Veedores y embaucadores
Más aficionados pensantes
omunicadores taurinos se devanan los sesos tratando de explicarse por qué el valenciano Enrique Ponce y sus colegas torean en España toros con edad y trapío y en México novillones mansos y mochos. Por fin, alguno con agudeza observa que la culpa es de los veedores –reconocedores de reses en las ganaderías– que las figuras europeas contratan para que les escojan ganado a modo, con el propósito de satisfacer al respetable público, no por ventajismo ni nada que se le parezca.
Y los legos en materia taurina concluyen: pues que despidan a esos veedores miopes que sólo escogen para los aguerridos espadas importados reses anovilladas, cornicortas y sin transmisión de peligro. Pero no falta algún suspicaz que pregunta: y a los empresarios, los ganaderos, los apoderados, los toreros, los jueces de plaza, los veterinarios y no pocos críticos, ¿quién los despide por su complicidad con esos veedores ineptos?
¿La única defensa del público es no volver a las plazas después de reiterados fraudes? ¿Esa es la fiesta que blindaron de los ataques antitaurinos dos o tres gobernadores como sensibles? Vaya tradición taurina la de tomar el rábano por las hojas. Pero embaucar es engañar valiéndose de la inexperiencia o del candor del engañado, en este caso un público que en México hace años carece de información y formación, no se diga de criterios para exigir.
Por eso da gusto que aún queden aficionados pensantes y con valor civil para denunciar las desviaciones de la fiesta y exhiban la frivolidad y connivencia de los diferentes sectores empeñados en acabar con esta tradición antes que los antis. Recibí varios correos con el texto de Juan Elías Cordero, aparecido en el Boletín Taurino La Puya (www.facebook.com/ boletin.la.puya ), y con la autorización del autor transcribo algunos de sus valiosos párrafos:
“…Alberto Bailleres es el empresario taurino más importante de México, su empresa Espectáculos Taurinos de México, SA (ETMSA) controla por lo menos un tercio de la actividad taurina en el país, es propietario de las plazas de toros de Aguascalientes (la Monumental y la San Marcos), de Guadalajara, Monterrey, León, Irapuato y Acapulco, y lo fue de la de Tijuana; renta las plazas de Ciudad Juárez, Mérida y otras, en gran medida debido a los financiamientos y estímulos recibidos de los gobiernos locales, valores esquilmados a los recursos públicos.”
“Modus operandi: vieja costumbre de empresarios taurinos y advenedizos al negocio del espectáculo de los toros es el ofrecerse como promotores de actos de beneficencia. Adornarse como hombres dados a la caridad. Para hacer tan grandes sacrificios, dicen, organizan corridas de toros, novilladas y festivales, manifestando que las utilidades serán canalizados a instituciones benefactoras que los distribuyan entre los necesitados. Es de lo único que se entera el público.
“Otros dicen organizar grandes temporadas en beneficio de la afición de las que se sabe y presumen arrojan pérdidas, ‘pues las papeletas son altas y los cosos no siempre se colman’. ¿Qué sucede en esos casos? ¿Cómo hacen los empresarios para sobrevivir? Ese saber queda tras los telones de la fiesta. Una forma es: nombrar a la institución benefactora como organizadora del evento o inscribir la actividad como parte de un patronato creado por el gobierno para deslindar ciertas actividades. En el primero de los casos es común toparnos con el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) como un gran organizador taurino, en el segundo, con los patronatos organizadores de ferias.
“A continuación, el empresario que en primer momento ofreció su ayuda desinteresada pasa a ser el administrador del evento y a manejar sus recursos, o los recursos del patronato de feria en el segundo. Un tercer paso es organizar el evento con protagonistas que se ‘presten’, figuras que disminuyen sus honorarios a cambio de no pagar impuestos y garantizarles ganado facilón y ganaderías que cubran la papeleta con toritos anovillados y uno o dos toros con buena nota, pero sin edad, que permitan asegurar el triunfo de los favorecidos en caso de que se necesite un toro de regalo. Y después, exigir la exención de impuestos o la devolución de los mismos a tan bondadosos benefactores, así, estas devoluciones garantizan el lucro a los organizadores, aunque en la contabilidad pudieran aparecer utilidades pírricas del evento…” (Continuará)