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El nuevo disco de Dudamel
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Periódico La Jornada
Sábado 29 de junio de 2013, p. a16

No hay sonido más conmovedor, escribió en su momento Norman Mailer, que el del roce que produce el deslizar sobre la piel de la última prenda de una dama antes del amor y las cuatro primeras notas de la Quinta Sinfonía de Beethoven.

Esas cuatro notas continúan conmoviendo al mundo, en vivo y en las grabaciones discográficas que no cesan.

Los más grandes directores de orquesta han grabado el ciclo entero y algunos de ellos más de una vez.

Entre los escuchas y sin dejar de tomar en cuenta lo impredecible que resulta eso de los gustos y las preferencias, un consenso resulta abrumador: la mejor versión grabada en toda la historia del disco es la de Wilhelm Furtwängler (1886-1954) y de ahí el listado de las cinco primeras preferidas, entre la mescolanza de nombres, muchas veces siempre los más obvios (Karajan, entre ellos, en menoscabo de exquisiteces fuera del glamour, como Barbirolli) no se deja de incluir la de Carlos Kleiber (1930-2004) como un referente singular.

Fue precisamente la Quinta de Beethoven la que interpretó, al mando de la Filarmónica de Viena, el maestro Carlos Kleiber en Guanajuato y en la ciudad de México hace algunos festivales Cervantinos y el sonido y la imagen quedaron grabados en nuestra mente: él vestido en un frac blanco, prácticamente suspendido en el aire, sudoroso y en éxtasis.

Y es precisamente Carlos Kleiber, junto con la evocación de Eduardo Mata, otro personaje semejante, lo que podemos observar a lo hondo mientras vemos a Gustavo Dudamel (Barquisimeto, Venezuela, 26 de enero de 1981) dirigiendo a la Filarmónica de Berlín con la Quinta de Beethoven.

Se trata del nuevo disco de Dudamel: The European Concert, un concierto filmado por el director de cine Henning Kasten, el primero de mayo en Viena, donde la Filarmónica de Berlín festejó su cumpleaños número 131 y de acuerdo con la tradición de invitar a los más destacados músicos cada año para el festejo, llamaron a Dudamel para dirigir tan significativo concierto, cuyo plato fuerte fue precisamente la Quinta Sinfonía del melenudo de Bonn.

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El programa inició con las Variaciones sobre un tema de Haydn, escrita por el barbudo Johannes Brahms y culminó su primera parte con la participación de otro joven maravilla: el violonchelista francés Gautier Capuçon, con el Concierto de Haydn.

La parte complementaria, la partitura de Beethoven, significa ahora la segunda grabación que realiza Dudamel con la Quinta beethoveniana (también grabó la tercera, Eroica). A diferencia de la primera, que hizo en 2006 con la Orquesta de la Juventud Bolivariana, en esta ocasión el dibujo de relieves, los contrastes en las dinámicas, el detallismo en el fraseo, sonó en un proceso acumulativo: un suspense que creció consecutivamente para estallar haste el último movimiento de la obra.

La maestría de los atrilistas, los mejores del planeta, hace brillar esta nueva versión y resulta inevitable la comparación con la grabación anterior: donde la frescura juvenil de todos los músicos venezolanos sacan chispas de los instrumentos en una lectura espectacular.

Los detractores de Dudamel, que los hay como en todo, tendrán razón si comparan con la versión de su maestro, Claudio Abbado, o con alguna otra de alguno de los monstruos sagrados de la batuta, como la de su otro maestro, Simon Rattle. Pero nadie ha dicho nunca que Dudamel sea el más grande director de orquesta de la historia, ni nada parecido.

Lo que sí hemos dicho y reiteramos: Dudamel es un volcán, un géiser magnético, un director de orquesta fuera de serie, un músico apasionado, humilde, sincero.

Gustavo Dudamel es una maravilla.

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