sta turbulenta semana que termina, tres imágenes de mi ciudad me dieron temas disímiles para reflexionar.
Pena.- La tarde del jueves, unos jueces taciturnos, con la cabeza baja, mirando de soslayo, enterraron (por el momento) la democracia, pospusieron la esperanza de un cambio por la vía del voto y dejaron, en cambio, libre el camino de los arreglos, pactos y simulaciones; resolución tortuosa, untuosa, con apariencia forzada de sapiencia jurídica. Trataban de explicar como es que no vieron lo que todo mundo ve.
Lo de menos fueron los argumentos, lo importante era el ejército de comentaristas y sesudos analistas en casi todos los medios de comunicación listos a elogiar hasta el cansancio la solidez
de la sentencia y la necedad
de quienes no la aceptamos.
Hace pocos años una comisión instructora de diputados, ante la Cámara baja, presentó el proyecto de resolución para el desafuero de López Obrador. ¿Dónde están hoy? ¿Quiénes son? No se atrevió ninguno a ponerse del lado de la verdad que a la postre se impuso, sirvieron a los poderosos y ahora por ahí andarán, olvidados de todos, en tanto el dirigente al que pretendieron hundir sigue en lucha por sus convicciones. Que los magistrados del jueves en la noche se vean en ese espejo.
Deber.- Hace unos años, dentro de la campaña de los poderes fácticos aliados a Fox empeñado entonces en imponer a su esposa como candidata a la presidencia, se trató de mostrar que la ciudad de México era una urbe violenta y peligrosa para visitantes y vecinos.
Se organizó, con todo el poder que tiene la televisión, una gran marcha de ciudadanos vestidos de blanco, que caminaron por el Paseo de la Reforma hasta el Zócalo y ahí con sus mascotas y entre amigos, como en un día de campo, tuvieron una reunión concurrida en favor de la seguridad y en contra de la violencia en la capital.
Las autoridades dieron entonces respuesta a los ciudadanos manifestantes; se demostró que el Distrito Federal no era el eje de la violencia ni muchos menos, que como en toda urbe moderna, se cometen delitos y hay zonas y barrios que representan peligro para los que los visitan o viven en ellos, pero muy lejos de la imagen que pretendieron presentar. Hoy la capital del país es el reducto al que llegan quienes huyen de la guerra de Calderón, atemorizados por los delincuentes y por las fuerzas armadas que disparan al menor pretexto.
Cambió el gobierno en el DF y el que está concluyendo dio pasos fundamentales para continuar y mejorar lo iniciado; uno de ellos fue la instalación de miles de cámaras de video en sitios clave, que facilitan la información a la policía preventiva y son un instrumento invaluable para la indagación de los delitos.
La otra contribución a la seguridad de nuestra capital radica en el espíritu que el secretario de Seguridad Pública ha sabido inculcar en sus subordinados; él mismo, formado en una rígida disciplina personal, transmite a los elementos a su mando sentido de responsabilidad y capacidad de reacción que podemos palpar quienes vivimos en esta urbe.
Esperanza.- Un grupo de jóvenes, casi niños, alrededor del jefe de Gobierno del Distrito Federal, celebran la reinauguración de su escuela, la secundaria uno, arreglada y remozada para ellos; la foto me llevó a muchos años atrás, cuando en ese soberbio edificio estudié la educación secundaria; ilustres maestros con gran vocación, nos formaban a quienes llegábamos del centro de la ciudad y de otros barrios cercanos. Recuerdo a Carlos Madrazo que enseñaba historia de México, a la maestra Gracia María Vargas, de literatura española; al muralista Ramón Alba de la Canal, de dibujo; Félix Zurita, de matemáticas y al Dr. Leopoldo Ancona, ilustre médico yucateco que nos enseñaba biología.
La imagen en este momento triste para México, nos alienta; vienen las nuevas generaciones para incorporarse a la lucha por limpiar nuestra casa grande que es la Patria, de ellos y nuestra.