El nuevo responsable del teatro recibe la encomienda de terminar con los escándalos
La compleja situación interior
de la compañía detonó la remoción ordenada por el ministro de Cultura
Vladimir Urin asumió ayer el cargo en sustitución de Anatoly Iksanov, informan
Miércoles 10 de julio de 2013, p. 4
Moscú, 9 de julio.
Amo y señor del teatro más afamado de Rusia, Anatoly Iksanov dejó este martes la dirección general del Bolshoi, cargo que ocupaba desde el año 2000. No lo hizo por su propia voluntad: lo destituyó el ministro de Cultura, Vladimir Medinsky debido a la compleja situación
al interior del teatro de ópera y ballet.
Eufemismos aparte, los escándalos de los últimos meses ensombrecieron los éxitos sobre el escenario y sacaron a la superficie toda la podredumbre de una compañía fraccionada en clanes que sólo buscan obtener el máximo beneficio económico y también artístico al querer influir en el reparto de los papeles.
Vladimir Urin, que desde 1995 dirigía el Teatro Musical Stanislavsky y Nemirovich-Danchenko de Moscú, tomó hoy mismo el relevo de Iksanov al frente del Bolshoi con la doble misión de poner fin a las rencillas intestinas y de renovar la compañía, algo que a priori se antoja poco menos que imposible.
A menos que Urin llegue con la espada desenvainada y siga la reciente recomendación de la soprano Anna Netrebko: correr a todos, cambiar todo de pies a cabeza, contratar de nuevo y empezar de cero.
Es pronto para saberlo, aunque la trayectoria de Urin no parece avalar que sea partidario de las soluciones drásticas.
Protesta de una prima ballerina
Iksanov no supo resolver las crisis recurrentes, producto de las intrigas, celos y enfrentamientos de los integrantes de la compañía, y –lo que es peor– se convirtió en juez y parte del conflicto al encabezar uno de los clanes, el más favorecido, por supuesto.
Por ello, aunque de manera algo tardía para la decaída salud del Bolshoi, Iksanov se va por la puerta de atrás y se incorpora al Ministerio de Cultura como asesor de su titular, un puesto meramente decorativo y sin comparación posible con el poder que llegó a ejercer como director general del teatro.
Escándalo tras escándalo, el Bolshoi comenzó a dejar de ser lo que era, y para su suerte en el mundo aún se le reconoce como uno de los mejores templos de ópera y ballet.
Anastasia Volochkova, Ivan Vasiliev, Natalia Osipova y muchas estrellas más dejaron el Bolshoi por decisión de Iksanov o por estar en desacuerdo con él.
Hace falta correr a todos, modificar todo de arriba a abajo y quizá entonces pueda cambiar algo, manifestó a la prensa, opinión que comparte su coestelar
Foto tomada del Facebook de Anna Netrebko
Pero nunca se había llegado al extremo de la agresión física hasta que, el 18 de enero pasado, un desconocido roció con un ácido el rostro de Serguei Filin, director de ballet.
Hasta donde se conoce, Filin no ha podido recuperar la totalidad de la vista, a pesar de la muy numerosas operaciones que ha tenido desde que sufrió el ataque: 18 intervenciones en medio año, tanto en Rusia como en Alemania.
La policía asegura haber esclarecido el caso, mientras el autor intelectual confeso, Pavel Dimitrichenko, solista de la compañía, se encuentra en prisión preventiva en espera de juicio.
Los amigos de éste, encabezados por Nikolai Tsiskaridze, coreógrafo y estrella del ballet, pidieron la renuncia de Iksanov como principal culpable del deterioro de la convivencia puertas adentro en el Bolshoi.
Además, Tsiskaridze no se mordió la lengua. Arremetió contra la corrupción en el teatro del grupo de allegados del director general –quienes se beneficiaron durante la controvertida reconstrucción del edificio, dilatada y con un presupuesto inflado, denuncia–, convirtiéndose en su más acérrimo crítico en los medios de comunicación.
Iksanov respondió con sanciones administrativas contra Tsiskaridze por poner en entredicho la reputación de sus compañeros en varios programas de televisión
y, finalmente, decidió no renovar su contrato el 30 de junio anterior, por lo cual este primer bailarín de fama mundial quedó fuera del Bolshoi, a cuya compañía perteneció los 20 años recientes.
Y tal vez la puntilla a Iksanov se la dio, hace unos días, la prima ballerina Svetlana Zajarova que abandonó un ensayo y anunció que se niega a bailar el papel de Tatiana en el ballet Oneguin, basado en la famosa obra de Aleksandr Pushkin, en versión del sudafricano John Cranko, el célebre bailarín y coreógrafo fallecido en 1973, y cuyo estreno está previsto para el viernes de esta semana.
Zajarova, quien al margen del ballet ya lleva dos legislaturas consecutivas como diputada de la Duma por el partido oficialista Rusia Unida, no ha explicado su comportamiento ni contesta el teléfono, pero –según trascendió– protestó de ese modo contra el reparto de papeles en la nueva temporada.