El fotógrafo Manuel Álvarez Bravo (1902-2002) regresa al Palacio de Bellas Artes, por sexta ocasión, con motivo de los 110 años de su natalicio y una década de su fallecimiento.

Con la exposición Manuel Álvarez Bravo: biografía cultural, inaugurada la noche del jueves, se presentan aspectos poco o nada conocidos, para mostrarnos sus gustos y aficiones; su universo cultural, expresó Teresa Vicencio, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Se trata, dijo, de la última gran actividad conmemorativa del año realizada por el INBA para quien fue nombrado creador emérito en 1993.

Antes, en presencia de la fotógrafa Colette Urbajtel, viuda del artista, y su hija Aurelia, directora de la Asociación Civil Manuel Álvarez Bravo, el curador de la muestra de más de 300 trabajos, el historiador de la fotografía español Horacio Fernández, habló de sus cuatro núcleos temáticos correspondientes a igual número de salas en el segundo piso del Museo del Palacio de Bellas Artes.

En la primera sala se han recreado las primeras tres exposiciones, dos colectivas y una individual, de un joven de 20 tantos años que seguramente no sabe que es artista y trabaja como contador. Empieza a aficionarse a la fotografía y se va convirtiendo en un fotógrafo cada vez más interesante, explicó.

Si en la primera colectiva de 1928 cuenta con un gusto fotográfico un poco anticuado, en la segunda de finales de 1929, en el Palacio de Bellas Artes, ese fotógrafo que no se definía muy claramente ya, sí lo hace y de una manera sorprendente como un artista abstracto. Habla de lo rarísimo que dice tiene que ver con el estudio de Picasso. Esto ocurre porque este joven artista ha recurrido a libros y revistas mexicanas, estadunidenses y europeas, con las que se ha acercado a lo que se consideraba la vanguardia fotográfica del momento en el mundo: la nueva objetividad, la nueva visión.

Itzel Vargas, directora del museo, dijo que esas nuevas facetas permiten al espectador redescubrirlo como un artista intelectual, culto y reflexivo.

Luego, Aurelia Álvarez consideró que las obras legadas por los fotógrafos llamados primitivos, los clásicos, no han dejado de ser valiosas fuentes de inspiración en esta era digital y nunca perderán validez ni interés. Esta exposición refleja la pasión de don Manuel por la fotografía desde sus orígenes, el arte del grabado que practicó, la pintura, la literatura, el arte popular y prehispánico, entre otros campos.