odo mundo habla de los fantasmas, pero nadie los ha visto. Así pasa con la nueva estrategia de seguridad pública para enfrentar a la delincuencia organizada. Discursos van y discursos vienen, pero en términos concretos no se sabe nada.
Parte de esos lucimientos verbales es que los grandes éxitos se deben a que ahora sí hay coordinación
, aunque no se explique en qué consiste y mediante qué ingenios se logró. De la expresión autocrática del Presidente he girado órdenes precisas
se infiere que él debe disponer en cada caso el qué hacer. Ergo no hay una libre iniciativa producto de una coordinación.
Es muy creíble que se hayan dado instrucciones para que los actores principales de la estrategia funcionen mejor: SG, SDN, SM, PGR y eventualmente fuentes extranjeras como Interpol. Más aún: de cumplirse ello no sería ni suficiente ni eficaz, porque hay dos problemas de origen:
1. Al diseñar el nuevo gobierno no se tuvo en cuenta el principio de la sencillez. Al secretario de Gobernación se le asignó, además de ser coordinador del gabinete, el control de siete subsecretarias y 14 órganos descentralizados y desconcentrados, creándose un inmanejable tramo de control. 2. No menos importante es que no se diseñó, reglamentó ni estableció un sistema integral de comunicación.
La coordinación no puede establecerse por mandato y exclusivamente entre los titulares. La requerida debió ser concebida y establecida mediante un sistema de información automatizado que aportara y recibiera datos y hacerlos descender hasta los últimos niveles. Ello sólo hubiera sido posible si se dispusiera de analistas de inteligencia (que no los hay) y mediante meses de trabajo de implantación.
La configuración estaría integrada por subsistemas que harían circular la información continuamente hasta todas las células, o sea los últimos actores secundarios que operan en el campo. Esto permitiría que además de coordinarse entre ellos, se invirtiera el flujo hacia arriba para alimentar la toma de decisiones. Se podrá alegar con enfado que así se actúa, sí, pero de forma tan rudimentaria que es deplorable.
Hoy podrá haber voluntades, pero no hay sistemas. Menos la aplicación de los recursos tecnológicos disponibles. Lo deplorable es, por ejemplo, que si los estados mayores de las regiones militar y naval con responsabilidades en Guerrero tienen sus cuarteles generales a 300 metros de distancia no se comuniquen sino eventualmente. Ni la Policía Federal ni la autoridad local tienen tampoco interconexión con ellos.
Cómo pensar en aplicar procedimientos que con el uso de hardware se hablaran solos mediante teleprocesos y en tiempo real. Cómo si carecen de directores y analistas de inteligencia, de procedimientos estandarizados de operación, de códigos homologados, de bases de datos y si sus medios de comunicación ni siquiera son compatibles, ¿cómo podrían estar coordinados si no se entienden?
Es cierto que las reuniones del más alto nivel son habituales, pero en ellas cada titular presenta un concepto, documental o no, que resulta poco constructivo por su individualidad. Resultan así porque no suele haber reuniones preparatorias en un segundo nivel que sean ricas en debate y al final conciliatorias del contenido y conclusiones a las que debiera arribar la reunión superior. Elemental: eso sería coordinación.
Por la falta de un método sistémico, aun en el nivel superior se alcanzan logros que suelen resultar menores a lo deseable, consecuentemente en los niveles subordinados sólo puede esperarse menor efectividad. La coordinación y sus mejores resultados seguirán siendo sólo una expectativa mientras no exista un diseño integral altamente tecnificado.
Está disponible un gran acervo de nuevos conceptos, técnicas y procesos sobre problemas y soluciones que se deberían incorporar como herramientas de coordinación. En apoyo consecuente a ese saber hacer no se pueden desdeñar los avances en diseños de flujos, telecomunicaciones, teleprocesos y automatización en general. Renunciar a ese auxilio sería inexcusable.
La conflictividad que se vive en el país, la que lamentablemente se anticipa y simplemente el deber de incorporar todo recurso de modernidad son ineludibles. Implican que no es posible seguir con un enfoque tan pobre como el actual. La satisfacción que expresa el Presidente por una supuesta eficacia derivada de una nueva situación de coordinación es desconcertante, porque no coincide con la realidad.
Pero volviendo a la tierra, si no hubiera modestia en la aceptación de que lo que se hace es manifiestamente insuficiente y de que sí hay recursos de todo orden para lograr lo que se pretende, nada sería posible. Siempre estaríamos cortos.