Desarrollo
país de clase media
Martes 25 de junio de 2013, p. 23
Un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) ha estimado que la clase media en México representa 39.2% de la población y 42.4% de los hogares. Ese cálculo marca un drástico contraste con la retórica del gobierno actual y el pasado, los cuales afirmaban que, con base en las pautas de consumo y las preferencias electorales, México había llegado a ser un país de clase media. Los hallazgos del estudio del Inegi muestran el largo camino por recorrer para que el país alcance un nivel de prosperidad acorde al de sus pares en la OCDE.
El debate sobre si México se había transformado en la década pasada en un país de clase media fue desencadenado por una publicación de dos economistas locales, Luis de la Calle y Luis Rubio, fechada en 2010, según la cual las actitudes, preferencias y hábitos de los mexicanos reflejaban conductas de clase media. Sostenían que se había creado una clase con aspiraciones, con acceso a muchos de los bienes de consumo y tecnologías de sus pares globales, y fuertemente imbuida de los valores de la democracia y el liberalismo económico. Desde entonces ciertos segmentos del establishment intelectual (la mayoría inclinados a la derecha) han adoptado con fuerza esa visión y la usaron para explicar por qué el enfoque de campaña de Felipe Calderón en la creación de empleos resonó más que la fiera retórica de Andrés Manuel López Obrador en favor de los pobres, lo cual según ellos aseguró la victoria del primero en las elecciones de 2006.
Desde una perspectiva económica, la afirmación de que México se había convertido en un país de clase media descansaba sobre todo en que el PIB per cápita había crecido en las tres décadas pasadas hasta permitir que una mayoría de mexicanos lograra un nivel lo bastante alto de ingreso discrecional para sustentar un estilo de vida de clase media. Esta situación era apoyada por un cambio demográfico hacia menores proporciones de dependencia y hogares más pequeños. Los altos ingresos discrecionales resultantes permitían acceso a ciertos bienes y servicios que antes habían sido prohibitivos para la gran mayoría de mexicanos. Entre las consecuencias estaba un mayor porcentaje de propietarios de autos y casas (así como una mejoría en la calidad de éstas), una expansión de las instituciones de salud privadas, un incremento en los años de estudios y una triplicación de la asistencia a universidades, así como un acceso casi universal a teléfonos móviles. Tal vez el indicador más revelador de ese cambio hacia una sociedad de clase media es que la obesidad, y no la desnutrición, se ha vuelto uno de los principales problemas que afectan a la población.
Persisten privaciones y desigualdad
El estudio del Inegi se basó en datos de dos encuestas de ingresos y gasto por hogares (ENIGH 2000 y 2010), que se valen de 17 indicadores cualitativos sobre el gasto per cápita más allá de las necesidades básicas, por ejemplo en alimentos y bebidas fuera del hogar, cuidado personal, cultura y recreación, regalos y pagos a tarjetas de crédito. Se incorporaron otras variables para distinguir los diferentes estratos socioeconómicos, por ejemplo el nivel educativo del jefe de familia, la formalidad y tipo de empleo y la propiedad de la vivienda. Un factor crucial, en contraste con muchos otros esfuerzos similares de categorizar a la clase media, fue que el estudio carecía de umbrales predefinidos para definir fronteras entre clases; más bien, los resultados de la estratificación de características de ingreso y gasto sugieren cómo se definen las clases.
Los resultados del estudio muestran que sólo 39.2% de individuos y 42.4% de hogares en México pueden definirse como de clase media. La mayoría de mexicanos –59.1% de individuos y 55.1 de hogares– pertenecen a la clase baja, y sólo un pequeño porcentaje (apenas 1.7% de personas y 2.5 de hogares) forma la clase alta.
Aunque el estudio aclara que la clase baja no necesariamente es pobre, sí sugiere que recaer en la pobreza es un riesgo real para las personas en esa categoría, a causa de sucesos como muerte del jefe de familia, enfermedades o accidentes, o golpes macroeconómicos como hiperinflación o recesión. Como tal, la clase baja es definida por los resultados del estudio como un grupo heterogéneo que comparte varios mecanismos dirigidos a absorber el impacto de los golpes, está incorporado en las redes de seguridad social del gobierno y se sostiene con el apoyo de grupos y redes comunitarios. La clase media parece más numerosa en zonas urbanas (47% de los hogares y 50.1 de los individuos). También ha ganado terreno durante los 10 años pasados a escala nacional: en 2000 representaba apenas 35.2% de individuos y 38.4% de hogares.
Los resultados del Inegi han sido consistentes con los de otros estudios similares en años recientes. Uno de ellos, de los investigadores del Banco Mundial Luis Felipe López Calva y Eduardo Ortiz Juárez, adoptó un enfoque de vulnerabilidad para definir la clase media como aquella en que el riesgo de caer en pobreza era de un 10% (lo cual indica un ingreso familiar diario de entre 10 y 50 dólares en términos de paridad de poder de compra). Según esa metodología, se estimaba en 42% de la población, menos que en Chile (52.8), pero más que en Perú (39.8). Sin embargo, un estudio basado en el ingreso medio hecho por Steven Pressman, de la Universidad Nacional Autónoma de México, estimó una proporción mucho más baja: 19.7% de hogares según la definición más baja y 30.7 conforme a la más amplia. Por último, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) estimó que la pobreza abarcaba 46.2% de la población en 2010 (los pobres en extremo representaban 10.4%). En seguida sugirió que hasta 74.9% de hogares enfrentaban al menos un tipo de privación social (la mayoría, acceso a la seguridad social) y que 52% tenían un ingreso por debajo del nivel de bienestar.
Meta alcanzable
Aunque con toda probabilidad el cuento del México de clase media seguirá dominando la retórica del gobierno, está claro que no se puede pasar por alto que la mayoría de hogares mexicanos aún sufren hoy de alguna forma de privación y siguen siendo muy vulnerables a perturbaciones. Aparte de los obvios beneficios de un crecimiento más rápido, esfuerzos como elevar el nivel de empleo formal (que hoy abarca apenas 40% de la fuerza laboral) y expandir la cobertura de servicios de bienestar pueden lograr mucho para asegurar que México se convierta en un país donde una vibrante clase media sea una mayoría visible y cuantificable en la próxima década.
Economist Intelligence Unit
Traducción: Jorge Anaya
En asociación con infoestratégica