iendo una de las comedias más celebradas de Shakespeare, Mucho ruido y pocas nueces tuvo hace 20 años una primera adaptación cinematográfica a cargo del británico Kenneth Branagh, quien sí sabe de esos menesteres. Aunque su versión era tan accesible que podría ser tildada de Shakespeare para turistas, no cabía duda que el realizador y actor le fue fiel al espíritu ligero y juguetón de la obra, sin obviar sus partes sombrías..
Contra todo pronóstico, una nueva adaptación ha sido intentada por Joss Whedon, más conocido por su amplio trabajo televisivo y haber dirigido Los vengadores, el estreno más taquillero del año pasado. Después de lidiar con un presupuesto de cientos de millones de dólares y un sinfín de efectos especiales, era comprensible su deseo de enjuagarse el paladar con algo mucho más económico. Con un rodaje de 12 días y utilizando como locación a su propia casa, Whedon ha hecho prácticamente una versión doméstica y en blanco y negro de Mucho ruido y pocas nueces. Elogiado con vehemencia por la crítica de su país, el teórico encanto del proyecto me ha eludido.
Según se sabe, la trama gira en esencia en torno a dos parejas. La formada por Hero (Jillian Morgese), hija del gobernador Leonato (Clark Gregg), y Claudio (Fran Kranz), tan tímido en su enamoramiento de la joven que necesita la intermediación de don Pedro (Reed Diamond). Al mismo tiempo, entre los personajes de Beatrice (Amy Acker) y Benedick (Alexis Denisof) hay un inicial antagonismo que, a pesar de la insistencia de ambos por permanecer solteros, acaba siendo un romance.
A diferencia de lo que ha ocurrido con las diversas adaptaciones contemporáneas de Hamlet o Macbeth, digamos, Whedon no ha hecho ningún intento por modernizar los diálogos del bardo de Avon, lo que no parece tanto una estrategia artística como un acto de flojera.
Con el vestuario y la actitud de una fiesta de coctel, los actores básicamente televisivos (y previos colaboradores de Whedon) parecen realizar un relajado e informal ensayo general de la obra. Llámenme tradicionalista, pero no me tragué el artificio de esa representación. Ver a un grupo de gringos californianos, vestidos de traje y corbata, pronunciar en pentámetro iámbico elaborados diálogos sobre la virginidad y la infidelidad, sugiere más una especie de divertimento para el disfrute de los partícipes, no tanto de los espectadores. En ningún momento se sugiere el paralelismo entre la Sicilia del siglo XVI y una mansión actual en Santa Mónica.
Para cumplir con fidelidad la gracia de los textos originales, se necesitan actores de peso que sepan manejar los giros, retruécanos y dobles sentidos propuestos por el autor. Quizás la única que sale airosa es Acker, quien le da a Beatrice el justo tono entre agresiva y frágil; en cambio, Denisof es un hígado, negado para dar hacer creer que con su verbo ha logrado conquistar a una dama. (La crítica estadunidense ha sido en especial favorable a Nathan Fillion como el torpe oficial Dogberry –aquí convertido en guarura– cuando en realidad lo único que hace es repetir su papel de detective amateur y pomposo que interpreta en la teleserie Castle.)
Se aprecia el esfuerzo de Whedon por salir un rato del engranaje hollywoodense y hacer algo estrictamente personal, pero está claro que su verdadero hábitat es el mundo exagerado de los superhéroes.
Mucho ruido y pocas nueces
(Much Ado About Nothing)
D: Joss Whedon/ G: Joss Whedon, basado en la obra de William Shakespeare/ F. en ByN: Jay Hunter/ M: Joss Whedon/ Ed: Daniel S. Kaminsky, Joss Whedon/ Con: Amy Acker, Alexis Denisof, Nathan Fillion, Clark Gregg, Reed Diamond/ P: Bellwether Pictures. EU, 2012.
Twitter: @walyder