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La noche luminosa de las músicas dormidas
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Periódico La Jornada
Sábado 13 de julio de 2013, p. a16

He aquí un disco preñado de belleza.

Desde el inicio, suena a aurora boreal, a flos campi, agüita lentamente saltarina.

Eleni Karaindrou, desde su mero nombre suena canoro (Elena Calandria, me suena con sus trinos, también llamada Cenzontle) está sentada al piano y sus dedos mecen oleajes tranquilos, sucesión parsimoniosa de notas en armonía con el entorno todo: una música de enternecida luminosidad.

Junto a ella está otro gigante: el maestro noruego Jan Garbarek y ambos entonan un treno en memoria de Willy Loman, el personaje de Arthur Miller en su pieza teatral La muerte de un viajante, para cuyo montaje griego la maestra Karaindrou hizo la música con la que inicia el disco, titulado Concert in Athens, grabado en vivo en noviembre de 2010 y que ahora aparece en México, como el ejemplo flamante del reino de la belleza, que es una de las maneras de nombrar a la disquera alemana ECM, creación de un tercer gigante en escena: el maestro Manfred Eicher (http://goo.gl/xJgyx).

Eleni Karaindrou es una artista de culto; muchos suelen referirse a ella como la autora de la música de las películas de Theo Angelopoulos lo cual es cierto pero no lo es todo: ella es creadora de una música tan bella que escapa a cualquier definición.

Elementos a subrayar en su estilo inconfundible: transparencia, sencillez, una atmósfera tan peculiar que si uno dice atmósfera griega estará muy cerca de alcanzar la definición mejor, pero como diría Lezama Lima: ah tú que escapas en el momento de tu definición mejor: la música de Eleni Karaindrou posee la magia del paisaje interior, el aroma de lo inefable, la gracia de lo intangible, el encanto irresistible del mundo y sus misterios.

En el precioso libro de gran formato titulado Tocando el horizonte (Globalrhytm, distribuido en México por Editorial Océano) Steve Lake y Paul Griffiths dan en el blanco: los ritmos cadenciosos del mar son una presencia constante en su música elegíaca, que solamente podía haber surgido donde lo hizo pues habla del alma y del carácter griegos.

Ese libro es una celebración de la disquera ECM, donde quienes ahí publican sus decires y pensares constituyen en realidad una familia. Debemos a Manfred Eicher el conocimiento de la música de Eleni Karaindrou como le debemos las obras completas de Arvo Pärt, Keith Jarrett, Jan Garbarek, Carla Bley, Meredith Monk y otros muchos dioses del Olimpo musical.

El nuevo disco de Eleni Karaindrou también puede leerse y escucharse como el nuevo disco de Jan Garbarek, pues ellos dos sostienen la magia a lo largo de todo el concierto, convertido ahora en disco. Pero también están otros héroes, como la violista Kim Kashkashian y también el maestro Vangelis Christopoulos, uno de los máximos intérpretes de la música de Eleni, desde un instrumento también sublime: el oboe, como sublime es también la viola.

Eso, música sublime contiene esta bella novedad discográfica. Hay un tango exquisito (Tango de amor, track 7), un par de valses irresistibles (Laura’s Waltz, track 9 y Waltz of the Rain, track 15), un Adagio donde vemos volar ángeles (de la música que escribió Eleni para el Paisaje en la neblina, de Theo Angelopoulos), hermosas danzas como la del filme Ulysse’s Gaze, también de Angelopoulus (Dance, track 17) y músicas dormidas y de ensueño que emparentan con las atmósferas celestes que suele escribir otro integrante de la familia ECM: Arvo Pärt (Seeking theme, track 13) en una sucesión de paraísos que pasan por nuestra mente como se suceden los mejores sueños, los más dulces y reparadores en una noche plena de belleza. La larga, luminosa noche de las músicas dormidas.

La música popular de la Grecia antigua y la contemporánea, el rumoroso sonar de las olas que siempre recomienzan en la isla de Ítaca, el sonido acolchonadito del leve batir de alas de ángeles, el zumbido del volar de un colibrí, convertido en un oboe y en el siguiente sobrevuelo es viola y al abrir y cerrar sus alas el colibrí se ha convertido en olas. Que siempre recomienzan.

La naturaleza del nuevo disco de Eleni Karaindrou se puede sintetizar en una sola palabra, que lo abarca todo:

Sublime.

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