Los comcaac
uando uno camina por las laderas de los cerros, los valles semidesérticos llenos de cactáceas y llega a las amplias playas en el territorio de los comcaac o seris, puede apreciar su forma de entender a la naturaleza y al mundo que los rodea. El aire es transparente y los sonidos se transmiten por largas distancias, sin embargo por las tardes sólo se escucha el roce del viento entre los arbustos de la planicie.
En la playa las olas van y regresan con una cadencia rítmica; al oscurecer también puede uno darse cuenta de otra de las grandes sabidurías de los comcaac: su contacto con el mar les ha permitido, además de conocer a detalle las artes de la pesca, poseer una forma particular de nombrar a los astros y de leer el cielo nocturno. Esas cualidades les han dado desde la antigüedad la posibilidad de navegar grandes distancias y también recorrer su territorio, tomando rumbos siempre certeros.
Así lo muestra uno de los múltiples cuadernos de trabajo que se editaron durante la gestión de Leonel Durán en la Dirección General de Culturas Populares. Los dos grandes ecosistemas –el marino y el del semidesierto– son fuentes de recursos para su vida diaria; los aprovechan sabiamente y también son motivo de inspiración para el diseño de sus creaciones artísticas. Las mujeres con sus largas faldas, su cabello suelto y la delicada pintura de los rostros, caminan en la playa con elegante ligereza y parecen ser parte del viento que llega del mar.
En las ceremonias se representan animales y están presentes diversas plantas que tienen carácter sagrado. En la tierra, los mezquites, las biznagas, los pitayos, el palofierro, los nopales, mezcal y agaves, entre otras muchas plantas, además de venado bura, conejos, cachoras –especie de iguana muy veloz– son fuente de sustento. La costa los provee de variados crustáceos y mariscos, como el cayo de hacha, la almeja y los ostiones, y pescados varios como ronco, jurel, corvina lisa, tiburón y cazón, que ellos –con sus saberes ancestrales– han logrado aprovechar eficientemente.
De nuestro amigo Víctor Toledo recibimos el libro Del mar y del desierto: gastronomía de los comcaac; su autora es Diana Luque Agraz. Está bien ilustrado y contiene apartados, donde se abordan los valores que se asignan a su territorio que consideran sagrado, incluidas las islas Tiburón, San Esteban, Ángel de la Guarda, San Lorenzo y Patos.
Cita a Andrés Pérez de Rivas (1645), quien al referirse a la nación Comcaac, asienta “…que con tener tan poca y regalada comida…” son corpulentos y “…de más alta estatura de todas las naciones de Nueva España, y aun de Europa…”