entro de sus múltiples contribuciones a la democracia y justicia en nuestro país, el emblemático líder de 1968 Raúl Álvarez Garín emprendió una singular batalla con Félix Hernández Gamundi y Jesús Martín del Campo de manera destacada, bajo el manto del Comité de 68 por las libertades democráticas. Se trata de la activa participación para lograr el juicio y condena penal para los responsables de los crímenes de lesa humanidad que el Estado mexicano cometió en 1968 y 1971. Dentro de los cuales y tras la muerte de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez fue y es el acusado central. La convicción de los promoventes, entre muchas otras, parecía expresarse en una suerte de desafío contra la impunidad.
La creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) se convirtió en el espacio idóneo para aportar los múltiples testimonios y pruebas documentales que por años habían reunido. Se buscaba acercar la verdad real e histórica a la construcción de la verdad jurídica.
Tuve el privilegio de ser invitada a acompañar este proceso y asistir por ello a las deliberaciones y seguimiento que Raúl aportaba con una energía tremenda, pues el asunto es importantísimo, como suele decir nuestro amigo entrañable. En todo momento estaba atento y emprendedor ante cualquier pista que abriera camino para caracterizar los crímenes de Estado en el marco del genocidio y establecer la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Se acercó a las experiencias chilena y argentina en cabildeo político incesante en busca de aliados y de referencias doctrinales, de derecho internacional humanitario y jurisprudenciales. Con el Senado mexicano logró respaldo para la celebración de tres importantes foros internacionales que abordaron estas temáticas.
Se trató de aprovechar que habían salido de Los Pinos los priístas que a su vez fueron responsables de las masacres del 2 de octubre de 1968, 10 de junio de 1971 y la guerra sucia. Esta etapa de la trayectoria de Raúl Álvarez Garín es perfectamente congruente con lo que ha sido en su vida la convicción de la lucha por la democracia en nuestro país en su sentido más amplio; para ello ha sido consciente de que se requiere terminar con la impunidad de Estado que ha prevalecido. En los años de la fiscalía, ésta efectuó acciones altamente simbólicas, como lograr la presentación, en calidad de indiciados, de Luis Echeverría Álvarez y Luis Gutiérrez Oropeza, por los crímenes de 68, y de Mario Moya Palencia, Alfonso Martínez Domínguez, entre otros, por los de 71. Poco a poco se fue mostrando que este proceso jurídico-político también sacudió al Poder Judicial en su conjunto. Fue dura y memorable la sesión en la Suprema Corte de Justicia en la cual, tras la lectura del proyecto del ministro Silva, quien sostuvo la no prescripción de los delitos de lesa humanidad y el resto de la primera sala la rechazó al ubicar al derecho interno por encima del internacional. A cada una de las posturas asumidas el Comité 68 respondía con sólidos argumentos. No sorprendía la solvencia y seguridad con que Raúl abordaba las estrategias jurídicas pues él había sido su propio defensor en sus históricos escritos junto a sus compañeros en los aciagos días de la cárcel.
Mientras las decisiones judiciales surgían con altibajos, se avanzaba en materia de no prescripción del delito de genocidio, pero no en que se fincaran responsabilidades concretas. Un momento de alta tensión fue cuando la Femospp ubicó la matanza del 10 de junio de 1971 como parte de la cadena que implicó el delito de genocidio, más aún al señalar presuntos responsables a destacados priístas, en especial el ex presidente Luis Echeverría, lo cual desencadenó la guerra abierta contra dicha instancia, su responsable y los promotores de dichas investigaciones. Fue célebre el discurso del secretario de Defensa general Ricardo Clemente Vega sobre la necesidad de promover la conciliación para no destruir a la nación. Ante todo ello, Raúl –incansable– analizaba espacios de nuevas oportunidades para avanzar en el objetivo que no era otro que lograr las bases para un nunca más. Así se fue tejiendo lo que diría constituye jurisprudencia de la historia. Basta ver la riqueza que contiene la serie de 10 tomos de México: genocidio y delitos de lesa humanidad 1968-2008, publicados por el Comité 68.
Lo dijo bien Raúl: Como soy un poco obsesivo, la tarea que tenemos enfrente es meter a la cárcel al ex presidente Luis Echeverría, porque sería un hecho político indeleble. No es cierta la idea de que los juicios en su contra no sirvieron para nada. En México quedó admitido que sus delitos son de genocidio y no prescriben, e incluso estuvo en arraigo domiciliario. No es cierto que está exonerado, está libre bajo reservas de ley, y mañana mismo se le podría procesar
( La Jornada, 5/8/13).
Estos días Raúl Álvarez Garín libra una batalla por restablecer su salud; su triunfo será nuestro. ¡En la lucha nos veremos!