iversos estamentos sociales se dieron cita ayer en varias ciudades de España, Italia, Portugal y Grecia para protestar por los brutales programas de choque que aplican los gobiernos de esos países. En los dos que comparten la península Ibérica tuvieron lugar, además, sendos paros generales convocados por centrales obreras.
En los cuatro casos, las razones de la indignación social son las mismas: los severos recortes aplicados por las autoridades a los programas de educación y salud, los incrementos impositivos, las ofensivas contra los derechos y las prestaciones laborales y el empecinamiento oficial por trasladar el costo de la crisis a los ciudadanos y de proteger a las corporaciones –especialmente, las financieras– de las consecuencias de su propia avidez.
Aunque Grecia ha sido desde hace meses el escenario principal del incendio social causado por las directrices económicas que la Unión Europea, bajo la presión del gobierno alemán, ha impuesto a cuatro de sus socios, ayer las confrontaciones más notables tuvieron lugar en España e Italia. En el primero las fuerzas del orden incurrieron en actos de brutalidad y la jornada se saldó con 72 heridos, 142 detenidos y algunos destrozos. La información difundida por los sindicatos señala que más de las tres cuartas partes de los asalariados acataron el paro, el cual fue particularmente perceptible en los sectores del transporte. En el territorio italiano las manifestaciones dejaron un saldo de seis policías heridos.
El caso español cobra relevancia particular por cuanto ha hecho evidentes las desventajas de pertenecer a la Unión Europea, adhesión que hasta hace unos meses era vista como sinónimo incuestionable de desarrollo político, económico y social. Sin embargo, esa pertenencia muestra hoy su cara más amarga: se ha desvanecido la soberanía de Madrid en materia de manejo de la economía, y el gobierno de Mariano Rajoy exhibe disposición a acatar las directrices impuestas desde Bruselas y Berlín y a sacrificar, en nombre de la estabilidad y el crecimiento, a la gran mayoría de la población.
Es significativo que los lineamientos impuestos por la Comisión Europea a España, Grecia, Italia y Portugal hayan sido criticados incluso por el Fondo Monetario Internacional (FMI), tradicional promotor de los planes de choque
, porque, según el organismo, pueden volverse política y socialmente insostenibles
.
Finalmente, esas estrategias anticrisis adolecen de miopía monumental, por cuanto la promoción de medidas recesivas en cuatro de los integrantes de la Unión Europea terminará por frenar el crecimiento de sus principales socios, e incluso por llevarlo a números rojos, lo cual pondría al mundo en la perspectiva de una nueva depresión global de consecuencias sociales y políticas impredecibles.