n días recientes, me llamó la atención una nota aparecida en varios periódicos sobre una licitación realizada y suspendida por la Secretaría de Educación Pública para adquirir un alto número de computadoras (laptops) con objeto de atender a varios miles de profesores y probablemente a cientos de miles de estudiantes de primaria, en tres estados de la República.
El proyecto pareciera seguir con algunas variantes las estrategias de los gobiernos que le antecedieron en esta materia, las cuales terminaron siendo objeto de duras críticas por sus numerosos errores, sus altos costos y sus escasos resultados, pues esos programas, que en general debieran servir para mejorar sensiblemente la educación, hasta ahora han producido beneficios prácticamente imperceptibles, en comparación con los altos costos que representan, en virtud de que para ser útiles y apoyar la educación, ellas solas no bastan si no son debidamente integradas al desarrollo de contenidos, a programas de capacitación y actualización de los profesores en torno de su utilización adecuada, y a modificaciones en los planes de estudio que integren el uso de la tecnología, lo cual hasta ahora no se ha hecho.
A discutir estos temas estaré dedicando algunos de mis próximos artículos, por ahora sólo quisiera referirme a un aspecto que forma parte de la licitación suspendida, y esto es en referencia a que la nota habla de que los sistemas operativos que se mencionan como parte de la licitación sean Linux; este hecho me llama la atención, pues si bien es cierto que el sistema es utilizado en los equipos de cómputo de la UNAM y en algunas otras instituciones de educación superior y media superior, principalmente en la ciudad de México, éste no ha sido el caso de la Secretaría de Educación Pública y de los miles de computadoras instaladas en las escuelas públicas de todo el país, las cuales operan con el sistema Windows desarrollado por Microsoft.
No es mi intención utilizar este artículo para iniciar una polémica sobre las ventajas de Windows y Microsoft versus las de Linux y del software libre que corre sobre esa plataforma. Considero que cada opción tiene sus ventajas y desventajas y que existen muchos expertos que podrían ayudar a la secretaría a tomar la mejor decisión, de acuerdo con los objetivos y restricciones de la institución y del sistema de educación básica en su conjunto.
Lo que me parecería un error verdaderamente lamentable sería ignorar las repercusiones que esa decisión pueda tener en el sistema de educación básica de todo el país, considerando los miles de escuelas equipadas con computadoras que hoy utilizan Windows, y que empezarían a sufrir las consecuencias de tener que utilizar equipos incompatibles entre sí.
No tengo dudas de que es posible cambiar de un sistema a otro, pero tampoco de que este proceso llevaría todo el sexenio y tendría un costo mucho mayor al que puedan tener los nuevos equipos, para que al final de la administración, la situación de atraso y estancamiento sea la misma con la que hoy operan las escuelas, pero con Linux. No dudo que en esta decisión se han consultado expertos, que seguramente piensan que se trata de un cambio fácilmente realizable, sin tener una idea de los problemas reales que implica llevar estos cambios a todas las escuelas del país.
Por otra parte, pensar que se puedan tener unas escuelas con computadoras Linux y otras con computadoras Windows es igualmente aberrante, pues ello implicaría de facto mantener dos proyectos tecnológicos en desarrollo, cuando en la realidad no se ha contado con la capacidad de instrumentar uno solo en los dos últimos sexenios. Ello implicaría contar con dos versiones de cada programa de software educativo, de los muchos con que ahora cuenta la secretaría, de revisar cuáles de estos vale la pena cambiar y cuáles no, pero la sola revisión es algo que la secretaría trató de hacer con el programa de habilidades digitales y simplemente no pudo hacerlo, en todo el sexenio anterior.
De igual manera, pensar en tener un programa diferenciado de preparación de los profesores, dependiendo de los equipos que tengan sus escuelas, constituiría una empresa francamente absurda, algo así como querer armar un rompecabezas con millones de piezas, y además llevar un sistema de control de su avance. Por todo esto, espero que la Secretaría de Educación Pública reconsidere este proyecto y reoriente sus esfuerzos para lograr el avance que el país necesita para mejorar la calidad de la educación y su impacto en el desarrollo nacional.
Con la sola información dada a conocer por la prensa, el proyecto aparece como una operación aislada, destinada a equipar a las escuelas de tres estados, Colima, Tabasco y Sonora, lo cual indica que no se está pensado en una experiencia piloto, sino en un programa de gran dimensión que no puede ni debe ser instrumentado en forma aislada al resto del sistema educativo nacional, porque además de ignorar la existencia de las computadoras instaladas previamente en esos estados, lleva a todas las dificultades y contradicciones ya mencionadas.