Un público emotivo alentó a la verdeamarela en el Maracaná
Una tercia de jugadas alimentaron la memoria que sirvió para abatir al equipo español
Una oportunidad tuvo La Roja para acortar distancias, pero Sergio Ramos no la aprovechó
Lunes 1º de julio de 2013, p. 2
Río de Janeiro.
Fred desde el suelo llevó a Brasil a las alturas cuando apenas empezaba el partido. Neymar lo reforzó y, de nuevo Fred, con una tercia de jugadas para alimentar la memoria del juego que sirvió para abatir a la campeona mundial España por 3 a 0, y regalar a la verdeamarela el tercer título consecutivo de la Copa Confederaciones. La Roja fue imbatible durante 29 partidos; en el número 30 naufragó.
España tuvo el peor inicio que podía imaginar para una final de este calibre. Minimizada tal vez por el estruendo de un himno amplificado por miles de voces, la Roja parecía la copia menos dinámica de sí misma. No hubo tiki taka, sino 11 jugadores aislados en la cancha del mítico Maracaná.
Dos minutos apenas, tras una serie de rebotes, el atacante Fred en su papel de animal depredador, colocado en el sitio justo y aunque abatido, pateó con olfato para meter el primer gol, que daría a su equipo un talante distinto a lo largo del partido y que dejaría con el rostro desencajado a la selección española.
Brasil era otra vez el Brasil que todos imaginan: alegre, pícaro y genial. Mientras España empezaba a mostrar signos de alarma ante el empuje de los brasileños. Con ese gol creció la confianza y unos minutos después otra vez estaban metidos en el área roja ante un Arbeloa titubeante, que no contenía al rival y a veces parecía colaborar, para que Fred sirviera de tacón a Oscar, quien disparó cerca del poste derecho de Iker Casillas.
Si España estaba apurada por equilibrar ese partido, por frenar el embate colectivo del rival y por recordar cuanto antes ese juego que tiene marca registrada, la verdeamarela estaba compuesta por un musculoso cuerpo con 11 extensiones bien coordinadas.
Un cuarto de hora de partido y otra vez Iker Casillas tenía que hacer su mejor esfuerzo para evitar el segundo tanto, cuando Paulinho regateó fuera del área e intentó una osada vaselina que estuvo a punto de entrar al arco, pero que el portero alcanzó a manotear.
A ese ritmo de juego cada segundo contenía emociones y jugadas del mejor futbol actual, y casi 20 minutos tardó España en hacer algo que pareciera poder igualar el marcador. Iniesta intentó un tiro largo que iba desviado, pero que el arquero brasileño Julio César manoteó para prevenir cualquier sorpresa.
Fred ya estaba embalado y dispuesto a hundir al galeón español, pero desperdició una oportunidad que parecía imperdonable. Toda España defendiendo y Neymar, con un pase artesanal entre dos zagueros, puso el regalo para Fred, que disparó inexplicablemente afuera.
El empate parecía que estaba cerca, pero el defensa David Luiz hizo una jugada que abonó para el espectáculo y el drama. Pedro disparó al arco sin guardia y el zaguero de cabellera rizada se barrió con la velocidad de una bala rasante y echó fuera la pelota casi en la línea de gol. Sólo se levantó con el rostro apretado, muy consciente de que su equipo estaba a salvo con una jugada al borde del precipicio.
Cerca del descanso, Neymar volvió a mostrar el arte por el que pagó Barcelona, y tras una jugada tan elaborada como baile de samba, mandó centro, se la devolvieron y disparó con una zurda prodigiosa: el dos a cero. Y entonces sí el galeón español empezó a dar signos de colisión. Así se fueron al descanso.
Y si al minuto dos del inicio Fred había puesto las condiciones del partido, al segundo minuto de la parte complementaria volvería a hacerse presente para provocar la zozobra del campeón mundial. Otra vez, en un arrebato de osadía y estilo: jugada colectiva, centro de Hulk, una pantalla seductora de Neymar y la derecha implacable de Fred, que pese a que Iker Casillas tocó con la mano, no pudo evitar el tercero definitivo.
España no dejó de buscar el buen juego pese a la presión de un marcador tan abultado y la casi imposibilidad de encontrarse como el equipo que todos recuerdan.
Con el marcador tan a modo, Brasil relajó el pulso y la Roja creció. En un duelo personal Marcelo apenas tocó a Jesús Navas, que al sentir el empeine delicado del jugador brasileño se desmadejó en el área y consiguió el penal para su equipo.
La oportunidad de acortar distancias era valiosa. Sergio Ramos apuntó desde el manchón de castigo y disparó un tiro fuera del arco y entonces su rostro resumió el drama de una selección acostumbrada a los triunfos y que nunca imagino una derrota como esta.
España todavía mostró orgullo y dio mejor cara en los últimos minutos, pero cuando el barco hace agua poco puede hacerse para salvar del desastre. Todavía peor, el zaguero del Barcelona, Piqué, vivió momentos de desesperación en un mano a mano con Neymar, y ante la impotencia para frenarlo, lo enganchó de manera artera y fue expulsado del partido.
Casi al final, España intentó llevar algo para defender la honra, pero ni Pedro ni Villa lograron vencer al arquero Julio César, que estuvo tan inspirado como sus 10 compañeros.
La única tragedia del Maracaná fue la que vivió España que colaboró para que Brasil se ostente como el indiscutible campeón de este torneo. Ahora todo será la cuenta regresiva para el Mundial de 2014. Un año para calcular quién volverá a protagonizar esa final en ese mismo estadio. Y esta tarde sólo queda una imagen: la del galeón español hundido de una manera inimaginable y amenizado con música de carnaval.