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Sabio autodidacta

Amigos del traductor y poeta encomian sus aportaciones

Gozó de la cultura y el arte
 
Periódico La Jornada
Martes 11 de septiembre de 2012, p. 7

Ernesto de la Peña es un personaje irrepetible, un auténtico humanista, cuyo conocimiento enriqueció no sólo la literatura mexicana, señalaron académicos con cuya amistad los distinguió el filólogo, políglota, traductor, divulgador cultural y poeta.

Consultados por La Jornada, destacan también los conocimientos religiosos del lingüista, su bonhomía, su sentido del humor y su gusto por los placeres de la vida, la comida y el vino.

Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua (AML): “De la Peña era uno de los miembros más eminentes de la academia, será insustituible; el maestro era un conocedor de más de 30 lenguas.

“Lamento que su escritura haya sido tan tardía. Fue pródigo en la conversación erudita, en la charla amena en radio y televisión, una veta que se debe explorar, pues ha de tener grabaciones insustituibles. Una de sus facetas más importantes fue su enorme avidez de conocimientos, que lo hizo hurgar por libros de todo tipo que estuvieron a su alcance.

“Su traducción de los evangelios está llena de erudición por las notas que la acompañan. Es una traducción asombrosa, pues sin ser un hombre religioso, él era un agnóstico, se acercó con gran respeto al espíritu mítico y religioso, para examinarlo.

“Fuimos amigos por más de 20 años. A propósito de cualquier tema, lo mismo de gastronomía, cultura popular, música, El Quijote de la Mancha o el sánscrito, De la Peña era fuente de sabiduría, la cual transmitía con toda naturalidad, sin pedantería. Eso es lo más notable de él. Su bonhomía, su sentido del humor, su enorme gusto, no sólo por las formas cultas, sino también por las populares y su placer por la vida. Gozaba de la buena mesa y la buena lectura. Quisiera que lo recordáramos así: como un hombre lleno de alegría.”

Gonzalo Celorio, escritor, editor y docente: “Tenemos un gran dolor por el fallecimiento de don Ernesto de la Peña. Era conocedor de lenguas modernas y antiguas. Además de políglota, era filólogo: conocía la historia, la cultura, la literatura expresada en esas lenguas.

“Durante sus primeros 50 años, don Ernesto, como recordaba recientemente Jaime Labastida, se dedicó a absorber e investigar toda esa cultura, por eso su obra es tardía. Sus primeras publicaciones son cuando él estaba próximo a cumplir 60 años, pero son obras de gran importancia.

Era un hombre muy gozoso de la cultura, del arte, particularmente de la música y la ópera, pero también de la vida y sus placeres.

Javier Garciadiego, presidente de El Colegio de México (Colmex): “El fallecimiento de don Ernesto de la Peña ha sido de un impacto brutal, ya que apenas el pasado jueves aquí en El Colegio de México se realizó la ceremonia de entrega del Premio Internacional Menéndez Pelayo 2012. Estoy muy consternado. Para mí es difícil de explicar que su último gran momento de felicidad profesional fue en nuestras instalaciones.

Foto
Ernesto de la PeñaFoto Archivo La Jornada

“No fue un hombre de títulos y diplomas; fue autodidacta. Sin embargo, tenía un viejo vínculo con el Colmex, aquí, siendo joven, tomó clases de chino y sánscrito.

Su muerte es una pérdida enorme para México y la cultura hispánica. Difícilmente hallaremos un intelectual con sus conocimientos, con ese amor, no por una lengua sino por la lengua humana. Es un personaje irrepetible, un auténtico humanista.

Javier Aranda Luna, periodista : “Ernesto de la Peña enriquece mucho a la literatura no sólo latinoamericana, sino hispanoamericana. A partir de ensayos donde reflexiona sobre cuestiones de religión, nos muestra que el centro está en la orilla o está en otra parte también.

“Fue uno de los mayores conocedores de las religiones en el mundo, y nos alumbró de muchas maneras respecto de esto. Precisamente por conocer tanto de religiones, era un ateo generoso, un ateo sabio que compartía todos sus asombros y sus perplejidades con los lectores.

“Sus reflexiones sobre Cervantes y Shakespeare me llevaban a reflexionar sobre el sentido de la vida y la muerte, que son los grandes temas de las religiones. Creo que esa es la riqueza que ensanchó nuestra cultura con el trabajo de Ernesto.

Él decía que sobre todo era poeta y tenía razón, porque sólo un poeta puede tratar de entender o acercarse a esos mundos que no conocemos, los del más allá, de que nos hablan todas las religiones. Nos acercó a esa otra orilla que no conocemos y que vislumbramos a veces en las aguas de ese río que no repite las estrellas y que llamamos tiempo y en el que nosotros nos miramos. Ernesto fue un gran poeta.

Pésame de Calderón

La nación está de luto; ha muerto una de las mentes más brillantes de México, expresó el presidente Felipe Calderón en su cuenta de Twitter por el fallecimiento de Ernesto de la Peña. Envió su pésame a los familiares del escritor.

Yoloxóchitl Bustamante, directora del Instituto Politécnico Nacional, dijo que el deceso del escritor es una pérdida para la cultura nacional; queda su obra literaria, artículos y entrevistas, con las cuales seguiremos acercándonos a él.

El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro Robles, lamentó la muerte de De la Peña. Se trata sin duda de un humanista, un sabio, un mexicano extraordinario. Fue un ser humano de una inteligencia extraordinaria, de gran sabiduría y conocimiento, con una cultura muy amplia, con sentido del humor, con enorme lucidez, una memoria extraordinaria y un don de gente maravilloso.

El jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, lamentó el deceso de De la Peña, quien fue miembro de la Real Academia de la Lengua Española y de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1993.

(Con información de Bertha Teresa Ramírez y Emir Olivares)