La participación nacional ha sido de altibajos desde su inicio, en 2007
Mala estrategia política, desorganización y escaso presupuesto, las causas
Domingo 26 de mayo de 2013, p. 4
Venecia, 25 de mayo.
La Bienal de Venecia, tras una reforma estructural en 1998, se compone por una exposición central, con curaduría de un director prestigioso elegido en cada edición, que utiliza dos enormes espacios ubicados al extremo este de la isla: el primero, llamado Pabellón Central en los Jardines de la Bienal, y no lejos de ahí el Arsenal, es decir, las atarazanas, corazón pulsante de la economía de la Serenissima. Alrededor de esta exposición principal giran como satélites los pabellones nacionales ubicados la mayoría en los jardines, especie de museos independientes que han ido multiplicándose desde el primer pabellón, en 1907, el belga, hasta el último, el coreano, en 1995, con el cual se han concluido la construcción de pabellones en esta zona.
Los últimos en llegar han tenido que ubicarse en el mejor de los casos en el Arsenal, como Chile, Argentina, China, entre otros, pero el espacio es a veces reducido y se confunde con el resto de la exposición central, aunque cuenta con la ventaja de ser visitado por gran número de personas.
Los países periféricos se ubican en espacios diseminados en la ciudad para reducir los gastos de renta.
México inicia su historia en la Bienal ininterrumpidamente desde 2007; ha llegado tarde al banquete, pero curadores y artistas desde Rafael Lozano-Hemmer, Teresa Margolles, Melanie Smith, y en la presente edición, Ariel Guzik, han mostrado su estatura, la posición periférica del espacio no ha impedido una excelente afluencia y atención de la crítica.
Atravesar la puerta del pabellón, recorrer sus espacios y gozar de la obra debe apreciarse, pues la huella mexicana en Venecia ha sido accidentada desde el inicio, la trágica muerte del comisario Príamo Lozada, por una caída desde el balcón de su habitación poco antes de la primera inauguración del pabellón mexicano, ha sido un luto que ha precipitado como una sombra hasta el momento.
La bienal –recordemos– es un acto oficial de dimensiones planetarias con consecuentes e inevitables intereses de poder, ya sea de mercado o político. En el caso mexicano nació en un momento propicio, pues Felipe Claderón quería reforzar la cooperación internacional para favorecer el deasrrollo de México, como demuestra en principio la inciativa de ley de 2008, que terminará por convertirse en ley tres años después. En su artículo primero dota al Poder Ejecutivo para facilitar tal cooperación, donde la cultura está condiderada como uno de los medios indispensables para lograrlo.
Dicha iniciativa encontró respuesta inmediata del director general de Asuntos Culturales de la Cancillería Alberto Fierro Garza, quien la apoyó y difundió a través de simposios y escritos, como La diplomacia cultural como instrumento privilegiado de la política exterior. Fierro consideraba la cultura como motor económico y puente indispensable de comunicación entre las naciones, pero también un modo para contrarrestar las noticias que se publican en el mundo sobre la situación que enfrenta el país actualmente en el contexto del combate al crimen organizado
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Un milagro quiso que el tiro saliera por la culata y el proyecto de Cuauhtémoc Medina fuera el vencedor con la obra de Margolles, cuyo tema trataba justamente la parte más brutal del gobierno Calderón: la lucha contra el narcotráfico.
Para el gobierno mexicano fue un golpe, pero el pabellón tuvo enorme éxito.
Fierro pagaría por el descuido –quizá firmó el proyecto sin revisarlo adecuadamente– con su puesto, terminando como cónsul de México en Orlando.
Todo parecía que la edición de 2011 interrumpiría la breve experiencia mexicana en esta manifestación, no hubo un concurso previo y la selección de Melanie Smith se hizo precipitadamente y a último momento. Según la misma artista dependió de la obra reciente que tenía terminada y que Bellas Artes conocía, si se considera el tiempo tan ajustado
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La Tate adquirió el cautivante video Xilitla (2010), en ocasión de la Frieze Art Fair de Londres meses después.
La Bienal hoy
La Bienal encendió repetidas tensiones el pasado febrero, cuando el nuevo presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Rafael Tovar y de Teresa, puso en entredicho el convenio de comodato por nueve años firmado por la anterior administración, para que el pabellón mexicano tuviera finalmente una sede estable, para la cual se comprometieron millón y medio de euros para financiar la restauración de la Antigua Iglesia de San Lorenzo, pues, según dijo Tovar, la anterior administración no dejó prevista una partida presupuestal para ello
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Nadie o casi nadie faltará a la fiesta este año, incluso Bahamas estará presente, por no decir Siria, a pesar de estar en medio de una terrible guerra civil. Argentina, que había estado hasta la bienal pasada en una situación similar a la de México, sin una sede estable, la presidenta Cristina Fernández siguió las negociaciones de manera personal hasta obtener el comodato por 20 años la Sala de Armas del Arsenal, de 250 metros cuadrados, para su restauro se calcula una inversión de 1.9 millones de euros.
A su vez, Emiratos Árabes acaba de anunciar el acuerdo alcanzado para el pabellón permanente en la misma área del argentino.
La brecha abierta con tanto esfuerzo no puede cerrarse, México no es la Cenicienta del arte, y cabría valorar formas alternativas de gestión que impulsen a sus artistas, sobre todo a los que no tienen recursos económicos, para ir al exterior, con miras a alcanzar proyección internacional.
Si el patrocinio estatal es un problema, debería considerarse una colaboración mixta o total de tipo privado, como es cada vez más frecuente en todas las manifestaciones culturales europeas, incluyendo la bienal de Massimiliano Gioni. El pabellón Vaticano, que por primera vez participará en la bienal, no desembolsará un solo euro; los patrocinadores privados cubrirán la alta suma de 750 mil euros, que serán necesarios para cubrir los gastos en esta ocasión.