llega a todos, pero un atentado de esta manera significa vidas cortadas. Son vidas que no tuvieron que terminar. No llegaron a un fin por causas naturales. Esto lo hace más difícil. Saber que pudo haber sido evitado por muchas razones. Pienso: ¿Por qué mi mamá estaba allí? ¿Por qué estaba en el momento equivocado?

Cuenta que su madre, de 56 años, era una mujer feliz, plena, muy dinámica, a quien le gustaban mucho las plantas; una mujer muy solidaria: Mi mamá siempre unía a toda la familia por medio de la comida. En todos los eventos hay un lugar vacío.

Desde hace un año no ha podido vivir en la casa materna. Desde aquel día la cerró: Estoy limpiando e intentando desalojar; estoy viendo qué me quedo y qué cosas doy, qué muebles dono. Obviamente me quiero quedar con todo, pero no puedo. Es como cerrar una parte de ella. Y estoy decidida a quedarme con lo menos posible. En esta vida viajar ligero es más fácil.

El limbo

Paradójicamente, las dos investigaciones sobre el atentado del Casino Royale, la federal y la estatal, no están coordinadas, por lo cual, los familiares consideran que se encuentran en el limbo jurídico.

Ana Velia Rodríguez sabe lo que significan los vacíos legales. Margarita Zavala la visitó después de la tragedia y le prometió ayuda, pero no cumplió. Nunca llegaron las indemnizaciones, ni las becas para sus dos nietas, de dos y cuatro años; menos los empleos para la familia y ni siquiera el apoyo médico y sicológico. Sólo se hizo la foto y después nada.

Es madre de Sara Aurora Ramírez, quien murió en el atentado, madre soltera, de 27 años: Desgraciadamente ese día llegó una amiga y la invitó. Allí murieron las dos, su amiga Irma estaba embarazada. Mi hija era muy amorosa. La siento todos los días, como si aún viviera conmigo. No lo puedo creer aún, pienso que va a llegar en cualquier momento. Pienso que esto es una pesadilla.

Hace unos meses apareció por primera vez el padre biológico de las niñas: Ahora me las quiere quitar. Nunca se acordó de ellas. Las niñas se criaron conmigo. Voy a luchar por ellas y por hacer justicia a mi hija.

También Yolanda Rocha Delgado era madre soltera y dejó en la orfandad un hijo adolescente. Era trabajadora de limpieza del Royale. La empresa sólo le pagó la catorcena, pero nunca quiso liquidar la indemnización: El casino nos quería dar 3 mil pesos. Una burla. Nos dieron cuatro despensas básicas. ¡Es una burla!... No hay justicia todavía. Queda una sensación de impotencia de no creer en las autoridades. No han hecho nada por la misma corrupción, están todos metidos. No detienen a Rocha Cantú porque entonces tendrían que meter a la cárcel a todos los funcionarios involucrados.

Me da mucha tristeza que no haya justicia

Patricia Sáenz se enjuga las lágrimas. Acaba de llegar con un ramo de flores. Aquel día contó su historia a La Jornada: Ya no puedo, mi reina, no puedo respirar, le dijo su esposo Eduardo Enrique Martínez Cavazos por teléfono luego de que ella pudo salvarse y se soltó accidentalmente de su mano, debido a la estampida y el tumulto de gente.

No he podido cambiar la recámara. Duermo en la misma cama. No he podido quitar su ropa del clóset. Todo está igual. No puedo hacer el duelo, dice sin poder contener el llanto.

Su vida cambió totalmente. Acostumbrada a vivir con el sustento de su esposo, ahora padece graves problemas económicos ante la indiferencia de las autoridades. Tiene tres hijos, cuates de 18 años estudiando la universidad y Alejandro de 14, afectado con atrofia muscular espinal infantil: Me quedé en el desamparo. Mi niño necesita todo tipo de cuidados, desde pañales, toallitas húmedas, comida especial; pero nadie nos hace caso. Sólo pido ayuda para mi criatura.

Ha encabezado la lucha por las víctimas del Casino Royale para reivindicar la memoria de su marido, cuya foto gigantesca cubre el altar en el lugar de la tragedia que aún está como quedó aquel día: Eduardo era un hombre muy dedicado. A mí no me faltaba nada. Él era el mejor, siempre pendiente de nosotros. Nos hace mucha falta. Me da mucha tristeza que no haya justicia, que nadie nos haga caso.