Pájaro Dziú
oy de la idea, nada original y en más de un sentido bastante generalizada, pero por ello mismo escasamente aplicable en un sentido estricto, de que la poesía es un asunto más allá o más acá de los versos o, de modo más sencillo expresado, no nada más de versos. De aquí que por hoy la columna se desvíe hacia otros derroteros, escénicos. Hace dos y media semanas acudí al Teatro Julio Castillo a la develación de la placa por la función 150 de la obra para niños El pájaro Dziú, leyenda maya dramatizada, recreada, por Marcela Castillo, quien también actuó (pájaro Toh), y protagonizada (Dziú) por Anick Pérez (quien también en su mayor parte representa a un personaje agregado que en la puesta en escena lleva el hilo de la obra, un alux, duende o espíritu de la tradición del sureste del país, nombrado simplemente Aluxe). En la parte musical, cuyo diseño es de Mónica del Carmen, estuvo esta vez, con muy grata solvencia, Norma Torres. Sabía, por La Jornada Jalisco, que en la trigésimo primera Muestra Nacional de Teatro, El pájaro Dziú había abierto la sección infantil y en dos funciones repletas de asistentes
y un hecho casi insólito
logró captar la atención total de los pequeños
(Cecilia Durán). No me la iba a perder.
Música, canto y variados pero nada complejos instrumentos, los más: quizá una jarana, que me pareció segunda, y un birimbao brasileño, ¿algún metalófono?, ambientan eficientemente (atmosferizan), junto con las luces, espacio en que se nombra a cuatro diseñadores: Morales, Olivares, Aguilera y López Vigueras; y el vestuario, debido a Ana Magdalena, vestuario también sencillo y eficaz, completan las excelentes actuaciones (a más de ocuparse de lo musical, Torres incide con algunos gestos muy pertinentes y participa como el Fuego) y la buena dramaturgia de Castillo. Falta advertir que casi todo lo demás se basa en utilería elemental: un petate, ¿chiquihuites?, sopladores, cucharas, telas, un tortillero, una ollita…
No se complicaron la vida, podría alguno demasiado fácilmente decir, pero –menos es más– hacen compleja (poética), en un continuum bien llevado (y es una obra para niños), la experiencia.
¿Y la historia? Puede, en tanto leyenda, encontrarse en Internet, mas el centro de la misma es la semilla (o el cultivo) del maíz. Develaron la placa Haydeé Boetto y Juan Meliá.