Sábado 29 de septiembre de 2012, p. a16
¡Cuenta y canta, oh diosa, las nuevas gestas del aeda Robert Zimmerman, el que junta las nubes, las alborota y suelta, desde las cumbres del Olimpo, cataratas de saetas sobre los mortales. Cuenta, canta, oh diosa!
Entonces Hera, la diosa de los níveos brazos, cantó y contó en el ágora. Iba parecida a la noche y sólo cesó su canto cuando apareció la Aurora, la de los dedos color de rosa:
El aeda Robert Zimmerman –narró la diosa– ha soltado Tempestad, su nuevo álbum, para regocijo de todos los mortales.
Juntó a sus excelentes músicos, la banda con la que se hace al estruendoso mar cada mañana, montados en sus oscuras, cóncavas naves, para delicia de las sirenas que cantan en su isla y vuelven locos a los hombres.
Cual Orfeo, el portentoso Zimmerman –sigue la diosa Hera– enlaza en su nuevo disco, titulado Tempestad, 10 piezas de abalorio, 10 largos, hermosos, intensos poemas que cuenta y que canta...
Qué digo canta –se corrige la diosa de los brazos níveos–, el aeda Zimmerman no canta: berrea, gruñe, masculla, gutura, gime, barrita, se desgañita y de su garganta emergen rocas encendidas en magma y esmegma y entonces el aeda se convierte, ahora sí, en un volcán que canta.
¿Y qué es lo que berrea el aeda, qué historias cuentan sus poemas, oh diosa?
Aquiles, el de los pies ligeros –narra Hera– me ayuda a recordar un par de versos del poeta Zimmerman: “I’m searching for phrases / to sing your praises”, con los cuales, según me guía Briseide, la de hermosas mejillas, el aeda hace reverencia a los aqueos, a los guerreros y a todas las bellas mujeres que viven a los pies de las cumbres del Olimpo, en petición de permiso para cantar sus gestas.
Y una vez concedido el permiso de la comunidad, el aeda narra historias muy intensas de una duquesa que chifla y su silbido está en el viento y sus relatos los completa con una forma de danza que lo convierte en grulla, gárgola, homúnculo dorado y firme cuando narra una historia de amor que termina en tragedia, como en una ópera de inspiración shakespereana, y también le canta, le gruñe, al pueblo olvidado, Scarlet Town y habla de los Early Roman Kings y de su uso y abuso de la mano de obra barata y esa crítica social discurre con un basamento exquisito de blues y también sus músicos entonan rockabilly, vals, folk y country, pero el blues es la nave oscura y cóncava en la que navegan sus historias más intensas, como la hermosa poesía que destila en su pieza Long and wasted years y en la canción/mensaje que dedica a su amigo John Lennon a quien, escribe el aeda, le ataron las manos y le taparon la boca
y también narra el aeda la manera como se hundió un navío que ningún ojo aqueo ha avizorado todavía y que Titanic se llamaba, en el cual podría caber la totalidad de nuestras naves y en todo el disco, que se llama Tempestad, el aeda se divierte como Heracles cuando fabrica sus cascos para la batalla y se burla el aeda de los que el divino Cortázar los adivinos nos dicen que años más tarde llamará famas y esperanzas
que serán lo contrario de los cronopios, los de mente clara.
Los aqueos, de hermosas grebas, escuchaban con atención a la diosa Hera, la de los níveos brazos. El soberano Apolo, a quien parió Leto, la de hermosa cabellera, dijo que todo lo que contaba Hera era tan cierto como que Zeus existe. Del puro gusto tomó una flecha y el arco de plata dio un terrible chasquido. Y cuando Hera hubo dicho lo anterior, sentóse.
Los ojos de Palas Atenea brillaban de manera terrible. Calmóla Zeus, conmovido por las glorias del aeda Robert Zimmerman.
Y enseguida enunció sin decir palabra la manera como se cumplen todos los designios:
En honor del aeda Robert Zimmerman por su nuevo disco, que se llama Tempestad, Zeus, el que amontona las nubes, bajó las negras cejas en señal de asentimiento. Los divinos cabellos lapislázuli se agitaron en la cabeza del soberano inmortal y a su influjo estremecióse el dilatado Olimpo.
¡Canta, cuenta, gime, berrea, no cantes, cuenta, sigue berreando tu hermosa, conmovedora poesía, oh aeda Robert Zimmerman!
Dijo Zeus.