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En su libro Levantones, el periodista da voz a víctimas de la delincuencia organizada

Javier Valdez alerta sobre “la rendición de la sociedad ante el narco y el gobierno”

Prefiero contar historias de personas en lugar de muertos o casquillos

Hace falta narrar cómo la violencia dejó de ser asunto policiaco y se convirtió en una forma de vida, manifiesta

 
Periódico La Jornada
Miércoles 24 de octubre de 2012, p. 5

Una de las realidades que poco se narran es la forma de vida que impone el crimen organizado.

Al respecto, el periodista y escritor Javier Valdez Cárdenas da voz a las víctimas que han sufrido el secuestro impune y la tortura en su más reciente libro, Levantones: historias reales de desaparecidos y víctimas del narco.

A partir de testimonios, el corresponsal de La Jornada en Sinaloa, describe cómo hombres y mujeres que iban al trabajo o platicaban con sus amigos afuera de su casa fueron privados de su libertad por los delincuentes.

“La violencia cotidiana es una forma de vida, como lo es el narcotráfico. Esto ya no es un asunto de policías y narcotraficantes, o militares y sicarios, nos involucra a todos, nos salpica. Hay personas que nada tienen que ver, pero salen de su casa apretando el culo, los músculos, con el miedo de toparse con una camioneta de lujo o con un convoy del Ejército o con un retén de la policía.

Creo que esta forma de vida que nos impone el crimen organizado está marcando a las nuevas generaciones, a los niños y a los jóvenes. Nos imponen una forma de vida de terror, en el que se asume la muerte violenta como natural y eso es muy peligroso, explica el autor en entrevista con La Jornada.

El horror cotidiano ha provocado la insensibilidad en la sociedad y el individualismo, asegura el escritor. “No es bueno acostumbrarse a esta situación, por eso en este país son escasas las protestas contra la violencia y en muchas regiones las personas, los políticos y los dirigentes de organizaciones hablan con la condición de que no se mencione su nombre. Es nuestra rendición como sociedad frente al narco y frente al gobierno”.

Valdez Cárdenas señala que el miedo es el aire que respiran las personas en este país, cuyas calles, caminos, barrios, fraccionamientos y bulevares, son propicios para la muerte, porque no hay ley ni gobierno.

Foto
Javier Valdez Cárdenas, ayer, durante la entrevista con La JornadaFoto María Luisa Severiano

En este panorama de zozobra e impunidad en el norte del país, las nuevas generaciones de sicarios pueden matar gratis, porque son adictos a la muerte, comenta quien ha visto que por un cambio de luces en los autos o porque los ven a los ojos, los sicarios acaban con la vida de las personas.

Es una generación peligrosísima que está llenando de muertos las calles del país, porque son jóvenes que no tienen estudios o provienen de familias que los abandonaron. Son chicos que con tal de volver a experimentar el placer de matar lo hacen gratis.

Pastilla contra la impunidad

Para Javier Valdez las crónicas y los reportajes que ha escrito son una especie de pastilla contra el olvido, contra esa rendición, contra la impunidad, pues generalmente el crimen queda impune y se olvida. El gobierno sólo busca muertos, pero no investiga, no castiga, no aplica la ley; en ocasiones las familias acuden a los sicarios para encontrar a sus desaparecidos.

El autor de los libros Miss narco y Los morros del narco ha visto esperanza en el rostro de las víctimas de los sicarios. Su libro Levantones: historias reales de desaparecidos y víctimas del narco publicado por Aguilar, está dedicado a Eloísa, quien busca a su hijo desde hace dos años. Ella se mueve con su esperanza y se pelea con el pesimismo, con la injusticia y choca contra el muro de la impunidad, de la falta de autoridad, vive en resistencia.

Valdez sostiene: “Los medios de comunicación tenemos una deuda con la sociedad mexicana, porque estamos contando muertos y yo prefiero contar historias de personas en lugar de casquillos. Insistimos en reducir la violencia a un fenómeno del narco; al conteo de muertos en las páginas policiacas, pero no narramos cómo el narco dejó de ser un fenómeno policiaco y se convirtió en una forma de vida”.