tro indudable acierto del Festival Internacional Cervantino: el concierto-homenaje al notable compositor estonio Arvo Pärt, en presencia suya, realizado el pasado fin de semana en el Teatro de Bellas Artes después de haber sido presentado en Guanajuato. El Coro de Cámara Filarmónico de Estonia y la Orquesta de Cámara de Tallinn, bajo la dirección de Tõnu Kaljuste, protagonizaron un muy atractivo concierto-ritual dedicado por entero a la fascinante y evocativa música de Pärt. Sin duda, estos son los mejores intérpretes de su música.
El concierto, formado por obras escritas entre 1977 y 2012, fue abundante en riquezas para el oído y para el espíritu, entre las cuales destaco las que a mi juicio fueron más relevantes. Por ejemplo, el expresivo uso de los armónicos y el pedal profundo que recorre la obra de principio a fin en Fratres, así como la sutileza de los intérpretes en la creación de los singulares oleajes sonoros de la obra, elemento que aparece también en otras composiciones de Pärt. Delicadísimo también, el uso de las sordinas en la ejecución de la obra. Hay otro oleaje casi hipnótico en Cantus in memoriam Benjamin Britten, semejante en espíritu a Fratres, pero armónicamente más complejo. También, un flujo y reflujo casi marino, finamente matizado por Kaljuste y sus músicos. Notable el perfecto tránsito efectuado por el director hacia la región profunda de las cuerdas, así como la preparación y realización del discretamente resonante eco con que concluye la obra. En el Lamento de Adán, destacó la construcción del sutil vaivén entre lo arcaico y lo moderno, así como el control de los contrastes expresivos, en un discurso que demuestra los vasos comunicantes que pueden encontrarse entre Pärt y colegas suyos como Kilar, Preisner o Górecki. En el Salve Regina, Pärt logra una interesante síntesis entre su propio, inconfundible estilo, y una serie de referencias barrocas y clásicas asumidas aquí con más claridad que en otras composiciones suyas.
En la obra final del programa, el Te Deum, Pärt indica una distribución espacial particular de los tres coros (un tanto a la manera de los cori spezzatti de Giovanni Gabrieli), logrando por momentos algunos efectos análogos a la antífona y el responsorio, siempre bajo un enfoque inconfundiblemente moderno. Destacada, también, la alusión arcaica lograda por Pärt con sus episodios de escritura imitativa neobarroca. Como otras de sus obras, el Te Deum de Pärt termina por disolverse en la nada, dejando tras de sí un luminoso silencio que exige de inmediato más silencio. Antes, el coro había cantado la breve pieza Virgencita, dedicada por Pärt a la muy mexicana Guadalupe, y construida desde su primer compás con su inconfundible estilo armónico.
Notable en lo general fue la selección de obras para este programa, en las que la presencia de una campana tubular, una celesta, un piano preparado y los sonidos pregrabados de un arpa eólica fueron vehículos perfectos para la expresión del estilo tintinnabulatio (o campanología) que caracteriza la música más reciente de Pärt. Una música de callada elocuencia y silenciosa expresividad que es como un antídoto al ruidismo histérico de lo que hoy pasa por música
en este mundo desquiciado. Una música admirablemente fluida que habla por igual a nuestro intelecto y a nuestro espíritu, una música sabiamente construida a base de ecos, resonancias, reflejos, imágenes sonoras que se miran a sí mismas como espejos en el espejo.
Quisiera terminar ofreciendo mi convicción de que Arvo Pärt es la luminosa punta del gran iceberg musical de Estonia. Debajo de la engañosamente tranquila superficie hay una poderosa ebullición sonora habitada por un número notable de compositores espléndidos cuya música recomiendo enfáticamente a los fans de Pärt. Entre ellos, Heino Eller, Veljo Tormis, Toivo Tulev, Erkki-Sven Tüür, Helena Tulve, Lepo Sumera, Eduard Tubin, Cyrillus Kreek, Urmas Sisask, Villem Kapp, Eino Tamberg y Urmas Lattikas. Todos ellos, venturosamente, bien representados en el ámbito del disco compacto. Hay que escucharlos, sorprenderse, y disfrutar. La música de Estonia, con Pärt a la cabeza, tiene mucho que ofrecer.