s una fría y soleada mañana de enero, estamos sentados en una mesita con cubierta de mármol, tomando un buen café express. Ante nuestros ojos aparece un hermoso patio rodeado por columnas con arcos, que sostienen una segunda planta, en donde alcanzamos a apreciar en los pasillos, artísticos carteles que fueron premiados en la 12 Bienal Internacional del Cartel. En medio del patio se levanta una fuente con azulejos en su interior, rodeada de flores en las que resaltan coloridas azaleas. Se escucha el trino de pajarillos que anidan en los fresnos, que salpican el patio, entre los que asoma la torre del antiguo templo.
Este paraíso se encuentra en el Centro Histórico, en el interior del Museo Franz Mayer. Cuesta trabajo imaginar que durante el virreinato en estos bellos espacios se dio atención hospitalaria a los enfermos más desposeídos y ya en el siglo XX fue la sede del tétrico Hospital de la Mujer, que igualmente atendía a las más desvalidas, entre otras, a prostitutas que trabajaban en la cercana calle del Órgano.
Fue la orden de San Juan de Dios, famosa por su espíritu caritativo, la que en el siglo XVII levantó un primer edificio con su templo adjunto, mismos que rehizo una centuria más tarde, que fue cuando la orden alcanzó gran renombre, especialmente durante las epidemias que asolaron a la ciudad de 1736 a 1738, cuando los juaninos llegaron a recibir hasta 885 apestados diariamente, sobrepasando con creces el cupo del bello inmueble, lo que llevó a los monjes a ceder sus propias celdas.
En los años 80 del pasado siglo, el inmueble ya en el abandono, se restauró y adaptó para albergar el Museo de Artes Aplicadas Franz Mayer. Se formó con extraordinarias colecciones de artes decorativas, escultura y pintura de México, Europa y Oriente, de los siglos XVI al XIX, que donó el empresario de origen alemán Franz Mayer.
El generoso coleccionista vivió en nuestro país desde 1905 hasta su muerte, en 1975, país al que amó profundamente y del que adquirió la nacionalidad, declarando con gran nobleza: hice mi fortuna en México y aquí la dejaré para beneficio de todos
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Ya hemos hablado de este museo grandioso en todos los sentidos, comenzando por el inmueble con sus dos patios, el principal que mencionamos líneas atrás, enorme y bellísimo. El segundo patio fue techado para servir de sala de exposiciones temporales, hay un auditorio e innumerables salas en ambos pisos, que muestran la extraordinaria colección.
Entre las renovaciones que el museo ha tenido años recientes destaca la instalación de dos elevadores y rampas y la construcción de un edificio adjunto, con un amplio estacionamiento, lo que facilita la visita.
Hoy vamos a comentar un espacio poco conocido del museo: –La Biblioteca Rogerio Casas-Alatriste, que resguarda la colección de libros reunida por Franz Mayer, quien además de coleccionar piezas de arte destacó como bibliófilo. El acervo suma más de 14 mil obras que integran varios fondos; mencionaremos algunos: Incunables europeos, biblias, misales, pontificales, mapas, manuscritos, libros de coro y ejecutorias de hidalguía. Destaca una de las colecciones más importantes en América, de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 18 idiomas, en su mayoría, ediciones anteriores a 1905. Libros especializados en artes decorativas, particularmente sobre los géneros que integran la colección: mobiliario, platería, cerámica, cristalería, porcelana y relojería.
La relevancia de este acervo radica, entre otros aspectos, en la rareza antigüedad y belleza de sus ediciones, verdaderas obras de arte. En estos libros es notable, además del contenido, la encuadernación, tipografía, ilustraciones y miniado.
El refrigerio se sugiere ahí mismo en el deslumbrante patio. Se van a sorprender con especialidades italianas: lasagna al ragú, ravioles ricotta a la napolitana y pollo a la crema de porcini. Además de molletes, quiches, empanadas, tartas, pastel y buen café.