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Las muchachas, de 19 a 26 años, trabajaban en un bar de Tamaulipas; desde 2011 no se sabe de ellas

Queremos que las busquen, ruegan las madres de 6 jóvenes desaparecidas en NL

Cada mes llegan al estado hasta 400 mujeres; la mayoría son obligadas a prostituirse: Rosi Orozco

Especial par La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 20 de enero de 2013, p. 29

Las seis eran amigas y decidieron ir a trabajar de bailarinas al Bar 65 ubicado en el municipio de Reynosa, Tamaulipas, y desaparecieron al regresar a Monterrey, en una camioneta marca Nissan. Tengo muchas mujeres trabajando aquí y no puedo andar cuidándolas a todas. No se dónde están, les dijo molesto el gerente del lugar a las madres que fueron a buscarlas.

Alma Mónica Álvarez García, Juanita Alemán Hernández, Judith Ceja Aguirre, Almirza Jamileth de León Tamez, Cynthia Janeth Lozano Palacios y Coral Pérez Triana, vivían en los municipios de Guadalupe y Cadereyta, Nuevo León, ambos considerados focos rojos de tráfico humano, al igual que la ciudad de Reynosa, donde han desaparecido decenas de mujeres, víctimas de trata, con fines de explotación sexual, a manos del crimen organizado.

Cada mes llegan a Nuevo León entre 300 y 400 mujeres de la República que son obligadas a trabajos forzados, particularmente a la prostitución, y una parte son llevadas a Estados Unidos desde Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo. Hemos atendido 127 muchachas, y entre las rutas más comunes donde las secuestran, está Monterrey, dice Rosi Orozco, presidenta de la Comisión Unidos Contra la Trata, AC.

La organización ha exigido al gobierno federal, un call center contra la trata de mujeres, y ubica seis polos territoriales de explotación sexual y tráfico en México: Acapulco, Cancún, Ciudad de México, Tijuana, Ciudad Juárez y Monterrey: A la mayoría las engañan con ofertas de trabajo, enamoramiento o amenazas y secuestro.

Las ciudades se convierten en focos rojos de trata de mujeres, cuando los distintos gobiernos permiten crecer el número de negocios giros negros, que pertenecen a las redes de trata, constituidas por hombres poderosos, del sector empresarial, la política y el crimen organizado: Gobernantes y legisladores han permitido que crezca este delito y México ya está a la par con Tailandia, Filipinas, Guatemala e India.

El calvario comenzó en 2011

Las seis muchachas desaparecieron el 11 de julio de 2011. Tienen entre 19 y 26 años. Cinco son madres solteras que estaban a cargo de sus hijos; y todas tienen en común el gusto por el baile.

Vamos a Reynosa, allá se gana mucho dinero, dijo Juanita a Judith, según cuenta Dora Elba Aguirre Dávila, madre de la segunda, cuando la invitó a trabajar en el Bar 65, ubicado entre las calles Quintana Roo y Tamaulipas. Desde que se las llevaron, nadie nos ha dado razón. Nadie nos hace caso. Ahora que el gobierno ha dicho que va a buscar a los desaparecidos, que incluya a nuestras hijas, queremos que las busquen, dice Dora Elba, que por primera vez ha decidido hacer público su caso, luego de escuchar las declaraciones del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien prometió buscar a todos los desaparecidos.

Las seis madres se unieron para interponer denuncias en Reynosa, Tamaulipas y Monterrey y Cerralvo, Nuevo León; y para hacerse las respectivas pruebas de ADN. Las autoridades nunca encontraron la camioneta Nissan de reciente modelo en la que viajaban las jóvenes y respondieron siempre con discriminación: Se las llevaron porque andaban en eso, les respondían.

Dora Elba está sentada en la sala de su casa en el municipio de Guadalupe. Su hija Judith es madre soltera y tiene una niña de seis años: Ella vendía ropa y perfumes originales para mantener a su hija. Eran sus únicas salidas, hasta que Juanita la invitó a trabajar a Reynosa. Llevaban tres semanas yendo los fines de semana al bar. Cuando hablamos con el gerente nos dijo que él, de tanta mujer que tenía, no podía andar cuidándolas. Se enojo porque hemos insistido y ya no nos contesta en el celular.

La hipótesis de las madres de las seis jóvenes es que desaparecieron en la carretera Reynosa-Monterrey, un lugar domina- do por dos grupos del crimen organizado en lucha por el control de la plaza: Los Zetas y el cártel del Golfo. Cuentan que cuando fueron a Reynosa, otra madres que también estaba buscando a su hija les dijo que en esa ciudad durante la última semana habían desaparecido más de cien muchachas.

