l gobierno que encabeza Barack Obama se anotó un tanto al conseguir, mediante toda suerte de acosos carcelarios y judiciales, que al término del juicio en su contra el soldado Bradley Manning (quien filtró a Wikileaks centenares de miles de documentos secretos y no tanto sobre las atrocidades de guerra perpetradas por El Pentágono en Afganistán e Irak) pidiera perdón a Estados Unidos por haber dañado a la gente
. La verdad es que el daño –que se circunscribe al prestigio internacional de la superpotencia– fue causado no por Manning, sino por los altos funcionarios de Washington que ordenaron, consintieron y solaparon crímenes de guerra y acciones injerencistas en medio planeta. Como señaló Wikileaks, si el proceso castrense contra el joven soldado no hubiese sido una farsa, sería Estados Unidos el que estaría pidiendo perdón a Bradley Manning
.
El entorno generado por esa victoria del aparato judicial, militar y propagandístico estadunidense contra un muchacho acosado, torturado y vilipendiado es un espacio propicio para acrecentar el acoso contra los divulgadores de la verdad. Así, Michael Grunwald, articulista de la revista Times y promotor a ultranza de los ataques mediante aviones no tripulados (drones), tuiteó el 17 de agosto desde su cuenta (@MikeGrunwald): “no puedo esperar a escribir una defensa del drone que mate a (Julian) Assange”.
La incitación al asesinato causó furor en las redes sociales, y Grunwald, ante el avispero que se le vino encima en las redes sociales, aclaró que su propuesta no aplicaba en tanto (Assange) esté en la embajada (de Ecuador en Londres)
; a la postre se vio forzado a borrarla, pero regateó que lo hacía porque da a los partidarios de Assange un buen complejo de persecución
. Luego ofreció disculpas por haber escrito algo tan tonto
y la publicación para la que escribe publicó una declaración en este tenor: “Michael Grunwald ha publicado un tuit ofensivo (…) que de ninguna manera representa los puntos de vista de Time; él lamenta haberlo publicado y lo ha eliminado”.
No es fácil determinar si la barbaridad emitida por Grunwald, vocero extraoficial del régimen en varios asuntos, fue una mera ocurrencia personal o si fue un globo sonda enviado desde los círculos de la Casa Blanca para medir en qué medida el desenlace de la farsa judicial contra Manning habría podido hacer justificable, ante la opinión pública estadunidense, una eventual agresión criminal contra el propio Assange o contra Edward Snowden.
Una de las críticas fue emitida por Glenn Greenwald, el periodista de The Guardian que ha estado divulgando las revelaciones proporcionadas por Snowden sobre el sistema de espionaje telefónico y digital montado por Estados Unidos en decenas de países: cosas como ésta permiten no sólo entender, sino celebrar, las caídas de grandes medios
, tuiteó.
Lo cierto es que ese mismo domingo, en el aeropuerto londinense de Heathrow, fue detenido David Miranda, pareja y colaborador de Glenn Greenwald. Miranda, quien reside con Greenwald en Río de Janeiro, fue arrestado e interrogado con base en nada menos que la Ley contra el Terrorismo, adoptada en 2000 por el Reino Unido, y que permite a la policía inglesa capturar, esculcar y cuestionar a quien le venga en gana sin que el detenido tenga derecho a asistencia legal de ninguna clase. Miranda había viajado a Berlín para entrevistarse con Laura Poitras, la videoasta estadunidense que ha estado trabajando con Snowden en los documentos secretos sustraídos por éste y parcialmente divulgados por The Guardian y por O Globo, y a su regreso, en una escala en Londres, aparte de ser retenido e interrogado durante nueve horas, fue despojado por los policías de Gran Bretaña de su teléfono celular, su computadora, su cámara, varias memorias USB y discos compactos.
Finalmente, Miranda logró llegar a Río de Janeiro, en donde logró reunirse con Greenwald. Éste señaló que el breve secuestro había sido una intimidación fallida
y advirtió que en lo sucesivo será más agresivo
en la divulgación de los documentos aportados por Snowden.
Washington se anotó un tanto con su juicio fársico contra Manning. Pero la torpeza de uno de los periodistas más cercanos colaboradores de la Casa Blanca y la arbitrariedad cometida por la policía inglesa contra Miranda aumentan el desprestigio de gobiernos que se presentan públicamente como democráticos y que son cada día más merecedores del adjetivo totalitarios
. Así va, por ahora, la guerra por (o contra) la verdad.
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