El paraíso del caribe en peligro
Lunes 12 de noviembre de 2012, p. 2
La isla Holbox, en Quintana Roo, es habitada por unas 2 mil personas. Es un poblado de alrededor de 400 casas de colores fuertes, con apenas dos decenas de hoteles pequeños, unos cuantos restaurantes rústicos y un muelle para las lanchas de los pescadores, los prestadores de servicios turísticos y para el ferry que comunica a los pobladores con la península, con Chiquilá.
Holbox posee los atractivos del Caribe, que hicieron crecer el turismo en Cancún y extender la construcción hotelera hacia la Riviera Maya: arena blanca, playas cristalinas, clima cálido. A diferencia de esas zonas, la actividad turística de esta isla –que es parte del área de protección de flora y fauna Yum Balam– es en baja escala. Aquí hay una alta biodiversidad y la vegetación se desborda sobre las playas desiertas.
A unos kilómetros del pueblo, en terrenos del ejido Holbox, la empresa Península Maya Developments planea construir 875 villas y condominios, tres hoteles, área comercial, canales y un puerto, entre otras obras, para recibir a 6 mil turistas y trabajadores. Todo esto en áreas de lagunas, manglares y vegetación de predios que hasta hace unos años fueron huertos cocoteros.
Se trata del proyecto La Ensenada, que atenderá turismo basado en la naturaleza, de lujo y de medio lujo
, en 980 hectáreas, de las cuales se aprovecharán 93 y el resto conservarán su estado natural
, señala el resumen ejecutivo de la manifestación de impacto ambiental que se encuentra en evaluación en la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental, de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), desde el pasado 5 de septiembre y cuya fecha límite de aprobación es el 30 de noviembre.
Hasta ahora los hoteles más grandes tienen como máximo 20 habitaciones; la mayoría no alcanza la decena de cuartos, pero algunos llegan a cobrar 500 dólares por noche. Los pobladores se dedican a la pesca y al turismo ecológico. En esta temporada capturan langosta, pulpo y escama. Cuando no quieren ser pescadores, son prestadores de servicios turísticos y hacen visitas guiadas a las lagunas o al avistamiento del tiburón ballena. El empleo no falta, explica Alberto Eduardo Coral, habitante de la zona.
La blanca arena de las playas se extiende por las calles, en las cuales circulan carros de golf; algunos se destinan al transporte público, y es el medio por el que los habitantes se trasladan a través del poblado. Sólo en los horarios que están programadas las salidas y llegadas del ferry se observa mayor actividad en el muelle. Hay servicios básicos de luz y agua. Sólo hay primarias y secundarias; para estudiar la preparatoria, los jóvenes deben trasladarse fuera de la isla, a los poblados más cercanos.
Aquí tenemos una calidad de vida que no queremos perder. Con ese proyecto van a crear otro centro de población, lo cual en una área natural protegida está prohibido por ley, pero además está el tema social. Vendrá gente de fuera a trabajar aquí, ¿dónde van a vivir los trabajadores? Si aquí no hay servicios para más gente
, señala Antonio Betancourt, uno de los pobladores, quien atiende un local de Internet.
Junto con la riqueza ecológica del lugar se han observado problemas ambientales, como el hecho de que el mar se ha comido tierra de la isla
, sostiene Alberto Eduardo Coral. Dice que cuando era niño había un campo de beisbol en un terreno que ya no existe. Detalla que durante varios años participó en un monitoreo para delimitar las zonas que se ha llevado el mar, pero el municipio de Lázaro Cárdenas, al que pertenece la isla, no quiso pagar por los insumos que requerían para continuar con ese trabajo.
Del proyecto La Ensenada es socio Fernando Ponce, uno de los distribuidores de Coca-Cola en la península de Yucatán, quien tras ser asesor de los ejidatarios pasó a ser dueño de terrenos del ejido y actualmente está en una disputa legal por los predios, explica Alejandra Serrano, directora de la oficina sureste del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda).
La empresa argumenta en la manifestación de impacto ambiental que el proyecto, planeado en las tierras en disputa, sólo ocupará 10 por ciento de las 980 hectáreas, y que el impacto ambiental no va a ser tan grande, que no será un desarrollo masivo, pero hablamos de un área natural protegida, y en una isla pequeña esas 92 hectáreas afectadas sí son algo importante
, señala Serrano.
Agrega que preocupa el diseño del desarrollo, porque en el plan está previsto abrir un canal de kilómetro y medio por la parte de la laguna Yalahau, para dar paso a prestadores de servicios y turistas. No estamos hablando de Cancún o de Playa del Carmen, sino de un ecosistema único. El 90 por ciento de las especies protegidas de la península de Yucatán se encuentran en Holbox
.
El área de protección de flora y fauna no permite desarrollos de gran impacto. Además, tanto la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección Ambiental como el reglamento señalan que en áreas naturales protegidas no se podrán crear nuevos centros de población, sólo podrán estar los que ya existían al momento del decreto, y aquí hablamos de 875 unidades residenciales. Esto es un nuevo centro de población
, explica Alejandra Serrano.
Si se autoriza el proyecto se construirá un canal que conectará a todo el desarrollo por 3 kilómetros y medio con otros canales internos en una zona de manglares –cuya explotación está prohibida por la Ley General de Vida Silvestre–, y ya se ha observado en otros lugares que la apertura de estas vías ocasiona erosión. Las aguas residuales del desarrollo se van a inyectar al suelo y van a ir a dar a la laguna, lo cual ocasionaría que los pescadores dejen de trabajar en Yalahau, un cunero de especies
, considera en entrevista.
El desarrollo incrementará el tráfico, que ahora sólo es para los residentes, pero será mucho mayor y afectará la dinámica de la zona. El proyecto no plantea escenarios al respecto, apunta. Sobre este plan, el Cemda y habitantes de Holbox ya pidieron a Semarnat la consulta pública y una reunión de información.