esse & Joy, Pepe Aguilar, La Arrolladora Banda El Limón, David Bisbal, Molotov, Carla Morrison, Gian Marco, Seu Jorge, Marcos Witt, Lila Downs, Chick Corea, Arturo Sandoval. Todos ellos fueron recientemente celebrados, festejados, aplaudidos, entrevistados y difundidos masivamente en ocasión de haber sido ganadores del Grammy Latino 2012 en sus respectivos oficios y categorías. Como suele suceder cuando de este tipo de premios se trata, la frívola prensa de espectáculos se volcó sobre ellos en un frenesí alimenticio más que comprensible, considerando las jugosas ganancias que generan los artistas mencionados. Y por allá en algún rincón de la lista de ganadores, lejos de los reflectores y las pasarelas, la escueta noticia de que el Grammy Latino en la categoría de música clásica (la categoría Patito Feo, sin duda) había sido otorgado al Cuarteto Latinoamericano (CL) por su grabación de obras del compositor brasileño Francisco Mignone.
No discutiré aquí, por falta de espacio y de elementos sólidos de juicio, los méritos (o falta de ellos) de los demás premiados; me concretaré a señalar que, salvo muy escasas y honrosas excepciones, la prensa escrita prácticamente ignoró el Grammy Latino obtenido por el CL, y que para los espacios dedicados a los chismes de la farándula y el espectáculo en los medios electrónicos, este premio resultó inexistente.
El cedé con el que el Cuarteto Latinoamericano obtuvo su bien merecido Grammy Latino presenta numerosos y evidentes méritos: aborda la música de un compositor sólido y de alto nivel, pero relativamente poco conocido; el repertorio (así como su organización al interior de la grabación) es de calidad indiscutible; la toma de sonido y el trabajo de edición se han realizado en condiciones técnicas admirables; la presentación del disco es sobria y eficaz; los textos sobre el compositor y las obras son claros, escuetos e informativos. Todo ello, en contraste evidente con tantas de nuestras producciones discográficas de música de concierto, bienintencionadas pero finalmente fallidas por falta de rigor en varios (o todos) los rubros mencionados. En su cedé ganador, el CL ofrece un amplio panorama del trabajo creativo de Francisco Mignone, de quien se puede decir, contradictoriamente, que tiene como uno de sus méritos principales no ser Heitor Villa-Lobos y, a la vez, mostrar en su música algunos rasgos de la benéfica influencia del gran maestro brasileño, cuyos 17 cuartetos también grabaron de forma espléndida los cuatro latinoamericanos. Por muchas razones, la audición de este disco, titulado Brasileiro, será sin duda una positiva sorpresa para el melómano interesado en explorar veredas poco transitadas de la mejor música de nuestra parte del continente.
En su momento fundacional, el CL se conjuntó nutrido con rica savia uruguaya, chilena y mexicana, y a lo largo de tres décadas ha dado numerosas y contundentes muestras de su vocación latinoamericana. Gracias al trabajo incansable del CL, hoy conocemos la música de numerosos autores de la América Latina que de otra manera quizás nunca hubieran pasado revista por nuestros oídos. De memoria y al vuelo, menciono a Orbón, Cardona, Golijov, Garrido-Lecca, Atehortúa, Luzuriaga, Liderman, Amaya, Del Águila, entre muchos otros.
Así que, por una parte, celebro gozosamente este Grammy Latinoamericano obtenido a pulso por el CL, y por la otra cuestiono severamente un entorno cultural, musical y mediático en el que a fuerza de publicidad engañosa, promoción desvergonzada, payola evidente y, sobre todo, aprovechamiento con alevosía y ventaja del bajísimo nivel cultural y educativo de la gran mayoría del público consumidor para arteros fines de lucro, se ensalza sistemáticamente la mediocridad mientras se ignora despectivamente la excelencia. Con fina intuición, me atrevo a suponer que del cedé Brasileiro con música de Mignone se venderán, quizás, menos ejemplares que de los discos de Molotov o de Marcos Witt. Me encantaría conocer las cifras respectivas, para documentar mi optimismo.