a estrategia discursiva del gobierno para legitimar la contrarreforma educativa y simultáneamente deslegitimar la protesta magisterial –y preventivamente justificar una eventual represión– se orientó hacia el argumento de que las minorías deben aceptar el poder de decisión de la mayoría –encarnada, por medio del sistema representativo, en el mandato del Presidente y de los diputados y senadores que apoyan su iniciativa. Después del mensaje de Peña Nieto, el secretario de Educación, Emilio Chuayffet, quiso ponerle cifra y cuantificar a la minoría y señaló que la CNTE sólo representa a 10 por ciento de los maestros.
Es evidente que en esta postura se expresa una lógica profundamente autoritaria que asume el principio de la imposición en tanto se justifique numéricamente –la dictadura de la mayoría– y no respeta el derecho de las minorías a tener un voto calificado cuando sus intereses inmediatos están afectados. Agitar la bandera democrática del poder de la mayoría como arma de legitimación es una obvia distorsión orientada a proporcionar un ropaje presentable a una reforma orientada por precisos intereses políticos y económicos. En efecto, es una tergiversación dar a entender, como lo hace Chuayffet, que si 10 por ciento se opone, 90 por ciento de los docentes está en favor, cuando es más que probable que imperen en el SNTE la pasividad resignada o el temor a romper la disciplina de un sindicalismo charro y corrupto y enfrentar las represalias que esto implicaría. En el caso de los obedientes dirigentes del SNTE, habría que preguntarse si su adhesión no se debe también a la defensa de sus privilegios, al temor de una salida a la Elba Esther, o al respeto de acuerdos y pactos que le permitirán seguir en su carrera de burócratas sindicales o de profesionales de la política institucionalizada al interior del PRI o de otra agencia paraestatal.
Por otra parte, ha habido muestras contundentes que el supuesto 10 por ciento de maestros críticos y movilizados expresa el sentir de una parte importante de la población, más allá de las molestias ocasionadas por las protestas en el centro de la ciudad de México, logrando eludir el cerco mediático y la manipulación que lo caracteriza. Habría que evaluar si realmente la mayoría de los mexicanos que tienen una opinión al respecto está convencida de la necesidad y pertinencia de la reforma. Por otra parte, sectores minoritarios, pero significativos por su conciencia y participación ciudadana, perciben no sólo como justas la demandas y las críticas específicas de la CNTE en relación con los contenidos de la mal llamada reforma educativa, sino que se dan perfectamente cuenta de que un atentado al trabajo asalariado es potencialmente generalizable, afecta concretamente a todos los trabajadores como conjunto y amenaza directamente a diversos sectores al abrir brechas legales que asientan precedentes. Amén de las declaraciones gubernamentales, lo único que sabemos a ciencia cierta es que existe y se manifiesta con vigor una minoría significativa y representativa, a pesar de todo el peso del aparato institucional, al margen de los intereses de los principales partidos y de los reducidos grupos sociales que los respaldan conscientemente y en plena coherencia con sus intereses de clase.
La historia y la disputa política no la protagonizan las mayorías ni los pueblos entendidos numéricamente como la suma de los ciudadanos, sino los movimientos sociales y políticos los cuales, por definición, son expresiones de minorías activas. Las grandes transformaciones igualitarias suelen ser promovidas e impulsadas por movimientos populares
, en nombre y en favor de la mayoría, de las clases subalternas, animados por grupos reducidos, apoyados directamente e indirectamente por sectores importantes y representativos pero casi siempre minoritarios, salvo momentos excepcionales de vuelcos de la opinión pública que suelen darse sobre la marcha o a posteriori. Muchas, demasiadas veces, se impone la lógica de la mayoría silenciosa
que invocó la derecha francesa en oposición al movimiento de 68 para asumirse como delegada a hablar en nombre de ella y reordenar el país en sentido conservador. En el México de la rebelión magisterial, en nombre de la mayoría silenciada, vociferan la clase política y los principales medios de comunicación.
Mientras la democracia representativa hecha a la medida del capitalismo neoliberal opera como un espejismo procedimental que simula y construye artificialmente mayorías imaginarias en aras de garantizar la tan anhelada gobernabilidad sistémica, la cuestión democrática –como proceso de participación y educación política de masa– queda irresuelta. En este contexto desfavorable, a las minorías activas, cuando las circunstancias y la voluntad se lo permiten, quedan resquicios de participación que, por medio de la construcción de espacios de autonomía, de la movilización y la generación de coyuntura críticas pueden eventualmente trascender y producir cambios relevantes.
*Coordinador del Centro de Estudios Sociológicos de la UNAM