l sector energía del mundo se encuentra en un punto de inflexión. De nuevo –y a caso como expresión de la pauperización relativa de recursos naturales– los energéticos son objeto de severas disputas. La mayoría de ellas orientadas a garantizar para los grandes consumidores del mundo el control de recursos naturales que permita cumplir cuatro exigencias de hoy: 1) seguridad energética; 2) eficiencia y competitividad económica; 3) sustentabilidad ambiental; 4) rentas económicas. En este marco –tomémoslo en cuenta– se propone la reforma energética gubernamental. Hoy es urgente garantizar el suministro de combustibles y electricidad, ya que sin éstos no habría ni desarrollo ni bienestar. Y disponer de ellos en precios y calidades que garanticen mayor competitividad. Que permitan un consumo sin pauperización ni deterioro seculares de los recursos naturales. Y con permanente abatimiento de emisiones de gases de efecto invernadero e ingreso a una perspectiva de mitigación irreversible.
Finalmente –sin duda y cuando eso es posible, en México lo es– garantizarse la maximización de las rentas económicas que la explotación de los recursos naturales hace posible. Estos cuatro aspectos fundamentales deberían estar presentes en la reforma energética que propone el gobierno actual. Desde el diagnóstico mismo. Que debiera centrarse –parece sugerirlo el secretario de Hacienda– en el manejo de las finanzas públicas. Al menos de 1978 a la fecha, en que las aportaciones petroleras han sido no sólo fundamentales, sino inhibitorias de cualquier reforma fiscal de fondo. Una vez más señalo que para el periodo 1978-2012 los excedentes petroleros aportados por Pemex al fisco suman cerca de 950 mil millones de dólares del año 2012. El 63 por ciento fue recogido en dos sexenios por los gobiernos del PAN. Y el 37 por ciento restante en cuatro sexenios por gobiernos del PRI. Este asunto merecería –no se presenta en la exposición de motivos– un buen diagnóstico por parte del gobierno actual. Así, ni en la presentación que hace el Presidente de la República en su oficio al presidente de la mesa directiva de la Cámara de Senadores, ni en las modificaciones que propone al 27 y al 28 constitucionales se hace. Lo iremos viendo con detalle. Pero mucho menos se hace en la millonaria campaña publicitaria en la que –en el mejor de los casos– sólo se dicen verdades a medias, cuando no puramente mentiras.
Un diagnóstico de lo que ha pasado –al menos los últimos 10 años, por no decir los últimos 35 años de vida petrolera –hubiera sido esencial para quienes hablan– de veras que lo hacen– de transparencia. Incluido el volumen de petróleo exportado. Y su racionalidad. Con una expectativa clarificadora, si se me permite llamarla así, observé y escuché durante casi una hora la entrevista en Televisa al secretario de Hacienda quien, sin duda y por lo que ahí dijo, es el coordinador del equipo que preparó la iniciativa gubernamental de reforma energética. Les aseguro que su diagnóstico es erróneo. En el mejor de los casos incompleto. No sólo en petróleo, sino también en electricidad.
Si pueden, no es desperdicio –de veras que no lo es– obsérvenlo y escúchenlo. No puede estar acertado un diagnóstico incompleto de las finanzas públicas, cuya situación está –a su decir– atrás de ésta y otras iniciativas. ¡Por qué no mencionar, al menos, que desde hace muchos pero muchos años la tasa fiscal no supera el 10 u 11 por ciento del PIB! ¡Menos aún diagnosticar con transparencia esta situación! Eso lo lleva a asegurar que no hay más alternativa para explotar los recursos de hidrocarburos que requiere México, que asociándose con el capital privado. Y volver a producir –señala– más de 3 millones de barriles al día. Supongo que para no cortar exportaciones de crudo. Ni el endeudamiento de Pemex ni la liberación de parte de los recursos fiscales que entrega al fisco son solución. La gran crisis de los años 80 que canceló el desarrollo de México –indica– se originó porque el país se endeudó (deuda a corto plazo o a largo plazo pareciera no entrar en el diagnóstico, por cierto) para explorar y explotar el petróleo. Y el precio se cayó. Sí es cierto lo que dice el secretario. El precio del petróleo es volátil. Pero un mundo que –al menos todavía– no se mueve si no se consumen cerca de 100 millones de barriles al día, no puede soportar
una volatilidad ilimitada.
Y la liberación de parte de los recursos fiscales que entrega Pemex al fisco tampoco es alternativa porque eso obligaría –asegura– a recortar el gasto en salud, dejar de pagar pensiones, sueldos de policías, sueldo de militares. El diagnóstico debe ser afinado. Mucho. Muchísimo. Como deben ser afinado –sin duda– los discursos de los beneficios esperados. Decir, por ejemplo, que un beneficio tangible será la disminución del precio de la electricidad exige un poco más de reflexión. No porque no pueda llegar a ser. Sino porque tiene pasos previos irrenunciables. Uno es el caso de los usuarios que ya reciben subsidio. Otro el de los que no lo recibe. Además, señalar como colmo que en México la electricidad es mucho más cara que en Estados Unidos a pesar de que hay subsidio, también exige una explicación más fina. Al menos de la estructura de generación. Y del volumen de emisiones asociadas. Pues aunque es absolutamente cierto –como aseguró el secretario de Hacienda– que hoy en día una tercera parte de la electricidad es producida por privados a pesar de que la Constitución dice que no
(sic), no es cierto que la electricidad sea más barata para las grandes empresas por comprárselas a esos generadores privados y no adquirirla de la empresa pública.
A su decir, la electricidad barata debe ser para todos no sólo para las grandes empresas. El debate empieza. Y es buen momento para afinar diagnósticos. Por eso hay que darle la razón cuando señala que no puede ser aprobada fast track. Requiere reflexión. Y amplia aceptación. Por eso, precisamente por eso, deberemos concentrarnos no sólo en diagnósticos y propuestas. E incluir balances de experiencias internacionales. Por un lado, por ejemplo, del tipo de contratos que hay en la industria petrolera. Y, por el otro, del tipo de organización de la industria eléctrica en la que experiencias de mercado como la de Gran Bretaña viven en estos momentos una severa y aguda revisión. Ya lo veremos. Sin duda.