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El periodista Mario Mencía habla con La Jornada del asalto al cuartel Moncada

Trato de hacer una historia decorosa, lejos de estereotipos

El núcleo de la vanguardia de la Revolución cubana surgió de ese episodio de 1953, dice

En la redición de su libro sobre el 26 de julio relata cosas de los rebeldes que nunca se habían dicho

Un grupo de gánsteres puede hacer la lucha armada, pero no una insurrección armada popular

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Mario Mencía, en la embajada de Cuba, durante la conversación con La Jornada. Detrás, el grabado Sueño de sirena, del artista isleño Roberto FabeloFoto Pablo Ramos
 
Periódico La Jornada
Miércoles 21 de agosto de 2013, p. 3

El núcleo inicial de la vanguardia de la Revolución cubana surgió del asalto al cuartel Moncada. Así sintetiza, en una frase, la importancia de esa gesta el historiador y periodista Mario Mencía (1931).

El sueño de una sirena emerge del grabado que cuelga del muro en el tercer piso de la embajada del país caribeño, mientras el investigador conversa con La Jornada sobre el episodio ocurrido 60 años atrás, el 26 de julio de 1953.

“Sin el Moncada no hubiera existido insurrección ni Revolución cubana en 1959. Ese fue el punto, porque después viene el presidio, esa cosa terrible que aplasta a los hombres.

Al contrario, sirvió para que Fidel Castro se recuperara, reorganizara el movimiento y además tuviera una concepción más nítida de cómo iba a ser el futuro y llegar a las estrategias, subraya quien en más de una veintena de libros ha recogido la historia contemporánea de Cuba y en días recientes presentó la edición ampliada y modificada de su libro El Moncada: la respuesta necesaria.

Hay factores de carácter subjetivo detrás del asalto fallido al cuartel militar en Santiago de Cuba y en Bayamo, maniobra encabezada por Fidel Castro. Uno fundamental: nunca sentirse derrotado. Es una característica de Fidel, no importan las condiciones que existan para llevar adelante un proyecto. Fidel jamás se siente pesimista, ¡no!, siempre se puede.

Por ejemplo, en las acciones del 26 de julio nunca estuvo considerada una retirada, porque siempre se pensó en ganar.

Contra los estereotipos

Mario Mencía expone que un objetivo del texto de su autoría es hacer un distanciamiento con lo tradicional y estereotipado que ha caracterizado a las cuestiones de la historia de la Revolución cubana, y también con la desfiguración a la que ha sido sometida.

Tratar de hacer una historia decorosa. Para mí eso es lo fundamental, apunta y entonces afirma: Soy revolucionario, sin duda alguna. Creo en mi proyecto socialista, creo en el sentido humanista de la Revolución cubana y lo más importante para mí es preservar la memoria histórica, pero la real, lo más que yo pueda. Y que eso es lo mejor que puedo hacer, como historiador y periodista cubano.

En la nueva edición del libro auspiciada por la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado cubano, hablo de cosas que jamás se han dicho de las acciones mismas del Moncada.

Por ejemplo, el enfoque sobre el golpe de Estado por Fulgencio Batista, ocurrido el 10 de marzo de 1952, la afirmación de que no contó con apoyo de Estados Unidos, el costo económico de las acciones del asalto al Moncada, así como las características de los poco más de 150 hombres que participaron, no fue un grupo de mercenarios, ni mucho menos.

Fue una selección muy bien llevada, de un grupo disciplinado retomado de las bases, que se reunieron bajo el liderazgo de un abogado en aquella época de 25 años; eran hombres muy pobres, de ellos sólo dos su sueldo superaba los 200 pesos, y 60 por ciento no había ni completado la educación primaria.

Al momento de salir hacia el oriente de Cuba, no sabían a dónde iban ni el objetivo, ni siquiera Raúl Castro lo sabía, narra Mario Mencía.

Además de entrevistas con protagonistas y testigos, el profesor titular de la Universidad de La Habana ha retomado gran cantidad de detalles de los acontecimientos. Uno de los anexos del libro consiste en la enumeración, acompañada de fotogra-fías, de las armas utilizadas por los rebeldes y los soldados que defendían el cuartel.

Fuerza para luchar

En medio de las terribles condiciones, después del revés del asalto al Moncada, en una de las primeras cartas que Fidel Castro escribió después del presidio en la Isla de Pinos, dice que el momento más feliz de su vida había sido cuando iba para el combate, la madrugada del 26 de julio.

En otra misiva, tras haber sido apresado en México y que pierde parte de las armas, escribió: Yo no sé cuál es la fuerza que me guía a mí, que cada vez que me ocurren estas cosas, tengo más fe en que voy a triunfar, tengo más optimismo y se me renueva la fuerza para seguir luchando.

El historiador, quien vivió esa etapa de su país, afirma: Ese era Fidel desde el mismo Moncada. Siempre fue así. Y señala que después de la Revolución nos ha caracterizado siempre, por ese liderazgo y nos ha insuflado ese espíritu, por ejemplo en playa Girón, la crisis de octubre y todos los momentos de bloqueos: ¡No! Derrotas, no. Optimismo y vamos a ganar.

Otro de los aspectos que Mencía destaca, y que siempre ha querido diferenciar, es que no se trató de una lucha armada, sino de una “insurrección armada popular. Estás hablando del pueblo con las armas en la mano. Un grupo de gánsteres puede hacer la lucha armada, muchos farsantes, fariseos, dándoselas de revolucionarios. Pero no pueden hacer una insurrección armada popular. Eso tiene ya una mira hacia un sociedad colectiva, beneficiada con el resultado de esa lucha”.

En su libro, alerta sobre las imitaciones al modelo cubano en América Latina y sus fracasos. Al respecto, sostiene que cuando se graduó en la universidad en 1969 y comenzó a trabajar en el diario Juventud Rebelde, observó como periodista las insurrecciones en el continente americano y en Europa. Todo mundo quería imitar lo que ocurría en Cuba, pero descubrió que predominada una imagen distorsionada, yo digo hasta caricaturesca de la Revolución cubana. Se sabía que Fidel había llegado de México al oriente de mi país en una expedición y dos años después había derrocado a la tiranía. Una lucha heroica en la Sierra Maestra y los barbudos, todo el simbolismo lindo.

A 60 años de distancia, al ser cuestionado, Mario Mencía señala: “No me siento en capacidad de aconsejar al pueblo mexicano, ni mucho menos. Tú me pusiste el pie para la décima, pero la respuesta está en parte de lo subjetivo: no dejarse vencer de ninguna manera, buscar un propio camino, de acuerdo con lo que se tiene.

Otra cosa, muy importante, que lo vamos a ver después del triunfo de la Revolución, es la unidad. Sin ella nadie va a poder ir adelante en nada, esas atomizaciones que lamentablemente vemos en algunos países los desmantela.

Además, sin liderazgo no hay capacidad de respuesta de los pueblos a lo que pueda ocurrir, si no hay un liderazgo es difícil que se consiga esa unidad. Es el líder el que puede sanar esas grietas que se producen, para poder luchar.