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66 Festival de Cannes
La competencia a mitad del camino
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El director Takashi Miike ajusta el vestido de la actriz Nanako Matsushima en la alfombra roja del estreno de Wara no tate, en la edición 66 de CannesFoto Reuters
C

annes, 20 de mayo. Uno empieza a notar el aire de desesperación cuando se programa dentro de la competencia una película que está muy lejos de estar a la altura de su autor. Ese es el caso de Wara no tate (Escudo de paja), enésima realización del a veces inspirado Takashi Miike. En este caso se trata de un thriller policiaco de premisa prometedora: un asesino de niñas es arrestado en Fukuoka y necesita ser trasladado a Tokio. El problema es que el abuelo multimillonario de una de las víctimas ha ofrecido mil millones de yenes a quien mate al sujeto antes de que sea puesto en manos de la justicia. Un heroico oficial de seguridad (Takao Osawa) se dispone a cumplir esa misión imposible, con un equipo en el que también hay traidores que se quieren volver millonarios.

Los cinéfilos de vieja guardia recordarán a la similar Ruta suicida (1977), de Clint Eastwood, un antecedente importante que, a su vez es un derivado del western clásico El tren de las 3:10 a Yuma (Delmer Daves, 1957). Contra su tendencia subversiva, Miike ha hecho una película convencional y solemne en la que héroes y villanos se comportan de la misma forma exaltada, con amplia cancha para el detalle melodramático; por ningún lado se asoma su habitual capacidad de delirio y deseo por saltarse las reglas. Es como si el cineasta quisiera demostrar su aptitud para dirigir producciones de gran presupuesto, y dejar de lado su vertiente forajida.

Más convincente en cambio resultó la producción francesa Un chateau en Italie (Un castillo en Italia), de la también actriz Valeria Bruni Tedeschi (hermana de la ex primera dama francesa). En un tono que recuerda al primer cine de Bellocchio, si éste tuviera más desarrollado el sentido del humor, la película enfoca a una familia decadente que vive en el lugar epónimo. El personaje principal es Louise (la propia directora) quien sostiene una relación casi incestuosa con su hermano (Filippo Timi) a punto de casarse, y decide tener una relación express con un ensimismado actor (el ligeramente insoportable Louis Garrel) al grado de querer tener un hijo con él a través de una fecundación in vitro.

El esfuerzo podría calificarse de comedia melodramática, ya que los elementos humorosos, que dependen casi siempre de las acciones ridículas de la protagonista, están siempre a contrapunto de los momentos dramáticos. Si el premio de actuación toma en cuenta los ataques de histeria, Bruni Tedeschi se pondría a la cabeza entre las candidatas posibles.

Lo incomprensible es que Wara no tate haya sido objeto de una función preferente en la gran sala Lumière (que le valió el primer abucheo sonoro de este festival), mientras a Un chateau en Italie, que juega de local, se le dio tratamiento de película de segunda, con sólo una función vespertina, sin que los asistentes se hayan tenido que vestir de gala. Para colmo, unos vientos huracanados que han alejado las nubes de Cannes, provocaron también que las damas llegaran a la deslucida soirée con sus coiffures bastante echadas a perder.

No hay mucho qué decir de la función de medianoche dedicada a Blind detective (Detective ciego), del hongkonés Johnnie To, salvo dejar constancia que la comedia estridente no es su fuerte y debería restringirse al género gangsteril. Tan consternante resultó el capulinazo al estilo asiático que uno abandonó la función en busca del sueño reparador.

Twiiter: @walyder