El museógrafo Mario Vázquez Ruvalcaba recibirá un homenaje mañana en el MUAC
lo más importante de mi vida
Participó al lado de otras 4 mil personas con la idea de dar un espacio de dignificación al patrimonio prehispánico, crear en el público un sentimiento de orgullo de tener ese pasado
Martes 22 de enero de 2013, p. 4
Haber participado hace medio siglo, al lado de unas 4 mil personas, en la creación del Museo Nacional de Antropología (MNA), dice en entrevista el maestro Mario Vázquez Ruvalcaba, ha sido la experiencia más importante de mi vida, y después, haber sido durante tantos años el encargado de realizar la museografía de ese recinto
.
En la sala de su casa, en la colonia Romero de Terreros, Vázquez Ruvalcaba charla mientras espera la llegada del miércoles 23, cuando, a las 6 de la tarde, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), recibirá un reconocimiento de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con ocasión de sus 90 años y de su brillante trayectoria como creador e impulsor de la nueva museografía en México
.
La ceremonia será parte de los reconocimientos que la máxima casa de estudios ha otorgado desde 2004 a figuras como Raquel Tibol, Adolfo Patiño y Helen Escobedo, y a instituciones como la Galería de Arte Mexicano.
En el homenaje participarán la coordinadora de Difusión Cultural UNAM, María Teresa Uriarte; la directora del MUAC, Graciela de la Torre; la directora del MNA, Diana Magaloni; el titular del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Sergio Raúl Arroyo, y el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
Mario Vázquez Ruvalcaba estuvo presente en la creación del término ecomuseo
, en el que una comunidad popular constituye un museo activo, e impulsó la Casa del Museo, desaparecida ya como experiencia pionera en un barrio de la ciudad de México.
Estudió en la Escuela Nacional de Antropología con maestros como Fernando Gamboa; hizo la carrera de derecho en la Universidad Obrera, donde fue alumno de Vicente Lombardo Toledano, y además estudió danza y teatro, éste, con Seki Sano. Formó parte del Ballet Nacional, donde conoció a Guillermina Bravo, a Ana Mérida, a Gloria Mestre y a Lin Durán.
Como coordinador general del proyecto, Vázquez Ruvalcaba fue fundamental en la creación del MNA de 1962 a 1964, cuando se inauguró; posteriormente fue su director y ha sido museógrafo de muchas exposiciones en México y otros países.
Entre los museógrafos contemporáneos suyos figuran Alfonso Soto Soria, Íker Larrauri y Jorge Angulo. Trabajó con el destacado museógrafo francés George Henri Riviére (que es como decir Marx o Freud o Levi Strauss
), creador de la nueva museografía
a escala mundial, y primer director del Consejo Internacional de Museos de 1946 a 1965.
Desde hace ya mucho que la museografía en México está a muy buen nivel, incluso antes de la creación del Museo Nacional de Antropología, cuando se consolida a escala mundial no sólo como museografía, sino como arquitectura de museos, gracias al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Todo ello tuvo un impacto en la creación de otros museos en el país. Y México ha conservado esa vanguardia.
–¿Cuáles eran las ideas museológicas y museográficas de usted en ese momento? ¿Hacia dónde quería avanzar?
–Es una pregunta muy difícil y me da miedo. Todos los que estábamos en el proyecto del Museo Nacional de Antropología –antropólogos, arqueólogos, arquitectos, museógrafos– no sabíamos hacia dónde se avanzaba, era una búsqueda. Era un mundo de 4 mil personas trabajando en lo mismo. La idea era crear un recinto que pusiera en evidencia el patrimonio cultural mexicano, específicamente prehispánico e indígena contemporáneo, darle un espacio de dignificación, crear en el público un sentimiento de orgullo de tener ese pasado, esa herencia. Sí, se quería proyectar hacia afuera, pero estaba pensado básicamente para la población mexicana. Muchas de sus soluciones prácticas están muy pensadas en las naturalezas del público mexicano.
con ocasión de sus 90 años y de su brillante trayectoria como creador e impulsor de la nueva museografía en MéxicoFoto José Antonio López
–En ese tiempo era muy claro que aún había un proyecto de nación. ¿Es así?
–Sí, había un proyecto de nación. Era la concreción de toda la etapa de la Revolución, el nacionalismo, el desarrollo de México. Era una búsqueda de lo mexicano, que ya venía de muy antiguo, que se había dado en la música, la pintura, la escultura, la literatura. También era la necesidad de dar a la gente algo positivo de donde agarrarse, y nos funcionó. Ha sido la experiencia más importante de mi vida, y después, haber sido durante tantos años el encargado de realizar la museografía de ese recinto.
–¿Qué emociones y pensamientos le generaba tener en sus manos esa condensación del patrimonio cultural de la nación?
–Por un lado es la identidad del país y, por el otro, es un placer. El placer de poder exhibirlo poniéndolo en valor, dándole importancia, presentándolo de manera didáctica. Después del trabajo del investigador, el museógrafo viene siendo una especie de puente dinámico entre ese conocimiento y la visión, la sensación, la impresión, la emoción que produce en el visitante. Si no piensas en eso, no importa que uses muchos recursos estéticos o técnicos, pues entonces eres casi un decorador. El museógrafo es una otra cosa.
–¿Qué aspectos caracterizan a una posible escuela mexicana de museografía?
–Hablaría de mi museografía, porque hay muchas. Posiblemente la mía corresponda al estilo mexicano, con una base ideológica, didáctica, que toma de las historias de México, de la historia del arte y la cultura mexicanos, y los convierte en formas de exhibición. Por ejemplo, te imaginas los claroscuros del barroco colonial y los aplicas a tu museografía, no sólo para una colección colonial, sino para una serie de efectos en cualquier otro tema. Otro caso: el colorido; lo tomas desde la época prehispánica e integras tus objetos, sin importar su época, en una determinada paleta. También como el barroco, se usa la luz, los efectos lumínicos. O tomas de la música elementos que te llevarán emocionalmente a lo largo de la exposición. No todos los museógrafos son emocionales. Tomas las diagonales de la danza, los términos de los escenarios de teatro. Trasciendes los personajes del teatro a los objetos, por ejemplo, en la composición de una vitrina.