El huracán desnudó debilidades de la capital sinaloense
Lunes 23 de septiembre de 2013, p. 13
Culiacán, Sin., 22 de septiembre.
Jóvenes vecinos de esta capital salieron de casa y enlodaron sus tenis de marca para ayudar a sacar muebles de viviendas anegadas, por las lluvias del huracán Manuel.
Convocados por vecinos o amigos, mediante redes sociales; invitados por organizaciones ciudadanas e incluso por el ayuntamiento, miles se movilizaron del viernes al domingo para ayudar a los damnificados por cuenta propia, armados con palas, cubetas y escobas.
Hubo filas de jóvenes, pandillas y tribus de muchos colores. Un ejército de heroicidad anónima se hizo público.
El funesto 19 de septiembre desnudó las debilidades de una ciudad comercial aparentemente poderosa, y de poblaciones cercanas a drenes y ríos, o aledañas a las aguas del Pacífico. El gobierno estatal habla de 140 mil damnificados en Culiacán, Navolato, Angostura, Mocorito y otros municipios.
Los pobres, los de casas de varas y láminas viven cerca del río Humaya, son pescadores de Altata o Yameto, viven en la colonia 6 de Enero, en el poblado Costa Azul o La Reforma, en Angostura. Pero también hubo hasta un metro de agua y lodo en fraccionamientos exclusivos y clasemedieros, donde Manuel dejó a miles en la calle, en techos o en plantas altas.
A esas tragedias respondieron las miradas de jóvenes ante el efecto de un huracán que dejó en dos días la mitad de lo que llueve en promedio en un año en la entidad: 400 milímetros de agua. Pero los miles de jóvenes derrocharon solidaridad.
Tania y Francisco acudieron al zoológico, donde al menos 10 animales murieron. Fernanda, en la colonia Lombardo Toledano. Quien se hace llamar Gato Vago en el feis, encabeza a una pandilla de locos con bolsas de víveres en Villa Juárez, Navolato. Se multiplicaron como células, como virus. Clímax contra clima. Estaban en la plazuela Obregón, en un crucero cualquiera detrás de una mesa de plástico, en la explanada del Centro de Ciencias, recolectando víveres y ropa y agua y medicinas.
La convocatoria fue de boca en boca, a golpe de tecla en los celulares, a grito abierto. El auxilio desbocado de quienes tenían el agua hasta el cuello, tuvo una respuesta más que vitamínica, más que de aspirina, y fue la de esos jóvenes en sus camionetas cuatro por cuatro. La heroicidad chapoteando, capeando el temporal, o en cuatro ruedas. Sacaron al perro y al gato, a la anciana, al enfermo. Llevaron con sus manos y sus miradas, sus gritos, la esperanza en botes de agua y despensas.