Votos y jubilados
l envejecimiento de la población es común para la mayoría de países al grado de que, en el mundo, cada día 172 mil 800 personas celebran su 60 aniversario, consecuencia del aumento de la esperanza de vida, la cual –a su vez– se debe a los avances de la ciencia, los servicios médicos de calidad, la educación y el bienestar económico, entre otras razones.
Sin embargo, el tener un elevado porcentaje de adultos mayores plantea serios desafíos, cuando muchos de ellos viven en condiciones de miseria, como en México, o cuando es muy baja la tasa de natalidad, como en Japón o la Unión Europea.
En Rusia confluyen ambos factores negativos. A la fecha hay 26 millones 500 mil personas mayores de 60 años, es decir, 19 por ciento de la población del país y, según estimaciones oficiales, para 2030 la proporción de habitantes con 65 años y más será de 28 por ciento.
La cifra de jubilados crece cada año sin que la cantidad de rusos que se incorporan a la fuerza laboral en el mismo periodo pueda cubrir todas las vacantes, lo cual plantea un escenario catastrófico para mediados del presente siglo: la población económicamente activa apenas será superior al resto de los habitantes del país.
Dentro de pocos años, hacia 2020, Rusia tendrá 7 millones de trabajadores menos y, conforme aumenta el número de jubilados, más difícil resulta para el gobierno pagar las pensiones.
Por ahora las pensiones sirven para ganar votos electorales. En Moscú, por ejemplo, la alcaldía entrega a cada jubilado un subsidio mensual que, haya trabajado la persona a lo largo de su vida o ningún día, eleva la cantidad hasta 13 mil 200 rublos, poco más de 5 mil pesos, la pensión más alta en Rusia. Y se difunde el rumor entre los adultos mayores de que no habrá subsidio si gana otro candidato que no sea el oficialista.
Este tipo de ventajas no podrán mantenerse por mucho tiempo, pues no sólo se incrementa el número de jubilados, sino que por inercia desde los tiempos soviéticos las mujeres dejan de trabajar a los 55 años y los hombres a los 60. En otras palabras, no es lejano el día en que no habrá con qué pagar las pensiones, a menos que el Kremlin tome alguna medida impopular.
Los expertos sugieren tres: quitar los subsidios, aumentar la carga fiscal sobre los rusos que trabajan o subir la edad de jubilación a los 60 años para las mujeres y 65 años para los hombres.
Intramuros, es tema de intenso debate, pero el presidente Vladimir Putin se resiste a perder parte importante del electorado y se propone dejar todo como está hasta que los petrodólares –la varita mágica de la economía rusa– ya no den para más.