Niños que escriben
omo regalo de Navidad, abrimos la posibilidad de que niños y niñas publiquen cuentos breves, poemas y textos cortos de opinión, de vez en cuando, en este espacio. Iniciamos con Mi transformación en sombra, cuento inédito (© Ara Guzmán, 11 años):
“Un día caminando por la calle me ocurrió algo muy extraño: mis manos, mi cara, mis piernas y todo mi cuerpo estaba vestido de negro. Entonces comprendí que mi sombra y yo habíamos cambiado de identidad, ahora yo era mi sombra y mi sombra era mi ser.
No me acostumbraba, tenía que hacer los pasos de mi ser igualitos, a veces lentos y otras rápidos, aunque estuviera cansada. Uno de esos días mi ser, esperando cruzar la calle se sentó, y yo, entre que me sentaba y pensaba qué raro era esto de ser sombra, mi ser ya estaba bastante lejos y tuve que correr y alcanzarlo, mientras que las demás sombras se reían, puesto que yo no sabía hacer bien mi trabajo.
Pero una ventaja de ser una sombra es que en la noche salía a divertirme. Hice un amigo que se llamaba Héctor, sombra de un futbolista, y en la noche iba a ver jugar a su ser, así que me invitó. Otra ventaja es que no nos afecta el Sol ni nos enfermamos, y cuando pasan algunos coches sobre mí, no me pasa nada, aunque siento mucho miedo, pero como soy una sombra no me pueden tocar. Pero hablando de desventajas, ya estaba cansada de ser una sombra y la comida no tenía sabor. Eran sombras de helados, de pasteles o de almuerzos completos.
Al ser sombra me podía meter en fotos y cuadros. Mi ser tenía un cartel grande en que se veía Hollywood. Yo me introduje y caminé por las calles; era de noche y de repente oí un escándalo, entonces di la vuelta a la esquina y ¡¡¡Guns N Roses en persona!!! Era un sueño hecho realidad. Bajaban de su limusina y los admiradores gritaban de emoción al verlos. Corrí hacia ellos y de inmediato me hice amiga de sus sombras, haciendo que me invitaran al concierto. Esa noche la pasamos súper bien, pero se hacía tarde y tenía que volver. Me despedí y caminé hasta salir del cartel, para después irme a dormir.
Al otro día mi ser estaba en recreo, se sentó y yo pensé que echaba mucho de menos ser persona, no por la comida, ya que siendo sombra la pasaba muy bien, pero aunque era divertido no me acostumbraba.
De pronto hubo un temblor y vi una gigantesca sombra de un poste de luz que iba a caerme encima, cerré los ojos y al abrirlos me miré y había vuelto a ser persona.
Qué días fueron esos, llenos de entretenciones y más, pero de ahora en adelante trataré mejor a mi sombra, pues ya sé lo que se siente ser una de ellas…”