on toda la buena fe y el sencillo ánimo de aportar algo: ¡con la gendarmería no bastará, ni sumándole las ineficientes policías federales y locales, procuradurías y tribunales! Preocupa advertir tal simplificación cuando el problema es infinitamente más grande y complejo que sólo reprimir el delito aunque sea el más doloroso socialmente. Ya hemos rebasado muchas fronteras. Los criminales ya no son los de antifaz y pistola, ni la sociedad la apacible de antes. El trasiego de droga quedó sólo como una constante. La previsible desaparición algún día de El Chapo hará mucho ruido pero no generará cambios sustantivos. Estamos ya más allá de eso.
La integralidad de un esfuerzo nacional es la única solución, por más que el carácter unitarista del enfoque parezca teológico. La palabra integral hoy cobra niveles y alcances no sospechados ayer y es la única forma creíble, esperanzadora, de enfocar una solución razonable, que no total, y de lo que rebasa ya los límites de la armonía social y la justicia.
Un enfoque aproximado a lo deseable debe lanzar sus expectativas preventivas y correctivas hasta el próximo medio siglo. El problema no es de hoy, ni la solución es para hoy. La búsqueda de solución debe tener en el tiempo una proyección transformadora de la conducta colectiva que hoy está al borde de deformar a la sociedad para siempre creando una comunidad individualista, insolidaria, irrespetuosa del derecho y terriblemente codiciosa. Estamos al borde de crear un país no sospechado. Así, de ese tamaño es la gravedad.
Se han percibido intenciones aisladas, sin interrelación: la comisión nacional anticorrupción, la gendarmería. Su valor es indiscutible, pero aisladas éste se minimiza. Por otro lado, el proyecto podría llevar medio sexenio para desarrollarse, lo que también debe aceptarse con realismo: ningún milagro funcionará, el daño es mayor y consecuentemente la solución demanda tiempo. Los planteamientos hechos son buenos; sería mejor si se presentaran en un bloque integral, sistémico, perdurable y confiable, de otro modo serán esfuerzos inacabados, cosméticos, lo que tanto se teme.
Esa gran cruzada que se advierte como indispensable debe integrar la recomposición del sistema de justicia para reducir la impunidad, uno de los motores de todo delito. Reducir la corrupción que nos sofoca en cada estrato, hasta en cada rincón de supuesta intimidad. Redefinir funciones y espacios de las fuerzas de la ley y darles la conformación necesaria y operarlas con objetivos, inteligencia, planes conjuntos y controles y reinventar la prevención, que hasta ahora ha sido una palabra de discurso e insustancial en los hechos. Proyectada hacia el tiempo debe tomar forma en la reconformación del juicio ético y la conducta social. Debe ser una propuesta para contribuir con la superación de las causas de la grave problemática familiar, social y política que nos afectan y alcanzar el efecto de recomponer la cohesión social nacional. Implica educación, información y transformación de ciertos dogmas como el prohibicionismo sobre las drogas.
Los graves problemas familiares, sociales y políticos que sufrimos evidencian que creamos –hay que aceptarlo– una cultura nacional injusta, débil, errada, que han propiciado la creación de personalidades y grupos humanos de vergüenza, llenos de imperfecciones antisociales. Esta herencia es aún ignorada por unos y negada por otros, aunque nunca será grato pero siempre obligado el saber reconocer sus propios defectos y equívocos.
La fórmula de integralidad supone que se incorpore la efectividad en el respeto a la ley, la reducción de la corrupción, pública y privada y de manera muy singular por novedosa: una cruzada a favor de la cohesión social nacional hoy tan lesionada. Esto implica empezar con la educación, la formal y la informal, como la familiar y la que nos encajan los medios electrónicos. Toda una campaña cívica.
Implica informar cabalmente sobre la naturaleza antisocial y por ende reprobable de ciertas conductas que van desde la comisión de delitos e infracciones, hasta los simples hábitos de convivencia. Implica abrir enormes canales de comunicación e información entre los liderazgos y sus soportes. Implica por supuesto el perseguir el delito pero de otra manera, implica la reinserción social de adictos y delincuentes. Implica, por tanto, una gran cruzada de la que no hay muestras de que esté en gestación.