n entregas anteriores mostramos que las opiniones de Macario Schettino, Luis González de Alba, Armando Fuentes Aguirre Catón o Juan Miguel Zunzunegui sobre la Revolución Mexicana carecen de sustento. Para sostenerlas mienten y descalifican cualquier idea o proyecto de los caudillos populares. Así, para todos ellos, Zapata es solamente un reaccionario sin ideas. Citemos sólo al licenciado Villalpando:
Zapata no fue un revolucionario, sino todo lo contrario [...] La rebelión encabezada por Zapata se hizo para que los campesinos permanecieran en la estática histórica, para que no evolucionaran, para que conservaran la forma ancestral de vida que tenían y siguen teniendo. Es decir, Zapata fue un revolucionario reaccionario que luchó para que los hombres del campo permanecieran en el estado en que siempre habían vivido [...] Zapata quería volver al sistema colonial [...] y eso no es ser revolucionario ni abanderado de las causas de los pobres. Más bien, son ganas de seguir siéndolo
(Batallas por la historia, pp. 331-332).
Juan Miguel Zunzunegui, Luis González de Alba y Luis Pazos discurren por la misma senda. ¿De dónde viene esta idea? Es muy vieja, tan vieja como el odio de los hacendados y los poderosos contra Zapata, que hace 70 años Jesús Sotelo Inclán sintetizó en su espléndido libro:
Emiliano Zapata fue un bandido
. Asaltó, incendió, asesinó. Era [...] la barbarie contra la civilización, el robo contra la legítima propiedad [...] Sus hordas de forajidos asolaron todas las poblaciones [...] Fue un faccioso [...] un cobarde [...] No tuvo verdaderos principios ideológicos como no fuera un falso ideal confeccionado por unos demagodos [...] un analfabeto y un ignaro despreciable.
Pero estos falsificadores no estudiaron tanto: al menos tres de ellos se basan únicamente en el primer párrafo del Zapata de Womack. Si hubiesen leído con atención el resto del libro, particularmente el capítulo Y los pueblos claman revolución
, sabrían que la primera frase es retórica. Nunca presentan pruebas de sus fantásticas afirmaciones y omiten o ignoran todas las que han presentado historiadores serios y bien fundamentados, entre los que les recomiendo, sólo para empezar, los trabajos de Francisco Pineda y Felipe Ávila, quienes han demostrado el carácter profundamente revolucionario y transformador del zapatismo.
La práctica revolucionaria zapatista se inició en 1912. Posteriormente, cuando en agosto de 1914 tuvieron el control de Morelos y regiones aledañas, instrumentaron una reforma agraria integral. En diciembre, uno de los principales compañeros y asesores de Zapata, Manuel Palafox, fue nombrado secretario de Agricultura del gobierno convencionista. Un periodista le preguntó si pensaba estudiar la cuestión agraria
y él replicó: No señor. La cuestión agraria la tengo ampliamente estudiada. Me dedicaré a resolverla
. Y así lo hizo: de inmediato fundó un banco de crédito rural, ordenó el establecimiento de escuelas técnicas de agricultura y abrió oficinas para el reparto de tierras en regiones fuera de Morelos. No hay en ello nada que permita hablar de una vuelta a la colonia.
En enero de 1915 las Comisiones Agrarias integradas por representantes de los pueblos y por agrónomos, adjudicaron a cada pueblo las tierras que le correspondían. En marzo Zapata escribió al presidente de la Convención, Roque González Garza: Lo relativo a la cuestión agraria está resuelto de manera definitiva, pues los diferentes pueblos del estado, de acuerdo con los títulos que amparan sus propiedades, han entrado en posesión de dichos terrenos
. Se distribuyeron las tierras de las haciendas en función no sólo de los viejos títulos, sino de las necesidades de los pueblos. Además, expropiaron sin indemnización ingenios y destilerías de los enemigos de la revolución
y los pusieron bajo administración militar. El proyecto de impulsar y colectivizar la mayor riqueza del estado, ¿qué tiene que ver con el pasado? Evidentemente no puede gustarles, señores falsificadores, pero no mientan.
Ese año, todos los campos de Morelos fueron sembrados, pero no con la caña de los hacendados, sino con el maíz de los pueblos. Zapata trató de convencerlos de que también sembraran caña para los ingenios, pero lo logró en muy pequeña escala, aunque con la convicción de que a mediano plazo se reactivaría la industria. El nivel de vida subió notablemente y se instauró una democracia pueblerina no exenta de conflictos. ¿Qué tiene que ver la democracia municipal con las relaciones paternalistas de sujeción de la Colonia?
Además, zapatistas y villistas diseñaron un proyecto de nación, del que hablaremos luego. Despidámonos con el grito que aún les provoca pesadillas: ¡Viva Zapata!
PD: ¿Continuará Villalpando al frente del Inehrm?