Opinión
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El poder de la imagen (II)
E

n la muestra exhibida en el Museo de la Tolerancia, seleccionada y curada por Louise Noelle Gras y Cristóbal Jácome, se exhiben algunas inserciones de periódico que apoyan el poder icónico de los trabajos. En su litografía Arte Puro, de Jesús Escobedo, por ejemplo, hay una referencia a la Unión Sinarquista que fue fundada en León, Guanajuato, en mayo de 1937. De la columna jónica resquebrajada emerge una serpiente atacante, misma que en tipografía alude a los integrantes del partido nazinarquieta. Hay que ver eso con cuidado, porque el sinarquismo nada tiene que ver con el anarquismo, que es rasgo positivo en esa época, en cambio el sinarquismo, de extrema derecha, estuvo avalado por las altas jerarquías eclesiásticas, y en sus principios a veces revela explícita admiración por los regímenes totalitarios. El sinarquismo fue un movimiento ultranacionalista, pero a la vez disfrazado con presupuestos que avalarían justicia social, reparto agrario, etcétera. Es complicado explicar esto, pero su filia es falangista y su eclosión española está en José Antonio Primo de Rivera (1903-1936).

Entre las inclusiones de textos periodísticos que sorprenden al espectador no especialista (como yo) está el que anuncia la creación de la casa editora Libro Libre, anunciada por el médico y gran poeta Erique González Martínez (quien en uno de sus versos le torció el cuello al cisne de espumoso plumaje), presidente entonces del Penn Club. Hay un producto exhibido de esa editora, El libro negro, antología de Antonio Castro Leal mostrada en vitrina. La cédula explica que contiene 164 láminas, y que es producto de una moción que Castro Leal atendió como cumplimiento de orden dictada por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, quien quedó representado en la litografía alusiva al atentado que sufrió. Así se van armando los contextos que forman la muestra, aunque no todos son tan explícitos como el común de los espectadores quisiera.

El texto exhibido, La Quinta columna en acción, da a conocer el hundimiento del barco-tanque mexicano Potrero del Llano por un sumergible alemán, el 23 de mayo de 1942. Este hecho no se ilustró posiblemente porque no hubo fotografía que sirviera de punto de partida, ya que hay decenas de imágenes que los integrantes del TGP tomaron como base en los diseños de sus estampas.

Como la calidad de los trabajos del TGP a veces dejaba que desear, en 1945 se emitió una declaración de principios que pugnó por afinar la formulación de los trabajos, asentando que la calidad plástica resulta indispensable para su finalidad social.

Aunque suponemos que esta declaración produjo sus frutos, la muestra, como producto que es fundamentalmente de una sola colección, ofrece desniveles, si bien es importante reconocer que a la vez da a conocer trabajos de grabadores que han caído en el olvido. Aparte de Méndez, Beltrán, Anguiano, Chávez Morado, Jesús Escobedo y desde luego Pablo O’Higgins, con una litografía suya, no notable, se inicia el recorrido, reiterado después varias veces, entre otras con La paz fascista, que aparece sin fecha, y que alude a la invasión de Checoslovaquia por parte de los nazis, en 1939.

Hay también piezas interesantes de autores que no son conocidos ni siquiera por quienes intentamos percatarnos acerca del recurso de la estampa mexicana. Entre ellos está Abel Mendoza, con una litografía muy simpática que, en cuanto a temática, procede de Daumier. Es de 1944. En ella, los críticos de arte representados como simios, examinan con una lupa el trabajo que está en el suelo, su jefe o gurú, que es un gorila, sostiene un puro que humea amenazando la integridad de las obras de arte que ornan las paredes de ese recinto, son caricaturas de ciertos personajes, probablemente del medio cultural, a los que se añade una Venus sin brazos. Es la crítica miope la que resulta aquí atacada como ya ocurría antes del siglo XIX, si recordamos a Hogarth.

La exposición incluye una instalación que integra las hojas volantes, y el espectador puede extraer una como souvenir de su visita, concluye. Con espléndidos pósters originales, alusivos a su contenido, y con la exhibición en vitrinas de algunas publicaciones cedidas por el Ateneo Español.

Estas notas tienen por objeto alertar la atención de quienes se interesan no sólo por artistas y diseñadores gráficos, sino que también acrecientan y afinan conocimiento sobre un periodo histórico de extraordinaria importancia.