Pensamos que se las llevaron los tratantes. Aquí en Cadereyta un señor que andaba en eso le dijo a una mamá, que las muchachas ya no estaban vivas, que él se había dado cuenta que las habían matado y estaban sepultadas en una fosa clandestina, allá en el monte, en un pueblo que se llama San Juan; pero no creemos, no hay evidencia. Queremos pruebas, dice Dora Elba.

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Madres de seis jóvenes desaparecidas en julio de 2011 se unieron para interponer denuncias en Tamaulipas y Nuevo León, y hacerse pruebas de ADN, para saber el paradero de sus hijas. Desde que se las llevaron nadie nos ha dado razón. Nadie nos hace caso. Ahora que el gobierno dijo que va a buscar a los desaparecidos, que incluya a nuestras hijasFoto Sanjuana Martínez

Sin rastro

Las risas y gritos de los niños, apenas permiten que se escuche la voz entrecortada de Alma Gloria García Ramírez, madre de Alma Mónica Álvarez: La gente es muy cruel. Juzga sin saber; dicen que si mi hija andaba trabajando en esos lugares es porque le gustaba. Trabajaba allí y en dónde fuera, porque tenía que sacar adelante sola a sus cuatro hijos. Ella nunca los hubiera abandonado. No se fue, la secuestraron.

Está sentada en su casa, una humilde vivienda de apenas un par de cuartos. Las fotografías de quince años de sus cuatro hijas cubren las paredes; la de Alma Mónica cuelga de su cuello: Mi hija estaba recién aliviada cuando se fue a Reynosa, acababa de dar a luz a esta bebé que ahora tiene año y medio. Los dos niños mayores cumplían años en septiembre y ella quería ganar más dinero para comprarles un regalo y hacerles pobremente una meriendita.

Cuando alguno de los padres, de los cuatro hijos de Alma Mónica, llegan a ir a verlos, su abuela, que ahora los cría, les dice: Si ustedes hubieran sido responsables, si le hubieran dado una pensión para mantenerlos, mi hija estaría aquí.

Peregrinar por las instituciones

En su peregrinar por las instituciones, las autoridades le han dicho de todo: Mejor no le mueva señora, porque le puede ir peor, le dijo un policía; otro le comentó: Se las llevaron porque andaban mal. No la busque porque los va a hacer enojar.

Durante un año ninguna autoridad buscó a las jóvenes, pero ante su insistencia los expedientes han aumentado solo en papel: Nosotros pensamos que algo les pasó en la carretera y las tienen trabajando. Las seis son jóvenes y muy bonitas, pero no las están buscando donde deberían. En esos lugares.

Las denuncia interpuesta en Reynosa, ciudad de tráfico de mujeres y niñas con destino a Estados Unidos, nunca avanzó: Ha pasado año y medio y jamás nos dijeron nada. En Nuevo León apenas nos están tomando ampliación de denuncia. Es triste, desesperante. Ya no se qué decirles a los niños. Uno de ellos sigue esperando el regalo, una pista de coches de carreras. Y dice: Mi mamá está trabajando y va a traernos mucho dinero, porque ya se tardó muchos días... ¿Qué le digo?... Nomás lloro.

Ley sin dientes

En México, la desaparición de mujeres se mezcla con el delito de trata con fines de explotación sexual, comenta Rosi Orozco que lleva una década dedicada a denunciar la mafia de las redes del tráfico humano: Casi no hay sentencias contra tratantes. La constante es la impunidad. Nuevo León, por ejemplo, tiene una ley sin dientes, que no castiga.

Según sus investigaciones, legisladores y funcionarios permitieron que creciera el delito de trata de mujeres y estas son las consecuencias: La ley no engloba como delito la trata ni estipula penas. Es lo que me impresiona. Si se aplicaran a ir a los giros negros, que abundan en Monterrey, a buscar mujeres y en situación de trata, sería distinto.

María de la Luz Hernández, madre de Juanita Alemán Hernández de 19 años, soltera, sin hijos y la más joven del grupo de desaparecidas, vive en Cadereyta, un territorio en disputa entre los cárteles de la droga, donde siguen desapareciendo decenas de mujeres: En la cuadra son varias. Una desapareció un día antes que mi hija y la semana pasada le hablaron a su mamá para entregarle puros huesitos.

Desde que se fue, no ha tenido una sola señal de ella. Le dije: ese camino para Reynosa no va a traerte nada bueno. Allá es pura perdición, pura matazón. Pero no me quiso entender. Y no las podemos amarrar. Queremos que las pasen por el Internet, que nos ayuden. Nosotros no podemos moverle mucho; no se vayan a dar cuenta los malos.

Añade: Que nos ayuden, estén muertas, estén vivas; cómo sea. Aquí han matado a muchos jóvenes; sus mamás van y los entierran al panteón y saben dónde está la tumba, pero lo peor es no saber. Ahora que dice el gobierno que va a buscar a los desaparecidos. Quiero saber, para ya descansar, no duermo.