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Hace 30 años los indígenas guatemaltecos encontraron refugio huyendo de la guerra

La celebración maya en el exilio mexicano, una muestra de voluntad de vivir y luchar

Los que aún viven aquí atraviesan problemas para adquirir tierras y viviendas, entre otros

Enviado
Periódico La Jornada
Miércoles 3 de octubre de 2012, p. 22

Nuevo Huixtán, Chis., 2 de octubre. Comunidades y organizaciones de indígenas guatemaltecos de ambos lados de la frontera con México conmemoraron 30 años del exilio de pueblos mayas del vecino país a causa de la sangrienta guerra civil que se desarrollaba en sus tierras, en la que ellos fueron las principales víctimas. Kanjobales, chujes, mames, acatecos, kakchiqueles, jacaltecos y otros pueblos encontraron refugio en este lado de la frontera chiapaneca, así como en Campeche y Quintana Roo.

Durante dos días, un millar de indígenas discutieron aquí sus condiciones actuales, recordaron sus experiencias de guerra con dramatizaciones impactantes, expresaron agradecimiento a sus hermanos mexicanos (tzotziles en el caso de la comunidad anfitriona) y bailaron incansablemente sones tradicionales de marimba de las montañas guatemaltecas. Hace dos décadas muchos de ellos retornaron a su país, pero miles más permanecieron en México y lograron, aunque muchos de manera incompleta, su naturalización, y se establecieron en comunidades de los municipios Las Margaritas, La Trinitaria, Independencia, Frontera Comalapa y Maravillas Tenejapa.

Según ACNUR, a Guatemala retornaron 25 mil indígenas a partir de 1994, y otro tanto se habría quedado acá, repartido en diversos poblados chiapanecos, y bastante invisibilizados, reconocieron durante las discusiones con guatemaltecos retornados, quienes viajaron de Ixcán, Huehuetenango y otros departamentos.

Según el comité organizador de este excepcional encuentro, el refugio iniciado en el otoño de 1982 está inscrito en la historia de Guatemala, de México y de toda Latinoamérica como resultado de la desigualdad y la injusticia, pero también como una muestra del poder transformador de la solidaridad y de la voluntad de vivir y luchar. No obstante, pasó desapercibido para la opinión pública.

Juan Juárez, kanjobal de Santa Eulalia, recuerda: En 1982 entré en refugio y fui representante de la población. Diez años viví en Nuevo Jerusalén (Chiapas) y dos más aquí en Nuevo Huixtán. Participé en las negociaciones con el gobierno de mi país, logramos mucho, no todo, y firmamos el acuerdo de retorno el 8 de octubre de 1992. Regresé allá en 1994, ahora vivo en Ixcán.

Aquellos meses de 1982 fueron trágicos. Aldeas arrasadas, masacres, desplazamientos masivos en condiciones dramáticas. Su arribo a Chiapas, con el ejército guatemalteco pisándoles los talones, causó un impacto profundo. A la desesperación la siguió la solidaridad verdadera, la de los de abajo con los de abajo. En las rejas de la escuela que rodea un auditorio donde se efectúa la conmemoración se despliegan decenas de las fotografías que en esos años realizó José Ángel Rodríguez: algunas de estas imágenes hoy son clásicas.

El retorno de Juárez no fue el fin de sus tribulaciones. Las tierras que obtuvo su comunidad fueron invadidas por otros indígenas, engañados por el ejército, y tuvieron que luchar por sus tierras, y además apoyaron a sus invasores para que fueran reubicados. Ahora se resisten a una hidroeléctrica que les quieren imponer, afectando los ríos Xalalá, Xichoy e Ixcán. Vivimos en tierras bajas, nuestro temor es que nos vayan a inundar.

La reunión binacional subrayó la necesidad de organizarse y ganar presencia en Chiapas, ya que aquí viven miles de ellos, y atraviesan problemas constantes para adquirir tierras y viviendas, conseguir becas y concretar proyectos. Muchos carecen de papeles. La vida en México tampoco es fácil. En Maravillas Tenejapa los niños no son recibidos en la escuela. En Santo Domingo y Paraíso les han invalidado su nacionalidad y les niegan programas y servicios médicos. En Poza Rica ven desaparecer su idioma: los hijos no respetan, prefieren pasar por mexicanos por la discriminación.

Cruzaron la frontera pobladores de Generación Maya (Santa Cruz Barillas), de las Comunidades de Pobladores en Resistencia (CPR) de Ixcán, de muchas comunidades lejanas, para encontrarse con sus hermanos radicados en Chiapas que luchan por su identidad, su lengua y sus derechos ciudadanos.