falta de cuatro meses para que concluya 2013, y sin minimizar los méritos de Wagner, Verdi, Britten, Poulenc, Lutoslawski y los demás conmemorados en este año, estoy convencido de que la efeméride importante ha sido (y seguirá siendo hasta el fin de diciembre) la del centenario del estreno de ese portento conceptual y sonoro que es La consagración de la primavera de Igor Stravinski, estreno realizado el 29 de mayo de 1913 en el teatro de los Campos Elíseos de París, en medio de un sabroso y legendario escándalo. Para cimentar esa convicción, he dedicado los primeros ocho meses de 2013 a acercarme una y otra vez a La consagración en todas sus presentaciones posibles, y en ese proceso he encontrado sucesivas y enriquecedoras satisfacciones. Primero, con José Areán al frente de la Filarmónica de la Ciudad de México en un concierto de temporada. Después, con los mismos intérpretes, en Bellas Artes, acompañando una controvertida versión coreográfica de esa espléndida compañía de danza que es Delfos. Más tarde, un par de ejecuciones con la Sinfónica de Minería dirigida por Carlos Miguel Prieto. Entre estas ejecuciones en vivo, me las arreglé para encontrar y escuchar todo tipo de versiones grabadas y filmadas: las insólitas extrapolaciones de La consagración de la primavera en jazz, a cargo de músicos como Don Sebesky y Hubert Lawes; la demencial transcripción para guitarra sola de Larry Coryell; la reducción para dos pianos del propio Stravinski; la versión para dos pianos y percusiones, que tiene sonoridades particularmente atractivas; la rara transcripción para piano solo de Sam Raphling, grabada por Dickran Atamian. Revisité también dos versiones coreográficas de enorme atractivo: la legendaria de Maurice Béjart, y la más reciente de Marie Chouinard, también formidable, que se presentó hace poco en Bellas Artes. Me acerqué a dos grabaciones singulares de la obra, a cargo de dos de los intelectos musicales más agudos de nuestro tiempo, Pierre Boulez y Esa-Pekka Salonen. Acudí al portentoso archivo de videos de la Orquesta Filarmónica de Berlín (OFB) para mirar y escuchar con atención dos de sus aproximaciones a La consagración. Una de ellas en un concierto de 2012, bajo la batuta de Simon Rattle, con el atractivo de que se trató de la versión revisada de 1947. La otra, un maravilloso video que narra cómo la OFB convocó en 2003 a 250 jóvenes estudiantes de diversas zonas de Berlín y, bajo el férreo mandato del coreógrafo Royston Maldoom, los puso a entrenar y a bailar (con exigencia y rigor dignos de encomio) esta endiablada y emocionante música.
En todas y cada una de estas rencarnaciones de La consagración de la primavera redescubrí la fascinación de siempre con una música que es a la vez salvajemente primitiva y refinadamente intelectualizada. Por ello, experimenté una y otra vez esa rara combinación de un placer atávicamente visceral y una percepción profundamente racional ante las inagotables riquezas sonoras de la partitura de Stravinski. No importa cuántas veces se escuche La consagración de la primavera, siempre habrá ocasión para hacer descubrimientos insólitos y para experimentar sorpresas mayúsculas. Esta genial obra de ritmos desquiciados y colores orquestales inauditos no ha perdido, ni perderá, su capacidad de asombrar a quienquiera que se acerque a ella con los oídos bien abiertos y con la mente receptiva para dejarse hipnotizar por esta música a la vez tan neandertal y tan de nuestro tiempo.
Buena noticia: el melómano aplicado tiene todavía algunas oportunidades para consagrarse en vivo en lo que resta del año. La compañía Delfos repondrá en la Sala Covarrubias su versión de la obra los días 6, 7 y 8 de septiembre, esta vez con la fascinante versión de La consagración para dos pianos y percusiones. La Sinfónica Nacional tocará la obra los días 4 y 6 de octubre, y la Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México hará lo propio los días 19 y 20 de octubre, mientras la Filarmónica de la Ciudad la repetirá para la clausura del Festival de Música de Morelia.